Perú: Después de las elecciones
OPONERSE POR
OPONERSE NO LE SIRVE DE NADA AL PAÍS
Por Roberto Mejía Alarcón
La frase aquella de “guerra avisada no mata gente” merece tomarse en cuenta, luego de la declaratoria de guerra política hecha saber por la derrotada candidata a la presidencia de la república. Keiko Fujimori afirma que la población le ha dado el encargo de ser oposición y que su partido cumplirá tal rol con firmeza. Más claro que el agua, imposible. Para que no queden dudas sobre lo dicho, la hija del autócrata se arropa con el encargo que, supuestamente, le han dado los electores que votaron a su favor en los comicios del pasado 5 de junio. ¿Está en lo cierto o ha equivocado la interpretación de lo ocurrido?.
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Un razonamiento elemental significaría, entonces, que ella no tiene entre sus planes una actuación a favor de los otros electores que, mayoritariamente y ejerciendo su derecho constitucional, decidieron otorgar el mandato presidencial al economista Pedro Pablo Kuczynski Godard. Aquellos, los que no le dieron el voto, sufrirán, por lo tanto, las consecuencias de su mortal pecado, serán castigados social y económicamente, y de tal venganza se encargarán los 73 congresistas que, por efecto de la cifra repartidora, conformarán el nuevo parlamento, a partir del 28 de julio entrante. Ni vuelta que darle. Se portaron mal y no queda otro camino que darles su merecido, pareciera ser la actitud firme de quien, huérfana de calma y serenidad, no advierte que el proceso electoral tiene un cometido puntual y que terminado el mismo, vencedores y perdedores deben de contribuir a la mejor gobernabilidad. La discrepancia, la polémica, no significa que se le dé un portazo al diálogo civilizado.
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Raro, extraño, lo manifestado por las dos veces derrotada candidata quien durante la campaña en procura de votos, aseguraba creer en los valores de la democracia y agregaba haber tomado distancia de las mañas y perversidades de su progenitor. “Yo soy la candidata, no mi padre”, repitió hasta el cansancio, inclusive en los debates durante los cuales polemizó con su rival. La realidad nos dice hoy que le mintió a la ciudadanía, que no fue sincera y trasluce que su palabra carece de valor.
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Para comprobar esto, bastaría con preguntarse, por ejemplo, en qué momento, cuándo, consultó a sus adherentes que mostrará el filo de la venganza, la guadaña del rencor, luego de la derrota que le inflingió no Kuczynski, sino más bien una cantidad mayor al cincuenta por ciento de electores que no creyeron en su prédica, en sus promesas. ¡Cuán desorientada está la señora Fujimori! Una verdadera demócrata sabe jugar con cartas limpias y no piensa en organizar una especie de guerrilla opositora, para que la bancada de su partido cumpla el triste rol de oponerse por oponerse a la gestión del nuevo gobierno. Las consecuencias de ese propósito revanchista tampoco le afectará mayormente al presidente electo.
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La anomia que ya se siente en los escenarios públicos por mil razones, ahora también se podría dar nada menos que en el Congreso de la República. Y eso le hace daño a la democracia, fomenta una suerte de dictadura parlamentaria, irrespetuosa de la voluntad popular y provocaría el caos, hasta llegar a la ingobernabilidad. Eso no es lo que quieren los ciudadanos, sean del norte o sean del sur. Todos anhelan un país que viva en democracia como forma de vida.
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Es evidente que no se le puede negar a nadie el derecho a ser oposición. En toda democracia existe. Ésta no sería factible ni se puede concebir sin tal oposición. El sistema político no funcionaria y traería consecuencias fatales si la misma no se encarga de analizar, de comprender, los planes y la actuación del Poder Ejecutivo, en asuntos trascendentes como los relacionados con los sistemas económicos y sociales. Pero de allí a anunciar una oposición que actuará con firmeza, en forma cerril, hay mucha distancia. La nación de hoy no aceptaría tal hecho. El Estado es uno e indivisible, su gobierno es unitario, representativo y descentralizado y se organiza según el principio de la separación de poderes, lo cual no puede interpretarse como puerta abierta para instalar la autocracia en alguno de esos poderes.
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Con el advenimiento de un nuevo régimen constitucional con Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial, no se puede olvidar que en el Perú hay quienes sufren hambre, carecen de empleo digno, que no tienen acceso a la educación de calidad, a los servicios de salud. ¿No sabe acaso, la señora Fujimori, que tal penuria afecta a casi cuatro millones de compatriotas y que hay más de un millón de jóvenes, entre 15 y 24 años de edad, con secundaria completa que ni estudian ni trabajan y que por tal situación son llamados peyorativamente los jóvenes “ninis?
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Al parecer o lo ignora o está tomando muy a la ligera su rol de candidata derrotada a la presidencia de la república. Como bien ha reclamado Francisco, el Papa, en un evento del Programa Mundial de Alimentos, organismo de las Naciones Unidas, estos son tiempos en los que la humanidad reclama de la presencia de héroes capaces de abrir caminos, tender puentes, agilizar trámites, que pongan el acento en el rostro de quienes sufren. Keiko Fujimori, seguro que desconoce ese mensaje expresado hace pocas horas. Ella prefiere una actuación estelar de oposición por la oposición. “De que se trata, para oponerme” podría ser su lema ahora.
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Pero, felizmente, hay tiempo para recapacitar. Debe, puede, hacer oposición, pero democrática, argumentada con elementos de juicio serios, en donde la procacidad becerril de la palabra no agudice los tantos problemas que afronta el país. Hechos reales como los protagonizados por el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción, la inseguridad ciudadana, son los que obstruyen el paso del país hacia la modernidad, como ha precisado Kuczynski. Esos problemas fueron señalados durante la campaña eleccionaria por todos los candidatos sin excepción. Si es así, entonces ahora hay que ponerse a trabajar que es lo que ha dispuesto la nación.
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Y en ese propósito hay que salvar vallas, demostrarle al Perú que tiene derecho a un futuro mejor, a una excelente gobernanza, en lo ejecutivo y en lo legislativo, en donde los que han recibido el mandato del soberano, dejen de lado apetitos personales, odios y rencores, caprichos infantiles que de políticos nada tienen, y sumen esfuerzos en procura de esa utopía que se llama desarrollo económico con justicia social.
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