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LAS ANTINOMIAS DE ANDRÉS VELASCO
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Andrés Velasco es economista y político. Fue
ministro de hacienda de Bachelet y pre
candidato presidencial, bajo el paraguas del PPD, aunque con la consigna de
independiente.
Esto ya configura una “mala práctica”, pues
eso de parecer ser y no ser, es un viejo
recurso de la derecha, que siempre han percibido la política como un sucio
populismo, entonces se disfrazan de independientes, aunque todo el mundo sabe
con cual mano firman.
Andrés Velasco es un economista de
características ambiguas, pues presenta
un discurso de cierto progresismo
“valórico”, es decir de aquellos temas en que se amplía el espacio de
libertades personales: igualdad de sexo, libertad de credos y cierto
igualitarismo.
Pero en los temas propiamente económicos:
distribución de la riqueza, de las oportunidades, de las inversiones
balanceadas socialmente, de derechos sociales (laborales, salud, educación),
redistribución de las cargas tributarias, condiciones de la inversión extranjera,
regulación del Estado, etc., que son indudablemente parte de la equidad básica
que permite la posibilidad de los otros derechos “progresistas” y libertarios,
sean efectivamente hecho carne, el economista Velasco se exhibe como un
conservador.
A Velasco se le debe reconocer el manejo de la
crisis “Subprime”, puesto que evitó el
traslado a Chile de los efectos
tremendos que esa situación podía producir en nuestra economía interna.
Lo hizo sacando ejemplos de la muy mala política implementada por el gobierno
de Frei Ruiz Tagle y su ministro de hacienda,
Andrés Aninat , quien junto al
presidente del Banco Central, señor Carlos
Massad, sumergieron a Chile en una recesión de 5 años y medio, sin
ninguna necesidad, simplemente por ser más monetaristas que los hipermonetaristas
de la derecha más ortodoxa, proceso que aconteció durante la anterior “crisis
asiática”.
Velasco puso a circular más plata en el
mercado interno, se gastaron más de 18.000 millones de dólares de las reservas
y eso reactivó la economía lo suficiente para evitar una caída en recesión, cuyos efectos hubiesen sido
similares a los que produjo la crisis de los años 80.
Bueno, pero íbamos a referirnos a las
contradicciones del discurso y posicionamiento de Velasco.
Este economista plantea que los políticos
están depreciados por sus “malas prácticas”. Pero es necesario e insoslayable el tratar de traducir
qué se entiende por “malas prácticas” en política. De hecho no ha quedado nunca
muy en claro, pues esa frase se suelta como un mantra, como una letanía monástica,
que no requiere más que repetirse y esperar su efecto por virtud de su iterado
eco.
“Malas prácticas” en política son tantas, tan
diversas y tan extendidas, que uno se pregunta que si lo que se debe buscar,
más bien, son los oasis de “buenas
prácticas” que puedan existir en algún momento de la historia moderna y en
algún territorio excepcionalmente virtuoso del planeta.
“Malas prácticas” se pueden hacer sinónimos de
la política y con ello usted se ahorra más explicaciones, siempre un tanto circulares,
es decir, economizaría tinta y saliva.
Cualquiera que comience a deshuesar el
ejercicio ministerial de Velasco encontrará un sinnúmero de “malas prácticas”:
como el negar el posnatal a las trabajadoras del país, el descuento del 7% a
los jubilados, el no querer corregir las triquiñuelas tributarias para evadir
impuestos, el legitimar las rentas ilegales del lucro en la educación,etc.,
etc.
El señor Velasco anticipa en una entrevista de
fin de semana que uno de los políticos que suscriben sus ideas de “buenas
prácticas”, y que por tanto se hace acreedor a su apoyo personal es Soledad
Alvear. Sin embargo, el economista Velasco olvida que la senadora Alvear ha
sido una de las más encumbradas
realizadoras de las “malas prácticas”: dividió a la Democracia Cristiana, por
simple juego de poder y hegemonía interna, operó como la más incisiva
cooptadora de votos parlamentarios para
aprobar el “Tratado Minero” con
Argentina, que de paso es el más bochornoso, escandaloso, absurdo y torpe de los proyectos que Chile haya podido firmar
a nivel internacional. La senadora Alvear es propietaria de universidades
privadas que lucran, y que además fue beneficiada con la transferencia de
varios miles de millones de pesos, acto ejecutado por su ex secretario cuando
fue ministra de justicia y que luego ocupó un alto cargo en el mismo
ministerio.
La señora Alvear ha sido también collera y
mollera con el político Gutenberg Martínez, su esposo, quien además es la más insigne y
ejemplar figura de las “malas prácticas” en política.
Como el
señor Velasco se considera juez supremo
de las prácticas buenas o malas en política, ha decidido absolver a la señora
Alvear por el simple hecho de acoger, ésta, formalmente la prédica velasquista, de corregir la política, cosa nada difícil de
hacer para cualquier político, sobre todo en tiempos electorales.
Velasco apunta además a desarrollar su
propuesta de “buenas prácticas” con sectores independientes y de los
movimientos sociales. Es decir, lejos de los partidos, a los que considera
irrecuperables. Pero los movimientos sociales, en general, giran hacia el
progresismo y hacia los cambios estructurales, mientras que Velasco endereza su proa hacia la mantención del
modelo, que es, en verdad, la causa primera y eficiente de todas las perversiones
políticas del Chile actual.
Entonces, como en ciencias políticas se entiende, desde
Aristóteles, que el principio fundamental es la “no contradicción”, podemos
colegir que el discurso de Velasco es un “falso discurso”, justamente por caer
en flagrante contradicción, con lo que es propio de lo que trata de erradicar
y, curiosamente hasta ahorita, nunca el fuego ha sido un material apto para
apagar un incendio, por lo que lo más probable es que este destacado ex
ministro termine consumido en las llamas de este fuego, que él mismo ayudó a
alimentar, porque viene aproximándose
provisto de un “rabo de paja”.
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