Una nueva
era se abre paso en Colombia.
Después de más de 50 años de conflicto, el Gobierno de Colombia y las FARC han
firmado un cese al fuego bilateral y definitivo, la antesala de un acuerdo de
paz con la guerrilla más antigua de América Latina que se producirá, casi con
toda seguridad, antes de que acabe el verano. A partir de entonces, se
implementará la tregua, la concentración de los guerrilleros y la dejación de
las armas, que serán fundidas por la ONU para crear tres monumentos.
Santos y
Rodrigo Londoño (alias Timochenko), líder de la guerrilla, con la
presencia del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, volvieron a sellar con
un apretón de manos el contenido de un acuerdo que ha llevado meses de
negociación. Las FARC se ubicarán en 23 zonas de concentración. Estos lugares
serán temporales, contarán con acceso por vía fluvial y territorial y su
extensión será “razonable dependiendo de la vereda”. De momento no se ha
aclarado dónde se localizarán estas zonas de concentración.
Las FARC entregarán todo su arsenal a un comité de verificación
internacional dirigido por la ONU. En los primeros 60 días después de la firma
recibirán el armamento hechizo y los explosivos. El resto lo entregarán, en un
plazo de 180 días, en tres fases. El resultado final, después de la dejación
completa y verificación por parte de la ONU, serán tres monumentos: uno en la
sede de la ONU, otro en Cuba, sede de las negociaciones y un tercero en
Colombia, donde el Gobierno y las FARC acuerden.
Otro de
los aspectos más importantes del acuerdo de este jueves es que las FARC aceptan
el plebiscito, la consulta popular que pretende realizar el presidente de
Colombia, Juan Manuel Santos, previsiblemente en septiembre. De esta manera, la
guerrilla más antigua de América asume la institucionalidad del Estado
colombiano.
“Nos llegó
la hora de vivir sin guerra, nos llegó la hora de ser un país en paz”, aseguró
Santos nada más iniciar su discurso, en el que celebró la disposición de las
FARC en la negociación. “Defenderé su derecho a expresarse y a que sigan su
lucha política por las vías legales, así nunca estemos de acuerdo”, destacó el
mandatario. Por su parte, Timochenko, recalcó que la negociación ha conseguido
que “ni las FARC ni el Estado son partes vencidas” de una confrontación. “La
paz no es una utopía, es un derecho fundamental”, aseguró el presidente de
Cuba, Raúl Castro, quien en la misma línea al secretario general de la ONU, Ban
Ki-moon, instó a ambas partes a cerrar el acuerdo lo más pronto posible para dar
los pasos acordados.
Según
varias fuentes de lado y lado, la firma final podría darse definitivamente en
agosto, pese a que Santos confiaba en que fue antes del 20 de julio. Lo que sí
es seguro es que se el acuerdo definitivo será en Colombia. “Los plazos son
fatales”, aseguró, sin embargo, Humberto de la Calle, sabedor de la mala imagen
que dieron tras el fiasco del 23 de marzo.
Acostumbrada,
y para muchos condenada eternamente a las malas noticias, Colombia fue por fin
protagonista a nivel mundial –con la venia del Brexit- por algo positivo. El
Gobierno y la guerrilla de las FARC han puesto fin a la guerra más antigua de
América Latina, un conflicto que se ha prolongado durante más de 50 años y que
ha dejado cerca de ocho millones de víctimas, entre muertos, desplazados,
desaparecidos... Un acuerdo que hace ver con más clarividencia si cabe que,
después de muchos intentos en las últimas décadas, ambas partes van a llegar a
un acuerdo de paz definitivo.
Es cierto
que aún hay camino por recorrer y que el país aún debe librar otras batallas,
como lograr un pacto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y combatir a
las bandas criminales o neoparamilitares, pero resultaba imprescindible para
ello terminar con uno de los conflictos más antiguos que se recuerdan. Así, al
menos, lo ha percibido la comunidad internacional, que respaldó de forma
unánime.
En al acto
de La Habana se encontraba seis presidentes latinoamericanos –el anfitrión, el
cubano Raúl Castro; Michelle Bachelet (Chile) y Nicolás Maduro (Venezuela),
países acompañantes del proceso, y Enrique Peña Nieto (México), Danilo Medina
(República Dominicana) y Salvador Sánchez Cerén (El Salvador)-, además de los
representantes de los Gobiernos de Noruega y el enviado especial de Estados
Unidos, Bernie Aronson.
