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viernes, 18 de junio de 2010

JOSE SARAMAGO HA MUERTO, PERO QUEDA LA HERENCIA DE SUS OBRAS



La noticia conmovió al mundo: Murió hoy el premio Nobel de Literatura 1998 el portugués José Saramago, autor de más de treinta obras traducidas a decenas de lenguas y de circulación mundial. Su muerte ocurrió a los 87 años en la isla de Lanzarote (Islas Canarias de España), donde residía desde 1991 afectado por el mal de la leucemia, pero también en una especie de autoexilio para protestar contra la decisión del Gobierno de Aníbal Cavaco Silva, hoy presidente de Portugal, de vetar su nombre como candidato al Premio Literario Europeo.


En una de sus últimas entrevistas que concedió al diario “El País” de España, en octubre pasado, el escritor reflexionó que “la vida es como una vela que va ardiendo, cuando llega al final lanza una llama más fuerte antes de extinguirse. Creo que estoy en el período de la llamarada antes de extinguirme", dijo.

Su primera obra, publicada en 1947, fue Tierra de Pescado, que no tuvo éxito y su última novela fue Caín, publicada a fines del año pasado.

Fue un tremendo intelectual que previno al mundo contra una destructora epidemia de ceguera. Y en estos tiempos su adiós parece un símbolo. Afiliado al Partido Comunista, y a pesar de sus éxitos literarios, Saramago no dejó jamás de implicarse en todos los asuntos sociales y políticos. Quizá por su activismo eligió como compañera, hace 25 años, a la periodista sevillana Pilar del Río (foto cabeza de página junto a Saramago).

Nacido en 1922 en Azinhaga, un pueblo portugués situado a cien kilómetros de Lisboa que apenas aparece en los mapas, deja una inmensa herencia literaria, destacando entre sus principales obras, Levantado del suelo (1980), Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991),  Ensayo sobre la ceguera (1995), Historia del cerco de Lisboa (1989),  y El viaje del elefante. Novelas como La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte llevan al terreno narrativo reflexiones sobre el consumo, la sociedad de masas, el sistema democrático o la idea de la muerte.

Hijo de campesinos sin tierra. Tenía tres años cuando su familia emigró a la capital portuguesa, donde las penurias rurales se tornaron para él en penurias urbanas. Muy temprano tuvo que comenzar a trabajar para ayudar a mantener a la familia y la casa en Lisboa.

La revista de Internernet Kindsein.com publica que en el marco de un proyecto de autobografía, al autor le preguntaron si temía a la muerte, y él contestó: “Cuando hay dudas sobre si algo ocurrirá o no, sí que se puede entender el tener miedo, pero la muerte nos va a llegar a todos y puede ser en cualquier momento, por lo que hay que vivir. Yo he tenido la suerte de una vida larga y con trabajo. No tiene lógica llorar por la leche derramada... Lo peor de la muerte es que pasas a no estar donde estabas antes. Yo ahora estoy en mi casa, con mi mujer Pilar, mi jardín, mis perros, mi biblioteca, y sé que un día no estaré ahí. Y pensar eso, sí que duele».

Sus declaraciones sobre la niñez y la vida quedaron registradas en “Las pequeñas memorias” (editadas por Alfaguara). Este es el título que Saramago puso al relato de una infancia que siempre tuvo un pie en la aldea portuguesa de Azinhaga de la que había emigrado.

Justamente la mitad de sus cenizas se depositarán en dicho pueblo portugués y la otra mitad se enterrará junto a un olivo de su casa de Lanzarote.

Los restos de Saramago son velados en la Biblioteca de la Sede de la Fundación José Saramago, en la localidad de Tías, en Lanzarote y mañana serán trasladado a Lisboa, donde será incinerado. El cadáver del escritor está vestido con un traje oscuro y con anteojos, en un ataúd abierto con cuatro velas a su alrededor. Sobre el ataúd se aprecia un cuadro en el que se ve a Saramago con su mujer, Pilar del Río.

Según la agencia EFE, entre las primeras condolencias que recibió la familia del escritor portugués figuran las del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero; del de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, y de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández Kirchner.

La polémica acompañó a Saramago en varias etapas de su vida literaria, tanto por su obra como por su personalidad. Como era de prever, su última novela, Caín, levantó ampollas en sectores católicos. "Hay quien me niega el derecho de hablar de Dios, porque no creo. Y yo digo, que tengo todo el derecho del mundo, y quiero hablar de Dios porque es un problema que afecta a toda la humanidad. Mientras la humanidad alimente y sustente las religiones no saldremos del lastre de todos los días", dijo en una entrevista con el diario El País.

El escepticismo dio paso al pesimismo en la última etapa de la vida del escritor: "Tengo la convicción de que los seres humanos no nos merecemos la vida. Trabajar, crear, amar, no tiene precio. A la vida la tratamos como si fuéramos juez y verdugo. La falta de respeto entre nosotros. La pérdida general de valores, que tampoco eran maravillosos".

Militante del Partido Comunista Portugués desde los años 60, el escritor ha muerto sin ver la inauguración de la nueva sede en Lisboa de la Fundación José Saramago, que abrirá las puertas próximamente en la emblemática Casa dos Bicos, un edificio gótico en el centro histórico de la capital lisboeta, que ha sido habilitada por el ayuntamiento.

Hasta días antes de su muerte, el Premio Nobel trabajaba ya en una nueva novela, Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas (sobre la producción y comercio de armas en el mundo). Ese título, tomado de un verso de su paisano Gil Vicente, recoge la historia de un obrero de una fábrica de armas. Dejó escritas alrededor de 30 páginas, según publicó el diario El País de España.

Entre tanto, la editorial Alfaguara trabaja ya en la traducción de José Saramago en sus palabras, y el director Miguel Gonzalvez estrenará a finales de julio el documental Jose y Pilar (unión ibérica), una aproximación al mundo del escritor y su esposa.

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