OPINIÓN DEL EDITOR-KRADIARIO
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EL DRAMA Y LA SOLEDAD DE MICHELLE BACHELET TRAS LOS CAMBIOS QUE LE HAN AYUDADO MUY POCO
Por Walter Krohne
Los ajustes de gabinete y otros nombramientos de la
Presidenta Michelle Bachelet no parecen haberla ayudado tanto como ella hubiese querido. El país,
aparte del desorden interno, tiene frentes conflictivos en distintos puntos de
la actividad nacional y también internacional. No existen hasta ahora fórmulas
adecuadas y certeras para resolver ciertas coyunturas difíciles que son
muchas más que en años anteriores y que no
tenían tanta gravedad como hoy es posible apreciar.
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Lo peor que ha pasado es el frenazo dado a las reformas
políticas que se habían convertido en una esperanza del electorado
bacheletista y también de quienes finalmente no votaron por la Mandataria. Surge
así una nueva frustración, porque las posibilidades de lograr algunos cambios
fundamentales en la sociedad chilena, especialmente en las capas más necesitadas, se
han esfumado.
El poblador de la Granja, la Pintana, La Legua u otras de las 37 comunas de la Región Metropolitana o de las 346 comunas del país, con graves problemas sociales y económicos, ya se les ha acabado la ilusión
de ver cambios soñados en el sistema de salud, en la previsión, en la
educación, en el combate de la criminalidad o en materia de transporte público.
En parte porque las arcas fiscales están medias vacías, problema originado no sólo por la mala
coyuntura regional o mundial que afecta también a Chile, sino por errores de
cálculo y planificación que cometió el equipo del denominado "primer tiempo" en el
actual mandato de Bachelet.
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El gasto público ha sido completamente desproporcionado con
los recursos en los primeros 16 meses de gobierno. Así, los empleados públicos a honorarios durante 2014 se elevaron en 11.386, llegando a 47.239, lo que significa un incremento de 32 por ciento.
Pero no solamente en la cuestión de contrata de personal es la fuente que ha absorbido fondos públicos. También en el Congreso Nacional el recientemente descubierto pago de doble viático ha aportado una nueva nota deficiente para el sector político y ha vuelto a poner en duda la honorabilidad de los políticos. Con la disminución de los ingresos, como la fuerte caída del precio del cobre, nadie puede responder a la pregunta de como el Estado va a poder financiar a los 47 nuevos parlamentarios (35 diputados y 12 senadores) que comprende la nueva ley electoral aprobada recientemente.
También frente a los proyectos hoy parcial o totalmente congelados hay que destacar la falta de una planificación profunda porque aparentemente fueron hechos a la "chilena", como se dice, es decir a la ligera y sin ningún estudio profundo previo. La reforma tributaria es un ejemplo claro de ello porque en esta iniciativa se hicieron los cálculos de cuánto se iba a percibir y cómo se iba a gastar o invertir especialmente en educación. Así, también está tambaleando hoy la cacareada reforma educacional y día que pasa hay menos dinero para este presupuesto, lo que pocas veces había ocurrido con un proyecto emblemático antes en Chile.
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Desde la misma coalición de Gobierno, en la DC, se critica el hecho que el ajuste en educación frente a la gratuidad universitaria se esté haciendo sin equidad, porque deja fuera a
alumnos y familias vulnerables sólo por el hecho de no pertenecer a las
instituciones del Consejo de Rectores
(Cruch) y excluyendo a los planteles privados. Mientras tanto el PC advirtió al gobierno sobre la inquietud que existe en sus bases frente al "giro del programa" de la coalición.
