DISOLUCIÓN Y DESILUSIONES
Por Hugo Latorre Fuenzalida

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Los políticos del modelo dominante, tanto del pinochetismo
fascista como de la Concertación derechizada, vienen cayendo como lluvia de
meteoritos….Iluminan el cielo del espectáculo mediático y cada día que pasa se
abre un nuevo expediente que deriva prontamente en prontuario, aunque la
justicia, finalmente, termine practicando sus consabidas absoluciones.
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Pero como a los modelos corrompidos les sucede, parecido a la
piara de cerdos, nunca se embarran solos, también vienen cayendo los
militares, los religiosos, los empresarios, también caen carabineros, PDI,
dirigentes del fútbol y cuanto ser se haya refugiado bajo cualquier parapeto
institucional. Los jueces no han caído pero dejan su huella en cada una de sus
decisiones; los fiscales persiguen, pero hay algunos que desvían su afán
persecutor hacia una vertiente de obsecuencia y morigeración, que causa
admiración por sus ingeniosas argumentaciones, distractivas o elusivas.
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Así, somos como espectadores del incendio de la Moneda,
luego de su irracional bombardeo. No podemos menos que pensar que la
irracionalidad nos ha acompañado todos estos años, pero el combustible se
enciende cuando la temperatura sube a niveles de combustión, y eso acontece
cuando se acaban los veranitos de san Juan de unas prosperidades de fundamento
poco veraz y de sustentabilidad precaria.
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Si uno analiza los períodos de crecimiento, veremos que cada
uno de ellos tiene una explicación que no es
específicamente el esfuerzo creativo de nuestras competencias
productivas y competitivas, sino el rebote de circunstancias externas o por
encima a nuestra voluntad.
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Segunda mitad de los 70 hasta 1982: crecemos por endeudamiento
externo y privatización de riqueza pública que genera un derroche de consumo
inmobiliario, suntuario y militar.
1987-1990:crecemos por dos años de altos precios
internacionales del cobre, repactación de deuda (transnacionalización de las
privatizaciones) y nuevo endeudamiento.
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1992-1997: crecemos por privatización de empresas del
Estado; privatización con desnacionalización de la minería; expansión de
valores en bolsa desde el ahorro de los trabajadores en las AFP; nueva
expansión inmobiliaria de nivel ABC1.
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2004-2013: crecemos por inicio del largo ciclo alto de la
demanda minera mundial y de las materias primas
con altos precios (ajeno a nuestro esfuerzo, es decir riqueza caída del
cielo); Recuperación del terremoto y la alta inversión de reconstrucción
(período de Piñera, al que se le suma la última etapa del ciclo alto de
inversiones mineras).
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Como se puede ver, nada o muy poco de iniciativa propia del
país; nada que nos haga competitivos en una economía del conocimiento y de la
innovación. Nada que sea creación original de nuestros economistas o políticos;
nada patentable desde nuestro registro.
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Esa economía de crecimiento espurio, ese ciclo de bonanzas
externas, esa propaganda de exitismo bobo aún puede engañar a algunos, pero no puede seguir embaucando a
los desplazados, a los relegados, a los olvidados, a los endeudados, a los
expoliados, a los jóvenes estudiantes, a los viejos pensionados, a los
indígenas, a los habitantes de provincia, a las víctimas de los usureros dueños
de bancos, farmacias, retail y empresas.
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Sobre este sistema queda poquita fe y nada de esperanzas,
por tanto el descrédito, la desilusión, el descorazonamiento popular les tiene
condenados al olvido, al abandono, a desertar a salirse del juego, a terminar
el contrato, a dar de baja la obligación. Esta generación tiene los días
contados.
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La inexperiencia del relevo
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Los jóvenes políticos, aquellos en que estábamos poniendo
todas nuestras expectativas, resultan ser ahora unos cachorros juguetones con
el poder. Uno les perdona porque la inexperiencia les lleva a creerse el cuento
y a pensar que el destino les ha llamado iluminativamente a ellos, como
individuos. Es decir, sufren estos pobres aficionados el síndrome de los
decadentes, de los “revolucionarios del espejo”, de los dandis mediáticos de
Lorraine (Lorena)..
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No alcanzan a darse cuenta que las alternativas históricas
no son todas mesiánicas; que lo más
serio de la mutabilidad de las sociedades requiere de un trabajo compartido,
generoso y prolongado, paciente y dialéctico. Las antojadizas niñerías o las
frivolidades desembocan en los contragolpes y en los travestismos, esos mismos
que denuncia Mónica Echeverría en su obra “¡Háganme callar!
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Estos extravíos personalistas son perdonables porque son muy
jóvenes para empollar. Todavía generarán gestaciones fallidas antes de caer en
la cuenta de su mal infantil y darse elevadamente a la construcción de una
alternativa superior, real y trascendente.
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