EL BREXIT DESATA UNA TORMENTA GLOBAL
Por Rafael Ramos
La Vanguardia de Barcelona
El Reino Unido ha votado a favor del Brexit y ha roto
Europa. Con los primeros rayos del alba, la BBC pronosticó que los británicos
habían votado por 52 a 48% el divorcio con Bruselas, y el fin de un matrimonio
un tanto turbulento, más de conveniencia que otra cosa, que comenzó en 1973 y
no ha resistido las tensiones de la globalización, el empobrecimiento de las
clases medias y bajas tras la crisis financiera, y la creciente desigualdad
entre ricos y pobres. El escrutinio final revela que el Brexit se ha impuesto
por más de un millón de votos. La campaña a favor de abandonar la UE ha
obtenido 17.410.742 votos (un 51,9%), frente a los 16.141.241 votos de los
partidarios de permanecer (el 48,1%).
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Gran Bretaña es hoy un país conmocionado y dividido, con
Londres y Escocia como defensores de Europa por un lado, y con Gales, el campo
inglés y las zonas industriales deprimidas en contra de la UE y ansiosos de un
cambio. No sólo de un cambio, sino de una revolución. Con la gente a la que va
bien económicamente, los universitarios y los intelectuales a favor de la
continuidad, y los parados, con sueldos bajos y dependientes del Estado de
bienestar dispuestos a que todo salte por los aires. Y vaya que lo han
conseguido.
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Las repercusiones van a ser monumentales, para el Reino
Unido y para Europa, en una fecha que se suma a las grandes en la historia del
continente, como la caída del Muro de Berlín, la reunificación alemana o el
asesinato del Archiduque en Sarajevo. El primer ministro David Cameron ha anunciado
que dimitirá. Los nacionalistas escoceses se plantean reclamar un nuevo
referéndum de independencia. Las consecuencias del seísmo se van a sentir en
todas partes, también en Catalunya.
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A las cuatro de la madrugada la campaña del Leave llevaba ya
una ligera pero significativa delantera del 50.3% al 49.7%, con sus seguidores
más motivados a la hora de votar. Ha sido un voto enorme de protesta del inglés
emprenyat, de todos aquellos que sed han caído del tren de la globalización,
que viven en el paro, con el salario mínimo o contratos basura. La precariedad
ha unido a las derechas y a las izquierdas en un castigo al statu quo y una ola
anti inmigración que se ha convertido en tsunami, con preocupantes toques
xenófobos y racistas. La democracia parlamentaria más antigua del mundo ha
descubierto que también tiene una ultraderecha, como los Estados Unidos,
Francia u Holanda. Una coalición de nacionalistas identitarios, de nostálgicos
del Imperio y de enrabiados con la crisis ha hecho saltar la banca.
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La salida de la Unión Europea ha ganado con rotundidad en
Sunderland (por un 22%, un margen muchísimo más alto del esperado), y todo el
nordeste industrial deprimido. También en el País de Gales, los suburbios y la
campiña inglesa, con sólo Escocia y el área metropolitana de Londres firmes a
favor de Europa. Una fractura por la mitad. Dos países.
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Todo ello después de que los primeros indicios, en forma de
sondeos de última hora, hubiesen apuntado a que el Reino Unido iba a seguir
siendo parte de la Unión Europa, y a continuar presionando desde dentro para
una unión más mercantil que política, sofocar las ansias federales, eliminar
regulaciones y poner cortapisas al libre movimiento de trabajadores. Pero fue
un espejismo. Lo que va a haber en cambio es un largo divorcio que puede durar
años, y la búsqueda de acuerdos comerciales entre Londres y Bruselas como los
que tienen Noruega, Islandia, Suiza o Canadá. La libra esterlina se ha
desplomado. El banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo van a intervenir
para garantizar la liquidez y que no cunda el pánico cuando abran los mercados.
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Aún no se había contado ni tan siquiera una papeleta cuando
dos destacadas figuras euroescépticas, el líder del UKIP Nigel Farage y la
ministra para Asuntos del Ulster Theresa Villiers, dijeron con rostros
compungidos que la causa del Brexit había perdido”. Para ello, se guiaron de
sus “espías” en los colegios electorales, y de tres encuestas publicadas nada
más cerrarse las urnas que daban cómodas ventajas de cuatro, ocho y diez puntos
a la permanencia. Pero fue un falso indicio y un juicio prematuro. Las cosas
cambiarían pronto.
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Después de un subidón inicial, la libra esterlina se
desplomó en cuanto la opción de la salida tomó la delantera. Un grupo de 84
diputados conservadores euroescépticos, que habían hecho campaña por el
“Brexit”, presentaron una carta de apoyo al primer ministro David Cameron,
cubriéndose las espaldas.
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Datos, en su conjunto, significativos pero que había que
tomar con prudencia, porque también el Chicago Tribune dio por ganador
erróneamente a Dewey sobre Truman en las elecciones norteamericanas de 1948, y
diversas cadenas de televisión levantaron el brazo de Al Gore en el año 2000,
cuando al final, y en polémicas circunstancias, fue George Bush el campeón. Con
el recuento ya muy avanzado, eran los partidarios del divorcio de Europa
quienes luchaban para contener la euforia.
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Conforme fue avanzando la noche se fue consolidando la
delantera del Brexit, hasta que la BBC, al amanecer, se atrevió a realizar la
proyección de que la opción de la ruptura había triunfado, y además con
bastante claridad. En las próximas horas vendrán las reacciones y los
llamamientos a la calma de Downing Street, de Merkel, de Obama. La Unión
Europea dirá que sigue adelante sin lo que ha sido siempre un socio reticente,
y que todo sigue igual. Pero ya nada será igual. El mayor mercado único del
mundo, con 500 millones de consumidores, ha quedado resquebrajado, y el
establishment político-socio-económico de Occidente muy tocado. Los británicos,
una vez más, han cambiado el mundo.
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