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miércoles, 4 de junio de 2014

4-6-2014-KRADIARIO-Nº900
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CHINA PROYECTA UNA LARGA SOMBRA SOBRE AMÉRICA LATINA
Por Jill Richardson (*)
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En los últimos 15 años, China pasó de ser un socio económico relativamente menor de América Latina a ocupar la primera posición en la balanza comercial de algunas de las mayores economías de la región.
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En muchos casos, China desbancó a Estados Unidos de lo que Washington consideraba su propio patio trasero. En su conjunto, las exportaciones latinoamericanas a China crecieron considerablemente a partir del año 2000, con una expansión anual promedio de 23 por ciento.
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Sin embargo, este cuadro relativamente optimista oculta el hecho de que en los últimos años ese porcentaje se redujo precipitadamente. En 2012 el crecimiento de las exportaciones a China bajó a 7,2 por ciento.
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Gran parte de la contracción se puede atribuir a la caída de los precios de las materias primas. Aunque las exportaciones latinoamericanas a China crecen en volumen, la volatilidad de los precios permitió el estancamiento de su valor, cuando no su caída.
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América Latina tiene una fuerte dependencia de la exportación de sus materias primas a China y esto hizo que la región sea vulnerable a las fluctuaciones de precios. Más de 50 por ciento de sus envíos al exterior se limitan a tres sectores: el cobre, el hierro y la soja.
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Esta falta de diversificación genera un conjunto de problemas, ya que los precios del cobre y del hierro cayeron en un porcentaje de dos dígitos en los últimos años, mientras los valores de la soja comenzaron a estancarse.
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Además, estos tres principales productos de exportación se concentran en Argentina, Brasil y Chile, lo que revela también la falta de diversificación regional en las ventas a China.
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Por el contrario, las exportaciones chinas a América Latina crecen tanto en volumen como en valor, sobre todo debido a la diversidad y a la naturaleza relativamente especializada de los productos exportados, en su mayoría provenientes del sector manufacturero, con un fuerte énfasis en la electrónica y los vehículos.
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Estas industrias, en comparación con las materias primas, son mucho menos propensas a la volatilidad de los precios.
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La consecuencia de esta tendencia es el déficit comercial que se abrió paso entre América Latina y China desde 2011. Aunque el volumen de las exportaciones latinoamericanas va en aumento, la naturaleza fundamental de sus productos socava el crecimiento y genera un problema en la balanza de pagos.
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Mientras los precios de los productos básicos sigan a la baja, esta tendencia se mantendrá a lo largo de 2014.
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A medida que China continúe superando a Estados Unidos como el principal socio comercial de América Latina, la influencia de Washington en la región podría menguar.
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Es probable que la política exterior de la región se rija en el futuro próximo por la mayor dependencia de la demanda china por los productos básicos de exportación latinoamericanos.
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China ya empleó su peso económico para disminuir la influencia política de Taiwán en América Latina.
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Los nacionalistas chinos ven al pequeño estado insular como una extensión rebelde del territorio chino. Por eso los gobiernos chinos han procurado limitar todo apoyo internacional a la independencia de Taiwán.
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Si la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Corte Penal Internacional alguna vez tratan el asunto, Beijing ya tiene asegurado el respaldo de casi todos los países latinoamericanos.
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Algunos de los países de tradición de izquierda en la región se arriman a China por razones políticas, ya que la ven como una alternativa a la hegemonía de Estados Unidos, pero quizás más significativamente es que lo hagan por razones económicas.
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Naciones productoras de petróleo – como Venezuela, Brasil y Ecuador – son enormemente dependientes de la economía china, y Beijing ejerce gran influencia en ellos por este motivo. En consecuencia, tienden a seguir el liderazgo chino en el escenario diplomático internacional.
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De hecho, un reciente estudio concluyó que cuanto mayor sea el comercio de un país con China, más propenso estará a votar a favor de Beijing en la ONU.
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Eso limitará la capacidad internacional para indagar en la situación de derechos humanos china, y podría significar una gran ayuda para aquellos países en conflicto que reciben el apoyo de Beijing, pero no el de Washington.
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En última instancia, a medida que China continúa la expansión de su influencia política y económica en América Latina, es posible que Washington se sienta cada vez más ajeno en lo que otrora calificaba como “el patio trasero de Estados Unidos”.
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(*) - Jill Richardson es investigadora en comunicaciones de la Iniciativa de Gobernanza Económica Mundial de la Universidad de Boston y colaboradora de Foreign Policy In Focus. Actualmente realiza una maestría en Relaciones Internacionales y Comunicación. Este artículo apareció por primera vez en Foreign Policy in Focus. Publicado por IPS y Other News

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