POLÍTICA-CRISIS-KRADIARIO
LAS MUCHAS OPCIONES POLÍTICAS Y SUS HUMORES
Por Leonardo Boff
Una situación de
crisis generalizada en el mundo y en nuestro país (Brasil) permite muchos humores y no pocas
interpretaciones. Toda crisis es angustiante y dolorosa porque desaparecen las
estrellas-guía y nos da la impresión de un vuelo a ciegas.
Como mostró
el conocido pensador René Girard, uno de los grandes estudiosos de la
violencia, todo grupo, comunidad y sociedad necesita siempre crear un «chivo
expiatorio» sobre el cual recaen todas las frustraciones y quejas de las
personas. Ahora son los comunistas, ahora los subversivos, ahora los
homoafectivos, ahora los fundamentalistas, generalmente los políticos y los
gobernantes.
.
Modernamente a este complejo fenómeno social le llaman bulling.
Con eso se alivian las tensiones sociales y la sociedad encuentra relativo
equilibrio, siempre frágil e inestable. Pero se crean también muchas víctimas,
a veces inocentes, se deja de reforzar el valor de la convivencia pacífica y se
abre espacio al prejuicio y a las actitudes fundamentalistas.
Tal situación
se está verificando claramente en Brasil. Prácticamente no hay persona que no
exprese algún tipo de malestar, hasta rabia y, en el límite, odio. Quien conoce un poco el discurso
psicoanalítico no se admira. Sabe que en el ser humano actúan al mismo tiempo
dos fuerzas: la de sombra bajo la cual
caben todas las decepciones y descontentos
ante una situación dada, ya sea la sanidad que no funciona, el
transporte de mala calidad, los impuestos altos, la clase política falta de
escrúpulos y sin ligazón orgánica con los
electores, la corrupción descarada que supone millones de dólares, cosa
que escandaliza, revuelve y exige castigos rigurosos. Pero está también la
fuerza de luz que representa todo lo que hay de bueno en el ser humano, la
bondad, el amor, la comprensión, la amistad, y en la sociedad el sentimiento de
solidaridad en un accidente de carretera, la cooperación al asociarse a una ONG
seria que hace un trabajo coherente de rescate de los derechos humanos y la
dignidad de los más invisibles, etc.
El desafío es
siempre este: ¿a qué damos más primacía? ¿A la sombra o a la luz? Lo deseable y
saludable es dar mayor espacio a la luz. Pero hay también momentos en que los
hechos perversos, hechos públicos, provocan la ira sagrada, la protesta
explícita y la manifestación pública. La sombra tiene también su derecho, pues
no es un defecto sino una marca de nuestra condición humana: iracundos y
pacíficos, duros y flexibles.
El reto es buscar
la justa medida que representa lo óptimo relativo, el equilibrio entre el más y
el menos; o la autolimitación que significa el sacrificio necesario para que
nuestra acción no sea destructiva de las relaciones sino buena para todos. Una
sociedad que se ha civilizado busca siempre este equilibrio. En este grupo
están las mayorías que viven de su trabajo, empresarios correctos que llevan el
país adelante. Son sensibles a los pobres y difícilmente discriminan a causa del origen, del color o de la
religión.
Actualmente
se constata un gran abanico de expresiones políticas, digamos de derecha, de
centro, de izquierda, cada cual con sus matices. Están los que son
conservadores en política, dan primacía al principio de orden, aunque
admitiendo que haya excesos sociales. Económicamente son hasta progresistas,
abiertos a las novedades tecnológicas.
Están los
que miran el escenario mundial, donde las grandes potencias dictan los rumbos
de la historia y piensan: no estamos suficientemente desarrollados y fuertes
para tener un proyecto propio. Es más
ventajoso caminar con ellos, aunque sea como socios menores y agregados. Así no
quedamos marginados. Estos temen los proyectos alternativos.
Están los que
dicen que no debemos pisar en las pisadas dejadas por otros. Tenemos que hacer
nuestra propia pisada con los recursos de que disponemos. Somos grandes,
tenemos un pueblo creativo, una naturaleza que nos garantiza que la economía
futura, de base ecológica, nos hará decisivos para el futuro del planeta. Estos
son alternativos y se oponen directamente a la perspectiva imperial de
alineamiento con el proyecto de la globalización. Critican duramente el
proyecto neoliberal que acumula por un lado y empobrece por el otro, devastando
bienes naturales.
Están los que
no esperan nada de arriba, pues la historia ha mostrado que todos los proyectos
elaborados por los del piso de arriba han dejado siempre a las grandes mayorías
del piso de bajo donde estaban o simplemente fuera. Confían en las organizaciones
de los movimientos sociales, articulados de tal forma que consiguan elaborar un
proyecto de Brasil de abajo hacia arriba
y de dentro hacia fuera. Pretenden una democracia participativa y políticas
públicas que beneficien a los millones de personas históricamente dejadas
atrás. Esos en Brasil, como en otros países de América Latina, con sus
partidos, han ocupado el poder de Estado. Han mejorado la situación de los más
castigados y todos de alguna manera han ganado. Esos luchan para asegurarse en el
poder y llevar adelante el proyecto popular.
Pero no basta
esta voluntad generosa. Tiene que venir acompañada de transparencia y de
figuras de políticos ejemplares que den cuerpo a lo que predican. Infelizmente
eso no ocurrió o lo hizo de forma fragmentaria e insuficiente. No pocos
sucumbieron al arquetipo más poderoso en nosotros, según C. G. Jung, el poder,
porque nos da la ilusión de omnipotencia divina, de poder decidir el destino de
las personas además de innumerables ventajas personales.
Max Weber, el
maestro del estudio del poder, sentenció: sólo ejerce bien el poder quien toma
distancia de él y lo considera pasajero y servicio desinteresado a la
comunidad.
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