11-6-2014-KRADIARIO-Nº901
RENOVAR EL CONTRATO NATURAL CON LA TIERRA
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Por Leonardo Boff
Hasta el momento presente, el sueño del hombre occidental y
blanco, universalizado por la globalización, era dominar la Tierra y someter a
todos los demás seres para así obtener beneficios de forma ilimitada. Ese
sueño, cuatro siglos después, se ha transformado en una pesadilla. Como nunca
antes, el apocalipsis puede ser provocado por nosotros mismos, escribió antes
de morir el gran historiador Arnold Toynbee.
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Por eso, se impone reconstruir nuestra humanidad y nuestra
civilización mediante otro tipo de relación con la Tierra para que sea
sostenible. Es decir, para conseguir que perduren las condiciones de
mantenimiento y de reproducción que sustentan la vida en el planeta. Eso solo
ocurrirá si rehacemos el pacto natural con la Tierra y si consideramos que
todos los seres vivos, portadores del mismo código genético de base, forman la
gran comunidad de vida. Todos ellos tienen valor intrínseco y son por eso
sujetos de derechos.
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Todo contrato se hace a partir de la reciprocidad, del
intercambio y del reconocimiento de derechos de cada una de las partes. De la
Tierra recibimos todo: la vida y los medios de vida. En correspondencia, en
nombre del contrato natural, tenemos un deber de gratitud, de retribución y de
cuidado para que ella mantenga su vitalidad para hacer lo que siempre ha hecho
para todos nosotros. Pero nosotros hace mucho que rompimos ese contrato.
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Para rehacer ese contrato natural tenemos que actuar como el
hijo pródigo de la parábola de Jesús. Volver a la Tierra, la Casa Común, y
pedir perdón. Perdón que se traduce en un cambio de comportamiento en el
sentido del respeto y del cuidado que ella merece. La Tierra es nuestra Madre,
la Pacha Mama de los andinos y la Gaia de los modernos. Si no restablecemos ese
lazo difícilmente sobreviviremos. Ella podría no querernos más sobre la faz
terrestre. Por eso la sostenibilidad aquí y ahora es esencial. O ella prevalece
o conoceremos una tragedia para el sistema-vida y para la especie humana.
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A pesar de todas las rupturas del contrato natural, la Madre
Tierra todavía nos envía señales positivas. A pesar del calentamiento global,
de la erosión de la biodiversidad, el sol sigue saliendo el sol, el sabiá
o tordo brasilero canta cada mañana, las flores sonríen a los que pasan, los
colibrís revolotean sobre los botones de los lirios, los niños siguen naciendo
y confirmándonos que Dios todavía cree en la humanidad y ella tiene futuro.
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Rehacer el contrato natural implica rescatar la visión y los
valores representados en el discurso del cacique Seattle, de la etnia de los
Duwamish, pronunciado delante de Isaac Stevens, gobernador del territorio de
Washington en 1856:
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“De una cosa estamos seguros: la Tierra no pertenece al
hombre. Es el hombre quien pertenece a la Tierra. Todas las cosas están
interligadas entre sí. Lo que hiere a la Tierra, hiere también a los hijos e
hijas de la Madre Tierra. No fue el ser humano quien elaboró el tejido de la
vida; él es solamente un hilo de ella. Todo lo que haga al tejido, se lo hará a
sí mismo... Comprenderíamos las intenciones del hombre blanco, si conociésemos
sus sueños, si supiésemos qué esperanzas trasmite a sus hijos e hijas en las
largas noches de invierno, qué visiones de futuro ofrece a sus mentes para que
puedan formular deseos para el día de mañana”.
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El 22 de abril de 2009, tras largas y difíciles
negociaciones, la Asamblea de la ONU acogió por unanimidad la idea de que al
Tierra es Madre. Esta declaración está llena de significado. La Tierra como
suelo y tierra puede ser removida, utilizada, comprada y vendida. La Tierra
como Madre no puede ser vendida ni comprada sino amada, respetada y cuidada
como lo hacemos con nuestras madres. Este comportamiento reafirmará el contrato
natural que dará sostenibilidad a nuestro planeta, pues restablece la relación
de mutualidad.
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El Presidente de Bolivia, el indígena aymara Evo Morales
Ayma, no cesa de repetir que el siglo XXI será el siglo de los derechos de la
Madre Tierra, de la naturaleza y de todos los seres vivos. En su intervención
en la ONU el día 22 de abril de 2009, en cuya sesión participé con un discurso
sobre la fundamentación teórica de la Tierra como Madre, enumeró resumidamente
algunos los derechos de la Madre Tierra:
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- el derecho de regeneración de la biocapacidad de la Madre
Tierra,
- el derecho a la vida de todos los seres vivos,
especialmente de aquellos amenazados de extinción.
- el derecho a una vida pura, porque la Madre Tierra tiene
el derecho de vivir libre de contaminación y de polución,
- el derecho al vivir bien de todos los ciudadanos,
- el derecho a la armonía y al equilibrio con todas las
cosas,
- el derecho a la conexión con el Todo del que somos parte.
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Esta visión permite renovar el contrato natural con la
Tierra que, articulado con el contrato social entre los ciudadanos, acabará por
reforzar la sostenibilidad planetaria.
Para los pueblos originarios tal actitud era natural.
Nosotros, en la medida en que perdimos la conexión con la naturaleza, hemos
perdido también la conciencia de nuestra relación de reconocimiento y de
gratitud hacia ella. De ahí la importancia de revisitar a aquéllos y aprender
de ellos el respeto y la veneración que la Tierra merece.
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