9-6-2014-KRADIARIO-Nº901
¿BAILEMOS CON TODAS LAS NOVIAS?
Por Lidia Baltra
La Reforma Tributaria ¿va a afectar o no a los chilenos que
formamos parte del 99 por ciento?
La Reforma Educacional ¿está tomando en cuenta el parecer de
los estudiantes y está olvidando mejorar la calidad al dedicarse tanto en esta
etapa a cambiar la infraestructura?
¿Puede ser un Parlamento elegido bajo el sistema binominal
quien decida cómo será la nueva Constitución realmente democrática que nos rija
en adelante?
¿Están capacitados los hombres para decidir si una mujer
violada debe o no abortar el fruto de ese ultraje?
¿Puede un enfermo cultivar libremente una planta de
marihuana en su casa para aliviar sus dolores?
¿Deben los angustiados trabajadores en huelga seguir
soportando que otros los reemplacen?
¿Merece un paciente agonizar en el pasillo de un hospital
esperando atención, aporte o no un 7 % de sus ingresos?
¿Tienen derecho los
homosexuales a convivir públicamente con dignidad a través del matrimonio
civil?
¿Deberíamos los chilenos contar con medios de comunicación
de distinto color para elegir o comparar cómo se nos presentan los hechos?
Estos son algunos de
los candentes temas que nos tienen apasionados discutiendo, unos en el
Parlamento, otros en las calles, otros en los medios.Es un debate desigual,
porque ni todos los que están en las sillas del Congreso merecen estar ahí, ni
todas las voces de la calle tienen cabida en los medios.Está desequilibrado de
la partida.Al igual que nuestra sociedad.
No puede ser que las empresas chilenas contribuyan menos al
erario nacional que las de países desarrollados en lo suyos, ni que a un
gerente se lo grave menos que una secretaria.
No puede ser que un niño del barrio alto tenga sala de
música y de computación en su colegio y otros apenas un pizarrón estropeado por
la lluvia que entra por ventanas rotas.
No puede ser que un
enfermo de cáncer pueda salvarse con tratamientos en el extranjero y otros
deban resignarse morir en su casa. Parece absurdo que quienes tengan que
cambiar el marco que nos encerró en este esquema de sociedad,la actual
Constitución, provengan del mismo molde.
Lo fundamental en los cambios que realiza el gobierno de
Michelle Bachelet es que todos enrumban hacia la disminución de esta abismante
desigualdad social.Si no se hacen, todo indica que seguirá aumentando.
Los satisfechos con el modelo actual dirán con falso
orgullo: “ah, pero ahora todos tienen auto”… o bien: “ahora todo el mundo lleva
celular”… ¿Y quién no tiene televisor de pantalla grande?”
Pero no han observado que por las calles, en los buses y
hasta en el hogar, ya nadie se mira a la cara porque todos están cabeza gacha,
rindiendo pleito al celular.
Que el auto es hoy un estorbo porque los tacos cada vez más
gigantescos te impulsan a dejarlo en casa.
Que los chilenos se amanecen y se atropellan para comprar
una entrada carísima para la estrella visitante de turno, el partido de fútbol
o unos audífonos superclase en la venta de bodega de gangas electrónicas. Ni
que todo se hace con dinero plástico y deudas interminables.
¿Esta es la felicidad que buscamos…? ¿La sociedad que
queremos…? ¿Una de consumidores, de competidores, de depredadores en vez de una
de ciudadanos, hermanos e hijos de la Tierra?
Basta. No podemos seguir por este camino. Hay que cambiar
drásticamente el rumbo. Sea con aplanadoras, retroexcavadoras o como ya se está
haciendo, debatiendo y votando a favor de las medidas que vayan en una nueva
dirección.
Y si la Reforma
Tributaria nos hará pagar más caros los tragos o el mortífero cigarrillo y eso
contribuye a un mayor equilibrio social, bienvenida sea.
Y si la Reforma Educacional, un largo proceso que recién
comienza, forma ciudadanos preparados y conscientes que aporten mejor al
desarrollo de todos, bienvenida sea.
Y si una Asamblea Constituyente de elección soberana, que
incluya a sectores hoy ausentes del Congreso Nacional, es la llamada a elaborar
una Constitución realmente democrática para un país solidario y respetuoso de
los derechos humanos, bienvenida sea.
El tiempo es corto. Tenemos sólo cuatro años para comenzar
la larga tarea.
Entonces, invito a quienes aún lo dudan, hagamos el esfuerzo
y ¡bailemos con todas las novias!
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