27-6-2014-KRADIARIO-N°903
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HACE UN SIGLO: LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
.Por Martín Poblete
Cuando el Canciller Bismarck convocò el Congreso de Berlín
el 13 de junio de 1878, las circunstancias parecían propicias para
entendimientos de largo plazo, particularmente después de los recientes
acuerdos entre Rusia y el Reino Unido, y los primeros consensos en torno al
reparto colonial de Africa, así también parecía entenderlo el Primer Ministro
Benjamin Disraeli.
Sin embargo, a muy
corto andar, el andamiaje cuidadosamente
construido por Bismarck y Disraeli se derrumbarìa bajo el doble impacto de dos
tendencias de simultàneo desarrollo: la
gradual desintegración del Imperio Turco Otomano, y el auge de los
nacionalismos balcánicos.
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Primero fue Chipre a fines de 1878, seguido por Tùnez en
1881 y Egipto en 1882, cortando lazos con el Imperio Turco no sin algo de
intervención británica y francesa; en
1894-95, el alzamiento contra la dominación turca en Armenia fue aplastado
mediante el primer genocidio en la historia moderna; en 1908 oficiales de rango
menor en las guarniciones turcas de Macedonia, la Rebelión de los Jóvenes
Turcos, se alzaron pidiendo terminar con
el imperio y proclamar una monarquía parlamentaria en el modelo británico.
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La incapacidad del Imperio Turco, para controlar el
deterioro de la situación en sus cuatro estados cristianos súbditos en los
Balcanes, desembocò en la Primera Guerra
Balcànica en octubre de 1912 cuando
tropas combinadas de Bulgaria, Grecia, Montenegro y Serbia atacaron las
guarniciones en las provincias europeas
del Imperio Turco, provocando el colapso de su ejército.
En Londres, el Primer Ministro A.H. Asquith
y su ministro de relaciones exteriores Sir Edward Grey, maniobraron para
contener lo que percibìan como el riesgo
de conflagración continental a partir de un conflicto regional,
convocando la Conferencia de Londres el 10 de diciembre de 1912, acordándose un
principio de armisticio; pero las cuestiones pendientes, particularmente la
anexión a Serbia de Bosnia-Herzegovina y
la relación de clientelaje entre los gobernantes serbios y el Imperio
Austro-Hùngaro, provocaron una segunda guerra
balcánica en febrero de 1913.
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Nuevamente la diplomacia británica, apoyada por el desplazamiento al
Adriàtico de algunos de los barcos capitales de la Real Flota del Mediterràneo,
logró traer a las partes a la mesa de negociaciones en el Tratado de Londres
del 30 de mayo de 1913, por el cual Adrianopolis y Rumelia Oriental pasaban a
control de Bulgaria, Salonika a Grecia, Bosnia-Herzegovina en cierta forma
integrada a Serbia en lenguaje ambiguo para evitar reconocer explícitamente su
anexión, y ante las objeciones de Austria-Hungría y Alemania a una posible
salida de Serbia al Adriàtico se acordó crear el Estado de Albania; estos acuerdos fueron ratificados en el
Tratado de Bucarest en agosto de 1913.
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En apariencia, los Balcanes en orden. En realidad, el auge nacionalista continuaba
agitándose con creciente fuerza. Un
grupo de oficiales del ejército serbio, restos de la conspiración culpable del
asesinato del Rey Milan en 1909, habían fundado la sociedad secreta Unidad o
Muerte, conocida también como La Mano Negra; bajo el liderazgo del político
nacionalista Dragutin Dimitrievich cuyo nombre de guerra era Coronel Apis, los conjurados en La Mano Negra establecieron
contacto con grupos de similares
tendencias, proveyendo a un comando de
jóvenes militantes con explosivos y armas de fuego con el fin de matar al
heredero del trono de Austria-Hungría, Príncipe Francisco Ferdinando y su
esposa Sofìa, durante su anunciada
visita a Sarajevo.
El 28 de junio de 1914, un comando de jóvenes nacionalistas
serbios encabezado por Gavrilo Princip, culminaba con éxito el magnicidio; el asesinato del Príncipe Francisco Ferdinando desencadenò una sucesión de acontecimientos, marcados por dinámica de tal
fuerza que en seis semanas todas las
grandes potencias europeas estaban en guerra, confirmando los temores de Sir
Edward Grey, un conflicto continental de gran envergadura iniciado por un
conflicto regional aparentemente controlable.
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