Irán envía mono vivo al espacio

Fue una cuestión de minutos, pero bastó para que el episodio se convirtiera en una de las peores tragedias de la historia de Brasil. “La banda que tocaba en el palco comenzó a tirar bengalas y de repente interrumpieron el show y apuntaron hacia arriba. Había fuego en el techo y en cuestión de segundos comenzaron a caer pedazos de goma en llamas”. Este fue el relato de uno de los jóvenes que sobrevivieron al pavoroso incendio que destruyó en el comienzo del domingo la discoteca Kiss, en la ciudad brasileña de Santa María, estado de Río Grande do Sul, a 300 kilómetros de Porto Alegre. El fuego y el humo tóxico dejaron 233 muertos y casi dos centenares de heridos, la mayoría víctimas de la asfixia y de los pisotones cuando se cayeron o fueron derribados en su desesperado intento de ganar la única salida, que estaba cerrada. Todo ocurrió durante un festival que había sido organizado por estudiantes de la Universidad Federal de Santa María. Por una de esas ironías malditas del destino, la fiesta había sido denominada “Aglomeración”. La tragedia se inició cerca de las dos de la madrugada, hora local, cuando tocaba el grupo Gurizada Fandangueira. “Los guardias trataron de impedir nuestra salida, y a eso se sumó que había unas barreras colocadas en la entrada del local para organizar el ingreso. Había que saltar por encima de ellas para ganar la calle”, dijo el joven de 26 años. Anoche, la administración de la discoteca Kiss lamentó la tragedia y sostuvo en una nota que sus trabajadores “están debidamente entrenados y preparados para cualquier situación de contingencia”. Asimismo, dijo que la prioridad de la empresa era asistir a los sobrevivientes y las familias de las víctimas, para lo que ofreció un “equipo multidisciplinar” con psicólogos y médicos. Esta es la segunda gran tragedia brasileña. La primera ocurrió en 1961 cuando se quemó el Circo Americano y dejó 503 víctimas en Niteroi. Anoche, Dilma dispuso tres días de luto nacional.
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