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martes, 8 de octubre de 2013

8-10-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N° 873
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LAS ANTINOMIAS DE ANDRÉS VELASCO

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Andrés Velasco es economista y político. Fue ministro  de hacienda de Bachelet y pre candidato presidencial, bajo el paraguas del PPD, aunque con la consigna de independiente.

Esto ya configura una “mala práctica”, pues eso de parecer ser  y no ser, es un viejo recurso de la derecha, que siempre han percibido la política como un sucio populismo, entonces se disfrazan de independientes, aunque todo el mundo sabe con cual mano firman.
Andrés Velasco es un economista de características ambiguas, pues  presenta un discurso  de cierto progresismo “valórico”, es decir de aquellos temas en que se amplía el espacio de libertades personales: igualdad de sexo, libertad de credos y cierto igualitarismo.

Pero en los temas propiamente económicos: distribución de la riqueza, de las oportunidades, de las inversiones balanceadas socialmente, de derechos sociales (laborales, salud, educación), redistribución de las cargas tributarias, condiciones de la inversión extranjera, regulación del Estado, etc., que son indudablemente parte de la equidad básica que permite la posibilidad de los otros derechos “progresistas” y libertarios, sean efectivamente hecho carne, el economista Velasco se exhibe como un conservador.
A Velasco se le debe reconocer el manejo de la crisis “Subprime”, puesto que evitó  el traslado a Chile de los efectos  tremendos que esa situación podía producir en nuestra economía interna. Lo hizo sacando ejemplos de la muy mala política implementada por el gobierno de Frei Ruiz Tagle y su ministro de hacienda,  Andrés Aninat , quien junto al  presidente del Banco Central, señor Carlos Massad, sumergieron a Chile en una recesión de 5 años y medio, sin ninguna necesidad, simplemente por ser más monetaristas que los hipermonetaristas de la derecha más ortodoxa, proceso que aconteció durante la anterior “crisis asiática”.

Velasco puso a circular más plata en el mercado interno, se gastaron más de 18.000 millones de dólares de las reservas y eso reactivó la economía lo suficiente para evitar una caída  en recesión, cuyos efectos hubiesen sido similares a los que produjo la crisis de los años 80.
Bueno, pero íbamos a referirnos a las contradicciones del discurso y posicionamiento de Velasco.

Este economista plantea que los políticos están depreciados por sus “malas prácticas”. Pero  es necesario e insoslayable el tratar de traducir qué se entiende por “malas prácticas” en política. De hecho no ha quedado nunca muy en claro, pues esa frase se suelta como un mantra, como una letanía monástica, que no requiere más que repetirse y esperar su efecto por virtud de su iterado eco.
“Malas prácticas” en política son tantas, tan diversas y tan extendidas, que uno se pregunta que si lo que se debe buscar, más bien,  son los oasis de “buenas prácticas” que puedan existir en algún momento de la historia moderna y en algún territorio excepcionalmente virtuoso del planeta.

“Malas prácticas” se pueden hacer sinónimos de la política y con ello usted se ahorra más explicaciones, siempre un tanto circulares, es decir, economizaría  tinta y saliva.
Cualquiera que comience a deshuesar el ejercicio ministerial de Velasco encontrará un sinnúmero de “malas prácticas”: como el negar el posnatal a las trabajadoras del país, el descuento del 7% a los jubilados, el no querer corregir las triquiñuelas tributarias para evadir impuestos, el legitimar las rentas ilegales del lucro en la educación,etc., etc.

El señor Velasco anticipa en una entrevista de fin de semana que uno de los políticos que suscriben sus ideas de “buenas prácticas”, y que por tanto se hace acreedor a su apoyo personal es Soledad Alvear. Sin embargo, el economista Velasco olvida que la senadora Alvear ha sido una de las  más encumbradas realizadoras de las “malas prácticas”: dividió a la Democracia Cristiana, por simple juego de poder y hegemonía interna, operó como la más incisiva cooptadora de votos parlamentarios para  aprobar el “Tratado Minero”  con Argentina, que de paso es el más bochornoso, escandaloso,  absurdo y torpe  de los proyectos que Chile haya podido firmar a nivel internacional. La senadora Alvear es propietaria de universidades privadas que lucran, y que además fue beneficiada con la transferencia de varios miles de millones de pesos, acto ejecutado por su ex secretario cuando fue ministra de justicia y que luego ocupó un alto cargo en el mismo ministerio.
La señora Alvear ha sido también collera y mollera con el político Gutenberg Martínez, su esposo, quien además es la más insigne y ejemplar figura de las “malas prácticas” en política.

Como el señor Velasco se considera  juez supremo de las prácticas buenas o malas en política, ha decidido absolver a la señora Alvear por el simple hecho de acoger, ésta, formalmente la  prédica velasquista,  de corregir la política, cosa nada difícil de hacer para cualquier político, sobre todo en tiempos electorales.
Velasco apunta además a desarrollar su propuesta de “buenas prácticas” con sectores independientes y de los movimientos sociales. Es decir, lejos de los partidos, a los que considera irrecuperables. Pero los movimientos sociales, en general, giran hacia el progresismo y hacia los cambios estructurales, mientras que Velasco  endereza su proa hacia la mantención del modelo, que es, en verdad, la causa primera y eficiente de todas las perversiones políticas del Chile actual.

Entonces, como en ciencias políticas se entiende, desde Aristóteles, que el principio fundamental es la “no contradicción”, podemos colegir que el discurso de Velasco es un “falso discurso”, justamente por caer en flagrante contradicción, con lo que es propio de lo que trata de erradicar y, curiosamente hasta ahorita, nunca el fuego ha sido un material apto para apagar un incendio, por lo que lo más probable es que este destacado ex ministro termine consumido en las llamas de este fuego, que él mismo ayudó a alimentar, porque viene  aproximándose provisto de un “rabo de paja”.

 

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