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martes, 21 de julio de 2015

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AL GOBIERNO LE FALTÓ VOLUNTAD PARA TRATAR DE CORREGIR LAS FALLAS DE MERCADO

Por José Gabriel Palma


El economista y académico de la U. de Cambridge e investigador asociado de la Usach y la U. de Valparaíso sostuvo que no se atacó la falta de competencia y de regulación financiera, los “salarios de ineficiencia”, ni la diversificación productiva, entre otros.

La Presidenta "sinceró" que los recursos no alcanzarían para cumplir el programa de Gobierno. ¿Cómo analiza este “realismo sin renuncia”?

Como decía en otra oportunidad, si hay algo cierto en Chile es que la “centro-izquierda” siempre va a pestañar primero. Y como tanto slogan político, “realismo sin renuncia” probablemente significa justo lo contrario. Qué falta nos hace un Bielsa en Hacienda para que corrija nuestras fallas y distorsiones de mercado, en especial nuestros “salarios de ineficiencia”. Que refuerce la competencia y recupere nuestros recursos naturales, regule las finanzas, fortalezca a las instituciones públicas, implemente política industrial, y que ponga un royalty de verdad para así poder financiar una salud y educación de país civilizado. Y qué falta nos hace un Sampaoli para que saque a nuestra élite capitalista de su letargo rentista y especulador.

El ministro Valdés indicó que gran parte del ajuste viene dado por razones externas, especialmente la desaceleración de China. Usted había advertido que el mercado financiero de ese país era bastante frágil…

No hay mejor ejemplo de la diferencia que existe entre Chile y Asia, en cuanto a la voluntad para hacer las cosas en lo económico, que lo que se vio en este último mes. Mientras en Chile el Gobierno tiraba la toalla a la primera pasada de cambio (querer hacer algo pasó a ser considerado un exceso de euforia y entusiasmo), en China se implementaba un paquete drástico para detener la caída de la Bolsa. Esté o no uno de acuerdo con eso, quedó en evidencia lo que se puede hacer cuando por las venas corre sangre en lugar de Bilz y Pap (en especial la “renovada”).

Con todo, hay consenso en que los problemas de crecimiento y estabilidad del gigante asiático repercuten notablemente en los países emergentes.

China es fundamental. Cuando el nuevo Premier asumió en 2013, habían dos grandes desafíos: poner orden en lo financiero, y reorientar el crecimiento “hacia adentro”.

–¿Y qué hizo China en ambas direcciones?

–En lo financiero se necesitaba un desendeudamiento ordenado, precios que reflejaran mejor el riesgo, y agentes que pagasen los costos de sus malas decisiones (una disciplina ya olvidada en casi todos los mercados financieros). Así, por primera vez, entró en moratoria una empresa estatal y una gran empresa constructora privada. El Banco Central también recapitalizó bancos estatales, diseñó seguros de depósito para permitir quiebras bancarias sin crear pánico, e hizo swaps de bonos municipales. Finalmente, frenó el “margin lending” que impulsaba la subida meteórica de las bolsas de Shanghai y Shenzhen.

–¿Y en cuanto a la desaceleración económica?

–China necesitaba pasar de una estrategia liderada por la inversión y su fácil financiamiento, a una con un mayor equilibrio entre el consumo e inversión. La actual era insostenible tanto por los niveles de deuda, como porque la inversión ya llegaba al 47% del PIB (más del doble que en Chile). Mientras tanto, el consumo de los hogares representaba apenas un tercio del PIB (la mitad que en Chile —abultado por la exuberancia de pocos y las deudas de muchos). Es obvio que tanto China como Chile tienen que re-balancear sus crecimientos, pero en direcciones opuestas.

–¿Y qué fue lo que falló?

–Se priorizó estimular la economía a lo financiero, pues la desaceleración tomaba velocidad —el año pasado el consumo de acero cayó por primera vez en 3 décadas. Pero las medidas financieras eran un paquete enérgico, y se implementó con decisión. Aquí yo creo que se subestimó el nivel de fragilidad financiera existente —el índice de la bolsa había crecido 150% en doce meses—y las noticias de afuera (como la saga Griega) no ayudaron. Algunos especuladores clave decidieron tomar un respiro para ver cómo se venía la mano, y el resto los siguió como manada.