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En este terreno de cálculos y "planificación" hay, entre otros, dos grandes responsables como son los ex ministros de Hacienda Alberto Arenas y del Interior Rodrigo Peñailillo que fueron los que en el fondo convencieron a Michelle Bachelet para que postulara al cargo de Presidenta por segunda vez, en un momento en que registraba récords históricos, como el hecho que una mujer con un apoyo ciudadano muy alto, volviera a convertirse en la primera Mandataria. Los dos personajes fueron muy astutos al aprovechar el carisma de Bachelet, es decir su capital político, después de haber triunfado en las Naciones Unidas como Directora de ONU Mujeres, para poder recuperar la Presidencia "en favor de los sectores más progresistas, políticamente hablando" con el fin de realizar un cambio profundo en Chile. Se ofreció de todo en un programa escrito a cuatro paredes y en pocos días que incluía desde una nueva Constitución hasta un cambio radical en la educación lo que permitiría lograr además un nivel adecuado de igualdad en la sociedad chilena.
Todas palabras y más palabras porque ahora, cuando estamos en la mitad del "vuelo" y a punto de efectuar un "primer aterrizaje" nos damos cuenta que nos está faltando de todo y que ya casi nada funciona y las soñadas propuestas progresistas se han caído como volantines del cielo. Surge dentro de todo este ordenado-desorden la Nueva Mayoría que ya ha dejado de ser "mayoría" como dijo esta semana con mucha razón el consejero nacional de la DC Gutenberg Martínez.
Entretanto, la Presidenta se ha ido quedando sola y triste. Todo su proyecto de hacer de Chile uno de los países menos desiguales del mundo se ha venido al suelo y los 32 meses que le quedan, con tres elecciones de por medio, no es un tiempo suficiente para enmendar rumbos. Los proyectos deberían haber estado preparados desde antes de la asunción al poder y no caer en improvisaciones como ocurrió en la realidad, lo que ocupó mucho tiempo para alcanzar algunos acuerdos.
No hay que desconocer que Michelle Bachelet partió con el pie izquierdo en esta nueva pasada por el poder al haber tenido que enfrentar dos grandes desastres como fueron los gigantescos incendios en Valparaíso y los aluviones en el norte del país con numerosas víctimas y daños materiales que incrementaron la pobreza de la gente.
Pero además debió afrontar las irregularidades transversales cometidas por políticos coaligados con empresas privadas y el mundo económico con el objetivo de obtener dinero para financiar sus campañas electorales. Ha sido una peligrosa y antidemocrática ola de ilegalidad y turbieza en la relación de la política y la empresa, lo que ha llevado además a confirmar la existencia de una crisis de las instituciones de la democracia, por mal funcionamiento, lo que es más preocupante aún, como en su momento quedó claro en el Servicio de Impuestos Internos. Eso de que las instituciones funcionan, como una proclama de viejos políticos, son solamente pamplinas.
Con un oficialismo debilitado y sin otra alternativa política, como en tiempos normales era la oposición, el panorama futuro se ve incierto. Hoy la derecha no se altera y está casi paralizada, con su máximo gurú detenido y procesado, porque su implicación en la ola de ilegalidades es, al parecer, mucho mayor que la del oficialismo. Sin embargo, por otra parte, en la centrozquierda quedó claro que nadie se arruga cuando, después de vivir en el exilio y sufrir la tortura, hay todavía dirigentes políticos que con mucha frivolidad fueron a pedirle o mendigarle dinero a un ex yerno del mismo dictador Augusto Pinochet, un régimen que es responsable de 3.500 muertes y de las más brutales violaciones a los derechos humanos. Todo esto demuestra una vez más que unos y otros son iguales y que la lucha de ambos está orientada únicamente a la conquista del poder y poder ganar más y más dinero.
Si a todo esto se le agrega a la situación de Michelle Bachelet, el lamentable affaire familiar con el caso Caval de por medio con su hijo Sebastián Dávalos y su nuera Natalia Compagnon, por otro, el cuadro de fracaso es completo. No solo quedó sola, sino tampoco tuvo el liderazgo que se esperaba de ella para sacar el buque de los gruesos hielos de la política. Y a pesar de los cambios y recambios de altos cargos en el Gobierno, tampoco en su entorno existe el liderazgo necesariamente buscado. Ya no pasará a la historia como la mejor Presidenta de Chile, sino que será un nuevo caso de estudio de la política y el poder que deberán investigar con acuciosidad en el futuro cientistas políticos, periodistas e historiadores.
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