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martes, 4 de octubre de 2011

Dinamarca intentará salir de la crisis a través de una coalición izquierdista - Termina una controvertida era conservadora

Dinamarca estrena un Gobierno atípico en Europa. La izquierda, con la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt (foto izquierda) a la cabeza, se impuso en las elequierdistacciones del pasado septiembre acabando con una década de poder conservador. La primera mujer en convertirse en primera ministra del país liderará el Bloque Rojo que, a partir de enero del año que viene, dirigirá además la Unión Europea durante la presidencia rotatoria, informó hoy el diario electrónico Público es.

La victoria de los socialdemócratas, segunda fuerza más votada con unos resultados que les llevaron a perder un escaño, fue posible gracias al auge de sus socios de izquierda en las urnas. También ayudó el hundimiento de los conservadores y la ultraderecha, que acabaron con las esperanzas del Bloque Azul liderado por los liberales del anterior primer ministro Lars Lokke Rasmussen, la formación con mayor número de votos.

Así las cosas, Thorning-Schmidt ha presentado su gabinete formado por 23 ministros, cinco más que en el anterior Ejecutivo, de los que 11 serán para los socialdemócratas y los otros doce se los repartirán a partes iguales sus aliados. El nuevo equipo destaca por su compromiso por una política económica y de inmigración que rompa con la de anterior administración. Y, también, sobresale por su juventud: el nuevo responsable de Hacienda, Thor Möger Pedersen, tiene sólo 26 años.

Controles en las fronteras

Thorning-Schmidt deberá lidiar entre las peticiones de sus socios de Gobierno —el Partido Socialista Popular y el centrista Partido Radical Liberal— y tener un ojo puesto en la formación de extrema izquierda Lista Única, que apoyará externamente al nuevo Gobierno, y que mantiene diferencias con los otros partidos en asuntos como la reformas de las pensiones y las prejubilaciones y los recortes sociales.

Tras dos semanas de negociaciones, el programa electoral de los progresistas ha sufrido su primer varapalo. Los radicales liberales, que defienden las reformas económicas de la derecha, han hecho valer su papel de partido bisagra en el pacto del Gobierno de coalición y han obligado a socialdemócratas y socialistas a renunciar a una parte importante de su política económica, como a no tocar la reforma laboral aprobada por los conservadores y a no imponer nuevos impuestos a las rentas más altas y a los bancos.

El Bloque Rojo ha puesto de manifiesto, por otro lado, que no llevará a cabo el plan de la anterior administración de instaurar puestos de control aduanero permanentes, como se anunció durante la campaña electoral. El nuevo Gobierno pretende realizar un control aduanero efectivo fruto de "un despliegue móvil, flexible y basado en el trabajo policial de acuerdo con las reglas comunes que rigen en la UE".

La anterior coalición de derecha había sacado adelante un acuerdo en mayo, ratificado por el Parlamento dos meses después, para instaurar controles en las fronteras con Suecia y Alemania, lo que provocó recelos por la posibilidad de que violase el tratado de Schengen de libre circulación. Cincuenta nuevos agentes comenzaron a realizar a principios de julio controles esporádicos.

El plan, criticado desde la entonces oposición, Bruselas y otros países, surgió en medio de un debate por la oleada de inmigrantes del norte de África y tras el que la UE modificó el tratado para permitir el restablecimiento temporal de fronteras internas. La Comisión Europea tenía pendiente aún difundir un informe sobre la legalidad del proyecto, mientras la anterior administración danesa defendía que respetaba la legalidad vigente.

Asimismo, la férrea política de inmigración y asilo político instaurada por el anterior Gobierno con el apoyo de la ultraderecha se verá ahora suavizada, aunque algunas de sus líneas maestras seguirán vigentes.

La crisis económica centró la campaña y el abordaje que el nuevo Ejecutivo haga sobre ella dependerá su éxito y fracaso. El papel de Thorning-Schmidt no sólo será el de encabezar un proyecto que pretenda solventar un agujero de 6.300 millones de euros en las cuentas públicas o una tasa de empleo, del 6%, que se ha duplicado en dos años. También deberá aunar las diferencias de sus socios y sacar adelante uno de los escasos gobiernos de tinte progresista que hoy perviven en Europa.


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