5-6-2014-KRADIARIO-Nº900
LAS MEDIAS VERDADES DEL EX MINISTRO FELIPE LARRAÍN
Por Hugo Latorre Fuenzalida
El ex presidente de Venezuela, don Luis Herrera Campins (del partido socialcristiano COPEI y gobernó entre 1979 y 1984),
soltó una frase en una de las innumerables reuniones de gabinete, cuando su
ministro de hacienda explicaba los efectos de las medidas económicas a tomar.
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Don Luis, presidente por ese entonces, expresó de manera
espontánea y furibunda, con esa voz gruesa que le caracterizaba: ”Pero, chico,
esto es como un cuero seco, si lo pisas de un lado, se levanta del otro”.
Bueno, exactamente así es la economía, aunque no siempre es
un sistema suma cero, pues con esquemas de crecimiento se puede quitar de un
lado sin que otros salgan perjudicados.
La discusión actual sobre la reforma tributaria tiene la
virtud de develar “las barras” a la que se suscribe cada cual. De hecho, se dan “Los de arriba”, “Los de
abajo” y los del medio. Pero sobre
todo se hacen notar “Los de arriba”,
pues son quienes tienen los mayores intereses en juego; tienen los medios de
comunicación a su favor y creen ser portadores de una verdad científica
respecto al poder y la economía.
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“Los de abajo”, ya reclamaron por intermedio de las marchas
organizadas por los estudiantes el año 2011, y algo captaron los políticos
llamados “progresistas”, pues han echado a andar un “programa” que viene
inspirado en recuperar de las cenizas unos derechos ciudadanos y humanos que
habían quedado olvidados en medio del frenesí por crecer y enriquecerse,
delirio que asola a nuestra sociedad de manera demencial y desproporcionada, desde
que descubrieron la palabreja: “libertad de negocios”.
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Los del medio, como es habitual, sufren en el dilema
hamletiano de ser o no ser. Pueden desear mayor justicia, pero sospechan de
toda medida que conduzca hacia el balance de los pesos específicos en el fiel
de la justicia. Dicen estar del lado de los cambios, pero desean que estos sean
tan moderados que prácticamente no sean ni siquiera advertidos ni por unos ni
por los otros. Es decir, se quedan en esto de no ser ni chicha ni limonada, con
lo cual su importancia queda reducida a
la nada misma.
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Bueno, sabemos que el ex ministro de hacienda, Felipe
Larraín pertenece por historia y ponderación a “Los de arriba”, por tanto sus
argumentos tendrán el sesgo de la clase a la que pertenece.
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De esta forma podremos entender que la ex autoridad de
hacienda sostenga que esta reforma tributaria trae aparejada, necesariamente,
una reducción de la inversión.
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Lo que se olvida, oculta, elude o evita decir el ex ministro
es que en economía existen dos sectores de la inversión, que siempre se
contabilizan de manera separada en la macroeconomía: la inversión privada y la
inversión pública. En consecuencia, como lo que se está haciendo con la reforma
tributaria es quitar recursos (que son fondos públicos, pues corresponden al
FUT, y eso son impuestos que el Estado no rescata- pero son suyos- para que los
privados lo inviertan productivamente, es decir para que hagan crecer la
economía productiva) disponibles por el sector privado y los traspasa al sector
público para invertirlos en educación y salud.
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Es decir, lo que se resta en recursos al sector privado, son
destinados por el sector público al mismo proceso de inversión, con lo cual se
genera un nuevo balance en la inversión global; es decir, la inversión de Chile no disminuye…., cuando mucho se
equilibra en un nuevo punto, esta vez más favorable a la inversión pública.
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Un cambio necesario de énfasis
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La sociedad chilena entregó al oficio privado la casi
totalidad de la responsabilidad de su desarrollo, negando al sector público los
recursos necesarios para acometer sus tareas indispensable para el sano
desenvolvimiento del conjunto de sus habitantes. Este déficit enorme queda de
manifiesto en el rezago del gasto en salud y educación pública, en justicia, en
trabajo y en infraestructura estratégica: energía, agua y servicios. De hecho,
al ingresar Chile a la OCDE, quedó evidenciado que no pasamos la prueba de la
blancura en casi todos las medidas comparativas.
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Este sesgo tan marcado hacia el sector privado, se mostró fallido
y equívoco como estrategia de desarrollo, pues lo que ha crecido es una
economía privada y restringida a unas pocas grandes empresas y una economía
primarioexportadora, en manos mayoritariamente de empresas extranjeras, las que
reinvierten poco o de forma poco integradas al desarrollo global de Chile.
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Se ha forjado una economía oligopólica en extremo, de hecho
somos una de las economías más concentradas del planeta; no hemos sido capaces
de forjar un salto tecnológico productivo que nos ponga a competir aunque sea
en las ligas menores de los mercados.
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Las ventajas tributarias otorgadas a nuestras empresas con
capacidad de excedentes, no han sido usadas para la finalidad de un desarrollo
productivo estratégico, reservándose, más bien, para el uso financiero
especulativo, lo que nos hace garantizar, a futuro, una sociedad frustrada y
truncada en sus posibilidades.
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Es por todas estas razones que es necesario y urgente
comenzar a dirigir los caudales de la inversión nacional hacia un terreno
diferente, que genere desarrollo real y no espurio, que promueva la industria y
no el consumo, que gravite en el largo plazo y no en la inmediatez del
presente.
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No es un secreto que el sector empresarial ha gozado en
Chile de dos grandes fondos de
disponibilidad discrecional: el FUT (impuestos no cobrados) y los fondos de las
AFP (ahorro de los trabajadores chilenos). Ambos fondos suman casi dos PIB
chilenos, lo que representa una masa de recursos apropiada por el sector
empresarial tan enorme que no tiene parangón en otra parte del planeta.
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El Estado debe comenzar a jugar un rol estratégico en la
conducción del desarrollo. Los ciclos virtuosos de los negocios privados se han
mostrado insuficientes y deficientes a la hora de evaluar la cantidad como la
calidad del crecimiento económico de Chile. No es necesario llegar a profundizar en un proceso estatizador, sino a
ponderar una alianza simbiótica y virtuosa entre el sector privado y público,
pero ahora en una estrategia seria y responsable dirigida al desarrollo
efectivo y no más a esta especulación expropiadora, cuando se habla de ciencia
económica, y no como se ha dado esta
vez, desde el empresariado privado, en desmedro
y a expensas de los trabajadores y de los recursos nacionales.
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Es por ello que el ministro saliente de hacienda debe decir
la verdad entera en lo relativo a la ciencia económica, y no marcar la página
con su óptica tergiversada. Debe decir, en consecuencia, que lo que se hace
ahora es quitar algo del concentrado capital privado para poder diversificar
los objetivos de la inversión, integrando a estas tareas al sector público,
pues éste deberá hacerse cargo de
aquellos desafíos para los cuales la inversión privada se mostró ineficiente e
ineficaz, socialmente hablando.
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