¿Es la "raza chilena" la mala?
¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO FRENTE AL VANDALISMO, LAS TOMAS Y RETOMAS?
Por Walter Krohne
Hay algo que ha contaminado a
la “raza” chilena, especialmente a los jóvenes que andan como caballos
desbocados por las calles de Santiago diciendo que luchan por una educación más
justa y gratuita, pero el comportamiento que muestran no es precisamente una
característica de un nivel educacional más elevado y sólido. Marchan por las
calles como si los problemas estudiantiles fueran los únicos que hay que
resolver en Chile en el marco de un mar de dificultades, por errores políticos u omisiones del Gobierno actual o de los anteriores o deterioro de la
situación económica muy ligada al ritmo de lo que ocurre en los mercados
del resto del mundo.
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Hace
mucho rato que los estudiantes se confunden con los encapuchados en las marchas
y ya casi no se sabe quién es quién. Ni siquiera la policía ha podido explicar
fehacientemente de quiénes son y qué es lo que hacen o de donde vienen estos
personajes vandálicos. Los encapuchados portan elementos contundentes para
destruir lo que se les ponga por delante, también bombas molotov y son
verdaderos delincuentes que se desplazan libremente y se permiten o les
permiten hacer lo que se les antoja.
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Pueden
saquear y no les pasa nada, pueden robar o golpear a personas y pasan “piola”,
como dicen ellos mismos, porque, al parecer, hasta los policías les tienen
miedo. Y lo peor es que pueden causar la muerte y no pasan ni un día en la
cárcel.
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El
caso de Valparaíso, el pasado 21 de mayo, es un ejemplo patético: se dieron el
“lujo” de incendiar un edificio céntrico, además de dañar otros inmuebles,
escenario en el cual murió un hombre de la tercera edad que, entretanto,
su nombre ya ha pasado al olvido, quizá porque era sólo un simple trabajador.
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El
hombre cumplía con su deber de proteger un edificio municipal de la calle Pedro
Montt y su destino fue desgraciadamente encontrarse con los encapuchados que lo
obligaron a refugiarse en el tercer piso del inmueble en llamas, donde encontró
la muerte por asfixia.
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Pero
eso no es todo...
Sólo
días después, otra vez ante la vista y paciencia de las autoridades y las
policías, otro grupo de encapuchados, más violento y peligroso ingresó durante
otra marcha a la Iglesia de la Gratitud Nacional de los salesianos en
Santiago para dañar o eliminar todo lo que pudieron encontrar, siendo el
punto más dramático la destrucción de un Cristo crucificado que era parte del
patrimonio histórico del templo, igual que muchas otras pertenencias y especies
depositadas en una de las dependencias de la Iglesia que fue totalmente
devastada.
Pero
esto tampoco es todo...
Este
lunes fue desalojado el Internado Barros Arana (INBA), recibiendo de vuelta las
autoridades, tras 20 días de toma, un edificio que hoy parece
destruido por saqueo, porque los jóvenes, en vez de cuidar y proteger el
equipamiento del plantel, lo hicieron literalmente añicos, causando pérdidas
cercanas a los 500 millones de pesos que superan todos los límites y todo lo
imaginable. Y como esto ya parece una “verdadera chacota cotidiana” y las
autoridades han perdido completamente el respeto y el control de la situación,
anteayer fueron desalojados también los Liceos de Aplicación y el Javiera
Carrera, pero cuando los Carabineros estaban dando vuelta por la esquina en
dirección a sus cuarteles, los estudiantes volvían a tomar ambos
establecimientos, riéndose de ellos y de todo el mundo. Hoy se estima que hay
un centenar de colegios tomados en el país y en algunos casos, como en el INBA,
los jóvenes, respondiendo a una gran frustración social, destruyeron o se robaron muebles históricos, bibliotecas, salas de computación y valiosos elementos empleados en los
procesos educativos.
¿Es
esta la educación pública que prometió Bachelet en su campaña o rudamente dicho
es este el retroceso más grande que haya tenido la educación en Chile?
Y
lo peor de todo esto es que tras estos desastres unos se culpan a otros y el
problema continúa sin resolverse para nada. Las autoridades civiles critican
que la acción de Carabineros fue tardía y esta policía se queja que las
peticiones de desalojo de las autoridades se hacen con retraso, lo que no les permite establecer antes del desalojo un protocolo que debe existir frente a un edificio tomado. La directora de educación de la Municipalidad de Santiago, Mónica
Espina, renunció a su cargo y acusó también demora en el accionar policial. El concejal
Felipe Alessandri advirtió que Espina fue la cuarta directora de Educación de
Santiago en cuatro años. La ministra de Educación Adriana Delpiano
criticó a los estudiantes: “Que un grupo se tome un colegio e impida que otro grupo
no pueda asistir a clases es un acto de violencia”.
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Todo
esto huele muy mal porque el desorden es generalizado y las autoridades, como
vemos, han perdido el control de la situación y los estudiantes el
respeto de quienes se supone deben imponer el orden, pero está a la vista que
han fracasado. Los estudiantes siguen en las tomas y en las calles, porque
cuando las autoridades no les autorizan marchar por la Alameda Bernardo
O'Higgins, salen de todas maneras y marchan igual, cometiendo más destrozos que en
manifestaciones autorizadas. El caos se triplica.
El
cuadro es realmente dramático porque tiene raíces estructurales graves. Los
jóvenes ven como ejemplos de comportamiento a políticos corruptos que reciben
del Estado millones de pesos o a empresarios, también corruptos o coludidos, que se compran a los políticos y manejan a su manera los precios de los productos en las tiendas y supermercados, mientras los estudiantes siguen endeudados en los
bancos como consecuencia de los créditos que han tenido que pactar y repactar
desde hace años. Ellos ven a diario con la estrechez que viven sus familias como consecuencia de
estos pagos que arrastran con excesiva dificultad. En otras palabras, el modelo neoliberal sigue más vivo y activo que antes de Bachelet y la gratuidad universal prometida, cada vez más lejana.
Aparte
de ello, los jóvenes no ven tampoco en Chile posibilidades reales de poder
encontrar un trabajo estable y bien remunerado al términos de sus estudios, y condiciones laborales muy inciertas. Al final, sus ilusiones y
sacrificios de haber podido estudiar una carrera en alguna universidad se desvanecen
y les origina una inmensa frustración social, porque la desigualdad en Chile
tampoco parece haber disminuido, aunque el nuevo ministro del Interior, Mario Fernández, diga que "la meta de este gobierno es reducirla". Esto los obliga a retornar a sus poblaciones
de origen con la diferencia que ahora pueden mostrar un título universitario
que en algunos casos les servirá muy poco, porque en Chile más que universitarios se necesitan técnicos. Mientras tanto, a pesar de la reforma
educacional, el negocio o lucro en las universidades no tendrá finalmente un cambio tan severo y profundo, como se dijo en un comienzo, mientras que el incremento de la calidad en las aulas seguirá como
siempre: mediocre o malo.
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