"Su querida esposa por 61 años, Lynne, sus hijas Liz y Mary, y otros miembros de su familia estaban junto a él cuando falleció. El exvicepresidente murió por complicaciones cardiovasculares.
Durante su mandato, la Vicepresidencia dejó de ser un mero trámite ceremonial. Cheney la convirtió en una red de canales de comunicación desde la cual influir en las políticas sobre la invasión a Irak, el terrorismo, los poderes presidenciales y otros pilares de una agenda conservadora.
Años después de dejar el cargo, se convirtió en blanco de las críticas del presidente Donald Trump, especialmente después de que su hija, Liz Cheney, se convirtiera en la principal crítica republicana y de los intentos de Trump por mantenerse en el poder tras su derrota electoral y sus acciones durante los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio.
Cheney, en sus propias palabras: "Cuando acepté el cargo de vicepresidente, decidí que mi única agenda sería la suya, que no iba a ser como la mayoría de los vicepresidentes, que buscaban la manera de ser elegido presidente cuando terminara su mandato".
Cuando ocurrieron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, Cheney se tornó una figura decisiva en todo lo que vendría después, incluidas invasiones en Medio Oriente y el extremo tratamiento de los detenidos, siendo un defensor de las sistemáticamente extraordinarias medidas de vigilancia, detención e interrogatorio empleadas en respuesta a los ataques.
Fue un intransigente en la cuestión de invadir Irak. Cheney se equivocó punto tras punto en esa guerra, sin perder jamás la convicción de que, en esencia, tenía razón. Alegó vínculos inexistentes entre los ataques de 2001 contra Estados Unidos y el Irak de antes de la guerra; y dijo que las tropas estadounidenses serían recibidas como libertadoras, algo que claramente no ocurrió.
Declaró que la insurgencia iraquí estaba en sus últimos estertores en mayo de 2005, cuando ya habían muerto 1,661 militares estadounidenses, ni siquiera la mitad del saldo al final de la guerra.
Para sus admiradores, mantuvo la fe en tiempos difíciles, firme incluso cuando la nación se volvió en contra de la guerra. Pero bien entrado el segundo mandato de Bush, la influencia de Cheney disminuyó, limitada por los tribunales o por las cambiantes realidades políticas. Los tribunales fallaron en contra de los esfuerzos que él impulsó para ampliar los poderes presidenciales.
Cheney defendía el trato especialmente duro que se dispensaba a los presuntos terroristas desprotegidos bajo la figura de combatientes enemigos. Sus posturas belicistas sobre Irán no fueron del todo aceptadas por Bush. Cheney operó gran parte del tiempo desde lugares secretos durante los meses posteriores a los atentados de 2001, manteniéndose alejado de Bush para garantizar la supervivencia de uno u otro ante cualquier ataque posterior contra el liderazgo del país.
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