–Finalmente esto repercutió fuertemente en la cotización del cobre.

–El precio del cobre hoy refleja tanto su valor intrínseco, como su rol de activo financiero. Son dos dinámicas diferentes. En la primera China es fundamental; en la otra es la alta liquidez generada por la política expansiva de los países avanzados, y la caída generalizada de la calidad de los activos financieros. En lo primero, una mayor desaceleración China puede ser muy negativa para Chile.

–¿Y desde el punto de vista de los mercados financieros?

–Entre resguardarse en cobre o en activos financieros que mañana quizás no valgan ni el papel en el que están escritos, mejor cobre. Eso genera demanda por cobre, pero inestable. Mientras más liquidez persiga una oferta limitada de activos financieros sólidos (en el caso del cobre por su valor intrínseco), hay más “atochamiento” de demanda y suben los precios —bolsas en record históricos, cobre que hasta hace poco aún estaba cerca de US$3 la libra, etc. Pero como estos precios no están relacionados con los fundamentos de la economía real, son vulnerables a correcciones bruscas. Mientras el casino financiero favorezca al cobre, nuestro pueril crecimiento es sostenible. Si los dados ruedan en otra dirección, la narrativa cambia.

–¿Qué niveles de inversión debería alcanzar Chile para crecer con más fuerza y depender menos del precio del metal rojo?

–La experiencia asiática indica que para crecer en forma sostenida se necesita invertir al menos un 30% del PIB. Como en Chile sólo el 1% se apropia de eso, ese nivel debería ser perfectamente viable. Pero ello es poco probable en una economía donde lo que más abunda son las fallas de mercado y los privilegios, la poca competencia, y las instituciones tímidas. Este contexto premia a nuestros queridos especuladores, rentistas y traders (desde el maestro Piñera al aprendiz de Machalí), a los traficantes de influencias políticas y de información privilegiada. A su vez, castiga a la inversión real, a la diversificación productiva, a la absorción tecnológica, y a la industrialización del sector exportador. En este contexto, pocos se van a molestar en invertir más allá de lo necesario para depredar recursos naturales en forma competitiva (lo que conlleva algunas actividades interesantes), y desarrollar no transables de bajo desafío tecnológico. Mientras sigamos así, vamos a seguir marcando el paso.

–¿Relaciona eso con que nuestra tasa de ahorro llegó a 20,2% del PIB, en una tendencia decreciente, al igual que la inversión en 21,4%?

–Y la inversión en maquinaria y equipo fue incluso menos de la mitad de eso, y la por trabajador (en dólares constantes) apenas superó en 3 veces la del 1980 —en China hoy representa 26 veces aquella. Algo intermedio parece más razonable; pero ello es poco probable que pase endógenamente en Chile, ya que su economía no es de mercados competitivos, sino de grupos de mercado, y donde la desigualdad es el mejor sustituto a la diversificación productiva. ¡Qué manera de farrearnos la increíble bonanza externa desde el 2002! Algo que ocurre, con suerte, una vez por generación. A diferencia de lo que se predica, parte importante de nuestros problemas actuales es que se acabó la fiesta y llegó la cuenta.

Por ejemplo, durante el Gobierno pasado la farra fue tal que la tasa de ahorro cayó del 24% del PIB al 20%, mientras que el consumo saltó del 71% a más del 75%. Mientras tanto, la inversión (como porcentaje del PIB) no llegó ni siquiera a los niveles pre-crisis —pero sí salían más de US$70 mil millones como utilidades del capital extranjero (en su mayoría mineros, y tan sólo por molestarse en hacer cobre concentrado), monto equivalente al 7% del PIB del periodo. Qué generosidad, y qué manera de desperdiciar el (mal llamado) súper-ciclo. Populismo exuberante y cortoplacista.

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