CHILE-CRIMINALIDAD-KRADIARIO
LA DELINCUENCIA Y SUS PROGRESOS
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Hace unos años los estadios y el fútbol en Chile estaba
tomado por un público delincuencial. La gente que quería gozar de un
espectáculo atractivo para las familias, con niños incluidos, debió hacerlo
desde sus casas; luego se dieron cuenta que el público no llenaba los estadios
y se comenzó a eliminar el fútbol en las trasmisiones abiertas; los
espectáculos incendiarios y destructivos siguieron viento en popa por mano de
las barras bravas.
Personajes peligrosos adquirieron nombradía por sus
aventuras y estropicios, hasta se pudo presenciar actos criminales con puñal en
mano en medio de un espectáculo futbolístico. En fin, cuando se dejan abiertas
las puertas al mal, el mal campea y se adueña de las situaciones, eso lo enseña
la larga historia criminal de la humanidad en todos los campos, no sólo los de
juego. Recordemos los desastres causados por los delincuentes futboleros
ingleses (hooligans) en tiempos de Margareth Thatcher, cuando asolaban las ciudades y
los estadios de Europa.
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Pero ahora pareciera que la calma vuelve a los estadios de Chile, como regresó también
a los estadios de Inglaterra y de Europa. Se pueden dar dos explicaciones a
este fenómeno: uno social y otro de gestión pública. En lo social, se constata
que estos procesos de derrape juvenil en
el fútbol coinciden con tiempos de crisis económica tremendamente lesivos para
los hogares de los jóvenes, en medio de políticas que abandonan el cuidado de esa
juventud; luego que se recupera la economía y esa generación de jóvenes logra
reinsertarse, el problema de los estadios se resuelve de manera notable, como
fue el caso de Inglaterra.
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Una de las personas que protestaron el viernes con un cacerolazo dijo que lo hacía por los múltiples asaltos y robos con violencia que a diario ocurren en el en barrio alto. |
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En el caso de Chile el problema social de esos jóvenes no se
ha morigerado, pero ha pasado a otra etapa organizativa, cuales son los grupos
anárquicos, droga, delincuencia común y grupos alternativos diversos.
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La otra explicación, adicional a la social, como
señalábamos, es la de gestión administrativa, pues se impuso un control muy estricto sobre los
asistentes al estadio con las respectivas prohibiciones de ingresar de los
fulanos que oficiaban como cabecillas de cada barra brava. De esta forma se ha
logrado bajar la tasa de violencia en los estadios; pero esa misma violencia no
ha podido ser retirada de las calles cada vez que los equipos chilenos ganan o
pierden. Ahí están los buses quemados, que llegan a centenares, y los desmanes
contra la propiedad pública que suma otros tantos miles de millones de pesos.
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Como decíamos, el problema social de la juventud chilena
está intacto, por lo que esa juventud no se ha reinsertado sino que ha cambiado
sus estrategias: ya no opera en los estadios, sino que en las celebraciones y
en las protestas.
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Desde la derecha se mira el tema de la delincuencia desde
una perspectiva puramente casuística: a más delincuencia, más policía. Eso
suena lógico, siempre y cuando usted vaya ganando la batalla; pero no es así. La delincuencia aumenta. Lo que acontece
ahora es que la gente va sintiendo que es ocioso denunciar, pues los efectos
son casi nulos, por eso aparecen menos denuncias. Lo otro que acontece es que
la delincuencia se hace más profesional y por tanto más efectiva; ahora los
actos delincuenciales son más espectaculares y se obtienen de ellos muchas más
ganancias. Ya no es el carterista ni el
ratero noctámbulo; ahora la especialización da para los cajeros automáticos,
los transportes de valores, los autos de lujo y las casas con mucho efectivo
guardado en la caja de fondo. En todos estos casos hay detrás un respaldo de
inteligencia; ya no se hace nada de forma espontánea o amateur.
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En consecuencia, así como se logró refrenar la delincuencia
en los estadios y se ha mantenido a raya en el Metro, se debe ir diseñando estrategias
efectivas de abordaje de cada problema en su nivel de complejidad: lo que es
cobertura insuficiente, se debe abordar con dotación suficiente y eficiente; lo
que es actividad especializada, con la contraparte de inteligencia también
altamente especializada. No se trata de tirar a la calle un pelotón de
policías a pasear su humanidad, pero sin
resultados concretos.
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Pero el factor que está faltando, es que así como la
delincuencia se activa por la presencia de mayor riqueza exhibida por un sector
minoritario de la población, también se activa esa delincuencia por la
presencia de una pobreza juvenil que no se reduce ni se atiende. Si no se gana
la batalla de la pobreza y el abandono juvenil, se perderá la batalla por la
paz social y por la sana convivencia ciudadana.
Hay tantos países que dan testimonio de esta aseveración,
que es ocioso insistir en ello: ahí están Estados Unidos, México, Venezuela,
Colombia, Centro América; es decir todos esos países donde la desigualdad es
tan extrema y tan ajena a la miseria de las mayorías de jóvenes, que hace que
todos los remedios que se ensayan, una vez que el mal se instala, sean
insuficientes e ineficientes, pues el virus corruptor va penetrando, capa por
capa, a la sociedad toda.
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