Por Abraham Santibañez
Entre los principales dilemas éticos está el choque entre dos importantes valores: verdad y lealtad. Hay otros según explicó en Chile el especialista norteamericano Rushwrth Kidder: justicia y compasión; individuo y comunidad; corto y largo plazo.
El conflicto entre la verdad y la lealtad se nos presenta desde la niñez: a todos se nos inculca el valor de la verdad y, al mismo tiempo, se nos enseña a ser leales, especialmente con nuestros compañeros en el colegio. A no ser “acusetes”, en suma. Actitudes encomiables, por cierto y que, en general, no tienen por qué entrar en conflicto. Pero puede ocurrir.
Para un niño, el dilema más frecuente es el que se le presenta cuando sabe que alguien –un amigo- ha cometido una falta y se le pide que diga lo que sabe. No es fácil resolver si es “mejor” hablar que callar; si debe decir la verdad e inculpar a su compañero o no decir nada, guardarle las espaldas al amigo, a riesgo de que un inocente sea inculpado o nunca se sepa qué fue lo que pasó.
Para la mayoría puede ser un drama desgarrador. Pero hay quienes han resuelto fácilmente el dilema optando por el silencio y lo han mantenido –imperturbables, ajenos al dolor de miles de familias- por casi 40 años.
Solo los remordimientos de conciencia y la tenacidad de un juez, han permitido, en muy escasas oportunidades, romper este código de silencio. Se acaba de comprobar en el caso de la muerte de Víctor Jara. El viernes, el ministro en visita de la Corte de Apelaciones, Miguel Vázquez Plaza, dio a conocer los nombres de los ocho presuntos responsables de su asesinato.
Nunca tuvo una colaboración eficaz: "El ejército no entregó ni un sólo nombre. Lo digo porque me parece relevante este antecedente, que para la causa habría sido muy trascendente. El ejército sabe quiénes estaban allí (en el estadio Chile, ahora Víctor Jara en 1973). Todo (lo que se ha averiguado) ha sido obra de los jueces que están en la causa. Porque con esa inmensa dificultad lograron dar con los ocho procesados", indicó Nelson Caucoto, abogado de la familia de Jara, en una entrevista con Radio Cooperativa. "Sería importante que el Ejército cumpliera sus labores profesionales, que son exigidas por la Constitución. Que entregara toda la información. Me parece que sí tienen información, todavía, porque a pesar del tiempo, tienen los archivos de inteligencia, del Estado Mayor", añadió Caucoto. En otras palabras, sigue subsistiendo una errada valoración de la lealtad por encima de la verdad.
El que, finalmente, la horrorosa historia del asesinato del cantautor esté definiéndose en tribunales es un paso alentador.
Pero no hay que olvidar que todavía quedan, sin aclarar, cientos de otros casos de víctimas de la dictadura, tal vez con menos relevancia o menores recursos para persistir en su demanda de justicia.
Para ellos, la verdad es un valor intransable.
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