La Concertación anda como gallina clueca, de reunión en reunión, tratando de presentar un rostro de preñez que anuncia un parto prometedor: la criatura se llamará Bachelet.
Es indudable que la ex presidenta mantiene un alto nivel en las encuestas, lo que propicia que la desbandada Concertación ponga todo su empeño en presentar unidad. La Tohá ve tan feo el rostro de la Concertación que la considera un impresentable caballero para cortejar a la dama presidenciable, por tanto desea cambiarle el nombre. Los DC se apegan al galán oficial, aquél que exhibe lazos jurídicos con la dama, el PS, por aquello de que quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Si forma el núcleo histórico con los socialistas, entonces la DC no queda al descampado de su pobre respaldo electoral y puede negociar más cupos que los que en realidad merece. El militante DC señor Pizarro, ha osado pedir humildemente al PS que no los dejen solos en esta nueva aventura bacheletista.
A los Radicales les conviene cualquier estrategia que los mantenga adentro, es decir con más cargos que los que representan; pueden, entonces, jugar a la renovación como mañana a instalarse en el sillón de los históricos, lo importante son los resultados.
La cosa es que este conglomerado confuso y desacreditado, no se da cuenta que sólo están en las preliminares del proceso electoral (que es lo único que los mueve y conmueve). No saben que las preferencias en las encuestas suelen variar tan abruptamente como el clima de abril, y lo que hoy puede representar una aceptación mayoritaria, mañana puede amanecer bajo la mesa, si no pregúntenle al ministro Golborne, ese hombre dado a la luz del liderazgo derechista, desde el hoyo minero, junto a los 23. De ese parto múltiple y milagroso de la madre Tierra, ya han desaparecido casi todos en el anonimato de la vida.
Pero en todo caso, suponiendo que el electorado cayera bajo el influjo de la sonrisa “Gicondina” de la señora Bachelet y concretara su postulación, lo que no se da cuenta este conglomerado es que el desgaste de la Concertación es de tal magnitud que, antes de ser un aporte, se convertirán en una mochila, en una verdadera rémora.
Por otra parte, la misma señora Bachelet, que ha sido ministra por varios períodos y luego presidenta, no puede hacerse indemnemente a un lado de las desastrosas omisiones y acciones de la Concertación, durante los últimos 20 años. Su mismo ejercicio presidencial está marcado por hechos tremendamente cuestionables. Si miramos sólo el tema de los Pingüinos, donde se traicionó a los muchachos, se les embaucó y se les corrompió a muchos, hasta que se les dio en las narices con sus reclamos de reformas a la educación. Sacaron una LEGE refrita, manejada cerradamente en connivencia con la derecha, en el Congreso, y ahí están los resultados: un movimiento nacional, con apoyo de más del 75% de la población y con un levantamiento adicional de la clase media nacional, expresada en tantos otros sectores que se empiezan a manifestar contra todo lo obrado, no por este gobierno sólo, sino contra lo que actuó la Concertación, y madame Bachelet incluida, en los últimos 20 años.
Por eso es dable creer que la Concertación y Bachelet se está engañando en la partida de la interpretación de la realidad política chilena.
¡Es que no hay nadie más para las próximas elecciones! Dirán los concertacionistas y otros de mirar simple y ramplón.
Eso es cierto. Es que ya se acabaron los tiempos de los “delfines” impuestos desde los partidos y desde las encuestas callejeras. Todavía no se ha resuelto el problema de los estudiantes. No se sabe a dónde derivará, por tanto es muy temprano para sacar cuentas alegres sobre el futuro electoral. Vivimos la era de la incertidumbre.
Es posible que los estudiantes cedan y regresen a clase, lo cual quitaría dramatismo a la situación que vive el país. Eso daría capacidad de maniobra al sistema para operar por un tiempo más. Pero recordemos que vienen tiempos de crisis a nivel planetario, con inflación o deflación, o ambas; que habrá menos dinero para gastar y problemas de empleo, justamente en un momento en que la llamada “clase media”, esa que estuvo ilusionada con las promesas del modelo neoliberal por casi treinta y cinco años, y que ahora sabe que la “alegría” no llegó, sino como “presente griego”, y que lo poco que han adquirido se paga con endeudamiento usurero, y que carga sobre sus espaldas el 8% del ingreso que se lleva el 20% más rico de la población (regalado por el presupuesto fiscal) y otro 28% de lo que se transfiere al 20% más pobre de la sociedad (transferencias sociales).
Esa “clase media” que debe pagar todas las cuentas del Estado, más todas las cuentas de educación, salud y comunicación de su familia, ya se encuentra colapsada y no ve salida por fuerza propia. Entonces han sido sus hijos quienes han tomado las calles. Y si no se han dado cuenta los políticos, esta es una protesta de la llamada “clase media”, que se encarna a través del valor inmenso de esos muchachos que nunca pudieron temer al “cuco” de la represión pinochetista y que tampoco se doblegan ante la policía, que ahora y durante los gobierno de la Concertación y de la señora Bachelet, incluida, les viene maltratando de manera encarnizada.
Yo me confieso incrédulo ante un retorno de la Concertación, como de cualquier miembro de ese sector, por muy bien ubicado que esté en las encuestas. Los tiempos son otros y si la señora Bachelet, por arte de la mala memoria de los chilenos y del escaso juicio público que se hace sobre las autoridades, llegase al poder, creo que, como reza el viejo dicho popular: “nunca segundas partes fueron buenas.” Y menos viniendo de la Concertación, que sería ya la sexta parte, pues este gobierno de la derecha no es más que otro de la Concertación, aunque con distintas mo
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