El apoyo
unánime que ha recibido de la comunidad internacional contrasta aún con la
oposición que ha encontrado este proceso de paz en Colombia. El principal
partido de la oposición, el Centro Democrático que lidera el expresidente
Álvaro Uribe, sigue firme en sus críticas férreas a los acuerdos y manifiesta
su rechazo al proceso de paz. Mientras, en La Habana, todos los participantes
coincidían en un mismo mensaje: que este sea el último día de la guerra.
Una nueva
era se abre paso en Colombia.
Después de más de 50 años de conflicto, el Gobierno de Colombia y las FARC han
firmado un cese al fuego bilateral y definitivo, la antesala de un acuerdo de
paz con la guerrilla más antigua de América Latina que se producirá, casi con
toda seguridad, antes de que acabe el verano. A partir de entonces, se
implementará la tregua, la concentración de los guerrilleros y la dejación de
las armas, que serán fundidas por la ONU para crear tres monumentos.
Santos y
Rodrigo Londoño (alias Timochenko), líder de la guerrilla, con la
presencia del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, volvieron a sellar con
un apretón de manos el contenido de un acuerdo que ha llevado meses de
negociación. Las FARC se ubicarán en 23 zonas de concentración. Estos lugares
serán temporales, contarán con acceso por vía fluvial y territorial y su
extensión será “razonable dependiendo de la vereda”. De momento no se ha
aclarado dónde se localizarán estas zonas de concentración.
Las FARC entregarán todo su arsenal a un comité de verificación
internacional dirigido por la ONU. En los primeros 60 días después de la firma
recibirán el armamento hechizo y los explosivos. El resto lo entregarán, en un
plazo de 180 días, en tres fases. El resultado final, después de la dejación
completa y verificación por parte de la ONU, serán tres monumentos: uno en la
sede de la ONU, otro en Cuba, sede de las negociaciones y un tercero en
Colombia, donde el Gobierno y las FARC acuerden.
Otro de
los aspectos más importantes del acuerdo de este jueves es que las FARC aceptan
el plebiscito, la consulta popular que pretende realizar el presidente de
Colombia, Juan Manuel Santos, previsiblemente en septiembre. De esta manera, la
guerrilla más antigua de América asume la institucionalidad del Estado
colombiano.
“Nos llegó
la hora de vivir sin guerra, nos llegó la hora de ser un país en paz”, aseguró
Santos nada más iniciar su discurso, en el que celebró la disposición de las
FARC en la negociación. “Defenderé su derecho a expresarse y a que sigan su
lucha política por las vías legales, así nunca estemos de acuerdo”, destacó el
mandatario. Por su parte, Timochenko, recalcó que la negociación ha conseguido
que “ni las FARC ni el Estado son partes vencidas” de una confrontación. “La
paz no es una utopía, es un derecho fundamental”, aseguró el presidente de
Cuba, Raúl Castro, quien en la misma línea al secretario general de la ONU, Ban
Ki-moon, instó a ambas partes a cerrar el acuerdo lo más pronto posible para dar
los pasos acordados.
Según
varias fuentes de lado y lado, la firma final podría darse definitivamente en
agosto, pese a que Santos confiaba en que fue antes del 20 de julio. Lo que sí
es seguro es que se el acuerdo definitivo será en Colombia. “Los plazos son
fatales”, aseguró, sin embargo, Humberto de la Calle, sabedor de la mala imagen
que dieron tras el fiasco del 23 de marzo.
Acostumbrada,
y para muchos condenada eternamente a las malas noticias, Colombia fue por fin
protagonista a nivel mundial –con la venia del Brexit- por algo positivo. El
Gobierno y la guerrilla de las FARC han puesto fin a la guerra más antigua de
América Latina, un conflicto que se ha prolongado durante más de 50 años y que
ha dejado cerca de ocho millones de víctimas, entre muertos, desplazados,
desaparecidos... Un acuerdo que hace ver con más clarividencia si cabe que,
después de muchos intentos en las últimas décadas, ambas partes van a llegar a
un acuerdo de paz definitivo.
Es cierto
que aún hay camino por recorrer y que el país aún debe librar otras batallas,
como lograr un pacto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y combatir a
las bandas criminales o neoparamilitares, pero resultaba imprescindible para
ello terminar con uno de los conflictos más antiguos que se recuerdan. Así, al
menos, lo ha percibido la comunidad internacional, que respaldó de forma
unánime.
En al acto
de La Habana se encontraba seis presidentes latinoamericanos –el anfitrión, el
cubano Raúl Castro; Michelle Bachelet (Chile) y Nicolás Maduro (Venezuela),
países acompañantes del proceso, y Enrique Peña Nieto (México), Danilo Medina
(República Dominicana) y Salvador Sánchez Cerén (El Salvador)-, además de los
representantes de los Gobiernos de Noruega y el enviado especial de Estados
Unidos, Bernie Aronson.
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