Por Hugo Latorre Fuenzalida
Esta frase dicha por el presidente Sebastián Piñera en la cumbre CELAC-UE, parece un detonante de alto poder o un tapabocas categórico. Sin embargo, este decir del presidente chileno carece de la credibilidad que su tono parece buscar.
Es que Chile ha estado negociando su soberanía desde hace 35 años y de manera bastante chambona, entreguista y dilapidadora. Además lo ha hecho de manera consciente y como política de Estado. Pero no es Chile quien ha hecho este tremendo despropósito histórico, es la fracción que se ha apropiado del poder desde que claudicó la democracia y ratificado también por la otra fracción que ha mantenido el poder desde que regresó esa democracia “posmoderna”(o mejor calificada de “postsocial”), que nos martiriza hasta hoy.
Esta elite latinoamericana, y la chilena con particular acuciosidad, se han esmerado en transferir la soberanía territorial, física, productiva, jurídica y cultural a quién quiera comprarlas, siempre por precio vil y en condiciones tan poco exigentes que más bien parecen un obsequio, una donación o un presente gracioso hecho casi siempre a los poderes económicos de adentro y de afuera.
Así, hemos ido perdiendo soberanía en nuestros mares, bosques, costas, lagos, ríos, aguas, minerales, carreteras, calles, parques, universidades, colegios, prensa, televisión, radio, residencias, bancos, energía, sanitarias, salud, etc., etc.
Esto no se trata de “metritos más metritos menos”-que ha sido otra forma de perder eso que llaman “soberanía”, sino que son leguas y leguas de soberanía que se han regalado, entregado, concedido, donado, obsequiado de la forma más antojadiza, discriminatoria, venal, boba, estúltica, mendaz, torpe, solapada y mafiosa que se pueda imaginar. Todo en nombre de una globalización que nos ha desnudado de todo lo que teníamos y nos violenta con todo lo que ellos ahora poseen. En nombre de un “liberalismo” económico que se ha convertido en libertinaje para unos pocos a cambio de una verdadera nueva esclavitud de muchos.
Entonces no puede menos que sorprender el hecho que un presidente como Piñera, que ha estado en el centro de este proceso que consiste en “robar” soberanías propias para transferirlas a los ajenos, de pronto alce la voz porque otro presidente alega que los territorios soberanos de Bolivia fueron mal apropiados por Chile en una guerra de intereses espúreos y que constituye una tropelía histórica que es necesario “negociar” de una manera minimalista, que se concreta con un simple derecho soberano a salir al mar.
No es para enojarse, ni siquiera molestarse, luego de lo que han hecho con nuestra principal y soberana riqueza durante los últimos 40 años. Simplemente porque Bolivia pide algo que les perteneció y que ahora reclaman sin el arma detrás de la nuca. Ellos no piden regalo de soberanía (que es lo que nuestros político han hecho con toda nuestra riqueza); ellos piden negociar con áreas que a Chile interesarían y de las cuales ambos países se beneficiarían. Esto, por cierto es bastante más justo, razonable, ético y positivo que lo que han hecho con las transnacionales y con las grandes familias de la oligarquía criolla, a la que no han reclamado compensación alguna por tanta soberanía regalada.
Esta salida, esta respuesta estentórea del presidente no es más que un “flatus voci”, un regurgitar de odios y prejuicios, un gamonalismo despectivo y una bravuconada de poco culta estridencia, contra un país que tiene todas las condiciones para instalar una relación de convivencia armónica y provechosa con Chile.
De dónde viene este extremismo soberanista, cuando es esta misma gente la que se ha vendido y ha prostituido nuestra soberanía en cualquier callejón e incluso a ojos vista de una sociedad que ya no sabe si llorar o rebelarse, dado el desparpajo, el descaro y la insolencia de personajes que se maquillan de probos y puristas, en un travestismo comedioso, patético y vergonzante.
Esta burguesía nuestra goza de una condición patológica, parecido al hermafroditismo, pues es muy macho para con los pueblos débiles y tremendamente femenino y reverencial para con las naciones de gran poder. Así queda expuesto en el discurso del presidente Piñera ante los gobernantes de Europa. Cree que tendrá una negociación provechosa con esos estados, cuando lo que pesa como experiencia histórica y presente es que esas naciones vienen por más, pero por más de nuestros recursos y no para sacarnos a nosotros del atraso. Más bien ven a América Latina como un espacio de “apropiación” económica donde se puede pensar en que les saquemos los pies del barro en que se encuentran inmersos por estos días.
Y no es que sea ingenuidad del presidente chileno, es simplemente postura consciente de que en este entreguismo soberano son las familias de los poderosos de Chile las que ganan, aunque sea en formas de asociación minoritaria; pero , además, saben que es el pueblo de a pie el que perderá, pues las riquezas soberanas son su único patrimonio y lo están transfiriendo a manos llenas sin que se enteren ni se duelan…Y si se enteran, peor para ellos pues tendrán que contener su rabia, ya que la manu militar está entrenada y bien dispuesta a defender los principios de “soberanía” y de “estado de derecho”, que es finalmente el derecho de los ricos, para los ricos y por los ricos.
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