ANÁLISIS-LATORRE-KRADIARIO
LA CULTURA QUE NOS DEFORMA Y NOS DEFORMA
Según Freud somos el único animal enfermo, es decir
psicológicamente problemático. Lo señala como derivado de la poca armonía entre
la carga instintiva y la razón que nos conforma. Es decir, los instintos se
llevan mal con la razón.
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Pero antes que Freud, Nietzsche dedicó unas cuantas páginas
en su obra “Humano demasiado humano” a
exponer sobre estos mismos tópicos.
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Señala, por ejemplo que el ser humano surge a la vida
social en un medio cultural instalado y
que desde esa realidad es que forma su personalidad, personalidad que es
consecuencia de una cultura. Sin embargo su naturaleza individual, “fuerte”, Instintiva” “corpórea”, proyecta una resistencia, que es
la que define la personalidad, individualidad que no es puramente biológica
sino también psicológica.
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En este juego de presión social y resistencia individual al
amoldamiento, surgen las particularidades de una pluralidad de tendencias, las
que pueden llevar a la postura crítica (innovador) o al consentimiento pasivo (propio del rebaño).
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A diferencia de los animales, la relación del hombre frente
a su especie no está determinada en su totalidad, sino que el hombre es capaz
de fijar posición frente a la misma. Esta mayor
aceptación o rechazo de la realidad cultural, impone un estado de
tensión, en diferentes grados, desde el pasivo hombre del rebaño hasta el
“Ubermensch”(superhombre).
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Es lo que Freud trató posteriormente en “El malestar de la
cultura” y que también conceptualizó como el “Yo”, “super-yo” y el “Ello”, en
la definición de la estructura psicológica y cultural, necesariamente compleja
del ser humano.
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La diferencia está que para Nietzsche “el cuerpo”, es decir
la parte instintiva, está compuesto por “la historia sedimentada de los
hábitos”, de las costumbres, creencias y de los usos que la comunidad cultural
ha transmitido. El “cuerpo” está forjado en gran medida por la tradición.
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Por tanto, para Nietzsche, la respuesta instintiva también
“deviene”, no está instalada de una vez y para siempre, “….que todo ha llegado a ser; no existen hechos eternos, así como no
existen verdades absolutas” (“Humano demasiado humano”).
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Es decir que en la historia del cuerpo, que es permeable,
está infiltrada toda una dimensión simbólica, cultural y no puramente químico-hormonal.
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Este es un concepto tremendamente trascendente para dar con
un sentido ético de la sociedad y de cómo ésta influye en la conducta general
de los individuos, pues hay una construcción social de la corporalidad. Esta
construcción social de la corporalidad tiende a lograr una estabilidad a través de una conducta homogénea de las
personas de ese cuerpo social. Más que exigir un pensamiento unitario, lo que busca
esencialmente es un sentimiento definido, y este sentimiento se alcanza por los usos,
costumbres, hábitos, pudiendo, éstos, llegar a determinar la forma de pensar,
que también se pretende armónica y no conflictiva.
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Cuando ese objetivo es logrado, se habla por parte de
Nietzsche de sociedades o comunidades “fuertes”, y son aquellas comunidades en
que los instintos son “dirigidos” y los consensos son bastante sólidos y
generalizados. Son sociedades domesticadas y dirigidas por la dominancia de lo
que Nietzsche llama los "instintos morales”. Cuando
las sociedades se dispersan en la predominancia de la “conciencia del YO” (Individualismo), entonces comienza a establecerse la sociedad regida por los
instintos “radicales”, que serían más próximos a los instintos naturales,
configurando sociedades “débiles” e individuos de fuerte personalidad crítica y
autonomía propositiva.
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La conciencia fuerte del Yo, necesariamente se enemista con
la cultura dominante, al menos en su etapa inicial, si es que logra superar su
etapa temprana de asentamiento y tolerancia. Pero no se confronta de manera
total con lo establecido, pues ese mismo YO es un producto de esa cultura.
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Lo que dice Nietzsche sobre lo que sucede es que esa cultura, esa
historia, alimenta en distinta proporción diversas bocas de nuestros instintos, originando las
tendencias de conductas, con la inanición de unas conductas y la
sobrealimentación de otras. “Cada momento
de nuestras vidas deja crecer algunos tentáculos de nuestro ser y deja
atrofiarse a otros, según cuál sea el alimento que el momento trae o no consigo.” (Aurora).
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Teniendo estas bases teóricas sobre la conciencia, es bueno
preguntarse, a estas alturas y con los acontecimientos que nos cercan, ¿cuáles
han sido los instintos que hemos alimentado en nuestra sociedad y cuáles los
que se mantienen en inanición crónica?
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Si los “instintos morales”
prevalecientes son los de la avaricia, el hedonismo, el individualismo,
el egocentrismo, la insolidaridad, el materialismo, la competencia destructiva,
la inmoralidad, etc., quiere decir que nuestras relaciones de cuerpo social son necesariamente definidas
por una ética depredatoria, nihilista y disolutoria, además de disoluta.
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Es hora de comenzar a preguntarnos por la ética que nos
corresponde forjar para salir de la fase decadente que nos encontramos…y en
esta menesterosidad es prudente y conveniente ver las salidas que nos ofrece la
claridad de los pensadores que marcan los acontecimientos.
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