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viernes, 24 de abril de 2015

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LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN LA CRISIS DE DOMINACIÓN OLIGÁRQUICA
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Por Rafael Luis Gumucio Rivas 

En la historia de los partidos políticos chilenos se ha mantenido, desde el comienzo del siglo XX hasta nuestros días, un esquema que fluctúa entre ocho y nueve partidos con representación parlamentaria, a los que se agrega una serie de agrupaciones, en su mayoría surgidas de la división de los partidos principales.
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La famosa “ley de hierro” de las oligarquías, en la obra Los partidos políticos, un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna, de Robert Michels, se ha convertido en algo tan indiscutible como la famosa ley de la gravedad, pues quien dice organización partidaria, dice burocracia, y sólo ha cambiado el tipo de partidos en el sentido de que han dejado de ser ideológicos, para transformarse en meros cazadores de votos y en un medio para asaltar el botín del Estado.
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El esquema duopólico dentro del sistema de partidos políticos no es ninguna novedad en nuestra historia: coincidentemente, en ambas crisis de dominación oligárquica – tanto en la de 1920 hasta 1932, como en la actual -, la estructura partidaria es más o menos similar. En 1920, la Alianza Liberal vs la coalición conservadora; en la actualidad, Nueva Mayoría vs Alianza.
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Es un lugar común la expresión “no hay democracia sin partidos políticos”, pero cuando se corrompen, la democracia se transforma en plutocracia. Hasta 1973, los partidos políticos principales estaban insertos en la sociedad civil, por ejemplo, las elecciones en la Central Única de Trabajadores tenía su cimiento en los partidos políticos, lo mismo ocurría en las federaciones estudiantiles, los sindicatos campesinos y los Centros de Madres, entre otras organizaciones sociales, lo cual explica por qué en Chile no surgió un partido político que representara un estamento social determinado – salvo excepciones como el Partido de los Jubilados y el Femenino, de María de la Cruz -.
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La crítica a los partidos políticos ha existido siempre en nuestra historia: baste ver, como guía de ejemplo, el fenómeno de Carlos Ibáñez del Campo, (1952-1958), en que la “escoba debía barrer” con los partidos políticos corrompidos, especialmente el Radical. Durante ese período se creó el más alto número de partidos políticos en Chile que, en la práctica sumaban 29, dando lugar a una extrema balcanización.
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En los períodos de crisis de dominación oligárquica, tanto la de los años 20, como en la actual, los partidos políticos se convierten en la dirección de un conjunto de notables que hacen el papel de “jefes de mafia”, que distribuyen las sillas parlamentarias y los puestos en el Ejecutivos y en las empresas del Estado entre sus servidores más serviles y leales. Como la relación entre la sociedad civil está cortada, el Partido y el Parlamento se transforman en vía rápida para enriquecerse sin límites, aumentando así el descontento y la consiguiente antipatía y rechazo que la ciudadanía les profesa, al descubrir que personajes de un status “mediócrata” se han transformado en plutócratas.
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La corrupción de partidos políticos y parlamento no es muy distinta en ambos períodos de crisis de dominación oligárquica: en 1924, ante el “ruido de sables” el Parlamento elegido, gracias a la intervención electoral de Arturo Alessandri, instaló la “execrable camarilla” en ambas ramas del parlamento, provocando la intervención militar a raíz de la discusión de la dieta parlamentaria; en la actualidad, se hecho manifiesto el papel de sirvientes de las grandes empresas, que abarca a parlamentarios y a dirigentes políticos.
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Cuando en los años 20, como hoy, los partidos políticos, transformados en verdaderas mafias feudales, conservaron el nombre que les dieron sus grandes fundadores - pretenden representar grandes tendencias históricas europeas - en los 20, liberales, balmacedistas, conservadores, radicales y demócratas, en la actualidad, democratacristianos, radicales, socialistas y comunistas han abandonado, casi por completo, los principios ideológicos que les dieron su origen, transformándose en partidos “pulpos”, cuyo único interés es ganar elecciones, que les permitan apropiarse del parlamento y del ejecutivo.
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La crisis actual de partidos, dentro de un esquema de privatización de la política, exige ser profundizada en otras entregas, sin embargo, constatamos la tendencia al quiebre, por ejemplo, de la Democracia Cristiana por caso de su presidente electo, Jorge Pizarro, cuyos hijos están presumiblemente implicados en el caso Soquimich, por lo cual, algunos militantes - aún con una moral falangista – han rechazado su ascenso a la jefatura.

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