LA ECONOMÍA, ¿EL TALÓN DE AQUILES DE IZQUIERDA
LATINOAMERICANA?
Por Mario Osava
IPS-Brasil
Gobiernos considerados de izquierda están cayendo
en América Latina desgastados por desastres económicos. ¿Por qué los
izquierdistas tropiezan en la gestión económica?, preguntó IPS a economistas de
distintas corrientes ideológicas.
Se trata de líderes o partidos que por sus éxitos
sobre todo sociales conquistaron una popularidad electoralmente imbatible por
más de una década, pero no lograron evitar o lidiar con crisis económicas que
en poco tiempo destruyeron su fuerza política.
“Es por la visión populista de que se puede gastar
a gusto y, peor, practicar precios en el sector estatal abajo del costo, con
subsidios del Tesoro. Todo converge al desastre en las cuentas públicas”,
sentenció Raul Velloso, experto en finanzas públicos, que ejerció importantes
funciones en los gobiernos brasileños durante las décadas de los 80 y 90.
“La izquierda en general
comparte una enorme desconfianza sobre la eficacia del sistema de precios, es
decir el mercado, como distribuidor de recursos escasos, por ello cree que el
Estado debe intervenir en ese sistema para evitar distorsiones injustas en
términos de equidad social”: Luis Eduardo Assis.
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Hildete Pereira de Melo, profesora de la Universidad
Federal Fluminense, rechaza la
evaluación que atribuye a errores de la izquierda, por lo menos en Brasil.
“La actual recesión económica es corolario de la
crisis política provocada por fuerzas conservadoras que no aceptaron la derrota
electoral de 2014”, sostuvo, acogiendo la versión del Partido de los
Trabajadores (PT) , que estuvo en el poder entre 2003 y 2012 de mayo con Luiz
Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.
Entre esas opiniones opuestas, otros análisis
apuntan matices de la gestión económica de los gobiernos considerados de
izquierda que contribuyeron al vuelco a la derecha de los dos países más
grandes de América del Sur.
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Los cambios políticos
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A diferencia de Brasil, donde el parlamento
suspendió de sus funciones a la presidenta Rousseff, al abrirle un juicio de
inhabilitación, y la reemplazó en forma interina el vicepresidente Michel
Temer, en Argentina el cambio se hizo por las elecciones de noviembre de 2015,
en que triunfó el centroderechista Mauricio Macri.
“La izquierda de hecho conduce mal la política
económica en América Latina, pero la derecha tampoco lo hace bien. Las razones
son distintas, pero el resultado es siempre la mediocre situación regional”,
observó Fernando Cardim de Carvalho, profesor jubilado de la Universidad
Federal de Río de Janeiro.
Los juicios contrastan porque “de la derecha poco
se espera y la izquierda llega al poder prometiendo mucho y se complica
por su voluntarismo”, acotó.
“El desconocimiento de cómo opera una economía
capitalista, basada en el mercado”, es una de las dos insuficiencias destacadas
por Cardim en la visión de la izquierda latinoamericana.
La consecuencia es creer que “todo es cuestión de
poder”, sin considerar los límites impuestos por los intereses y decisiones
voluntarias del mercado y por el hecho de que el gobierno depende de
coaliciones políticas sólidas.
La segunda limitación de los gobiernos dichos de
izquierda es “no transformar estructuras, no crear instituciones y otros
instrumentos para perennizar los cambios”.
La Bolsa Familia, el programa que ofrece pequeñas
sumas a 14 millones de familias pobres en Brasil, reduce la pobreza “pero
nada cambia estructuralmente, puede desaparecer con un recorte del
presupuesto”, realzó Cardim.
Lo que hizo el PT en Brasil, con la Bolsa
Familia y otros programas sociales, “no es siquiera de izquierda”, es similar,
por ejemplo, a lo hecho por los democratacristianos de Alemania con la “ayuda a
los menos favorecidos, sin cambios estructurales”, sostuvo.
“Política de izquierda sería crear mecanismos
institucionales de redistribución del ingreso y de riqueza, como impuestos
progresivos sobre la renta” adoptados por los socialdemócratas en Europa,
ejemplificó.
Desequilibrios fiscales son problemas comunes en
los gobiernos que están dejando la escena sudamericana. En Brasil es una
dimensión clave de la crisis y de salida, por ahora interina y probablemente
definitiva, de la presidenta Rousseff, acusada de fraudes fiscales que
justificarían su inhabilitación.
En Brasil, particularmente, el riesgo de desbaratar
las cuentas públicas es agudo debido a la carga tributaria en el límite
tolerable por la sociedad, intereses elevados sobre la deuda pública, un
sistema previsional excesivamente deficitario y una tributación injusta y
complejo. Medidas mal evaluadas pueden ser fatales.
El “corazón del desastre” de Rousseff fue eximir o
reducir impuestos a algunos sectores empresariales, evaluó Cardim.
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Precios: Intervención del Estado
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“La izquierda en general comparte una enorme
desconfianza sobre la eficacia del sistema de precios, es decir el mercado,
como distribuidor de recursos escasos, por ello cree que el Estado debe
intervenir en ese sistema para evitar distorsiones injustas en términos de
equidad social”, razonó Luis Eduardo Assis, exdirector del Banco Central.
En consecuencia, para esa izquierda, “el Estado
tiene que ser grande y, por ende, consume recursos abultados y exige, al asumir
funciones que serían ejercidas por el mercado, una gestión increíblemente
compleja y pasible de errores graves de evaluación, como la congelación de
precios”, continuó.
De esa visión resulta la creencia de que los gastos
públicos son siempre virtuosos, al estimular la economía, de manera “que habrá
más adelante una generación de impuestos suficiente para financiar el déficit
originalmente provocado por los gastos gubernamentales, una visión equivocada
de lo que dijo Keynes”, concluyó Assis.
Es posible que muchos errores cometidos por la
izquierda latinoamericana se deban a un “keynesianismo mal asimilado”, de
considerar que “cualquier intervención del Estado en la economía es keynesiana
y progresista, una tontería”, opinó Cardim, un especialista en las ideas del
economista británico John Maynard Keynes, muerto en 1946.
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Ganar elecciones con la expansión del gasto
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Fue puro “populismo”, la tentación de ganar
elecciones con base a la expansión del gasto público y los subsidios, según Raúl Velloso, defensor del equilibrio fiscal.
Pero comprende contradicciones porque termina por
arruinar el Estado y congelar los precios públicos para contener la inflación
produce una explosión inflacionaria en el futuro, cuando la corrección se
impone, como ocurrió este siglo en Argentina y Brasil.
Los dos países adoptaron políticas económicas
similares, en el “modelo populista proconsumo”, diagnosticó Velloso en una
publicación coescrita con dos economistas argentinos y otro brasileño en 2014, “Intervención
estatal y populismo, Argentina en el inicio del siglo XXI” que apunta a la
decadencia del ciclo argentino.
La crisis brasileña es de la democracia, “el caso
más emblemático del impacto de la crisis política en la economía”, discrepa De
Melo, identificando un “círculo vicioso” entre ese proceso interno, el “vuelco
de los vientos internacionales” con la crisis financiera estallada en 2008 y la
retracción de las inversiones privadas.
Pero reconoce que Rousseff cometió un error al
reducir los impuestos a las empresas de algunos sectores, porque el gran
problema fiscal en Brasil es la injusticia tributaria. “La carga es muy elevada
para todos, pero no para el capital, los bancos y los ricos”, adujo.
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