ECONOMÍA-GOBIERNO-PALMA-KRADIARIO
AL GOBIERNO LE FALTÓ VOLUNTAD PARA TRATAR DE CORREGIR LAS
FALLAS DE MERCADO
Por José Gabriel Palma
El economista y académico de la U. de Cambridge e
investigador asociado de la Usach y la U. de Valparaíso sostuvo que no se atacó
la falta de competencia y de regulación financiera, los “salarios de
ineficiencia”, ni la diversificación productiva, entre otros.
La Presidenta "sinceró" que los recursos no
alcanzarían para cumplir el programa de Gobierno. ¿Cómo analiza este “realismo
sin renuncia”?
Como decía en otra oportunidad, si hay algo cierto en
Chile es que la “centro-izquierda” siempre va a pestañar primero. Y como tanto
slogan político, “realismo sin renuncia” probablemente significa justo lo
contrario. Qué falta nos hace un Bielsa en Hacienda para que corrija nuestras
fallas y distorsiones de mercado, en especial nuestros “salarios de
ineficiencia”. Que refuerce la competencia y recupere nuestros recursos
naturales, regule las finanzas, fortalezca a las instituciones públicas,
implemente política industrial, y que ponga un royalty de verdad para así poder
financiar una salud y educación de país civilizado. Y qué falta nos hace un
Sampaoli para que saque a nuestra élite capitalista de su letargo rentista y
especulador.
El ministro Valdés indicó que gran parte del ajuste viene
dado por razones externas, especialmente la desaceleración de China. Usted
había advertido que el mercado financiero de ese país era bastante frágil…
No hay mejor ejemplo de la diferencia que existe entre
Chile y Asia, en cuanto a la voluntad para hacer las cosas en lo económico, que
lo que se vio en este último mes. Mientras en Chile el Gobierno tiraba la
toalla a la primera pasada de cambio (querer hacer algo pasó a ser considerado
un exceso de euforia y entusiasmo), en China se implementaba un paquete
drástico para detener la caída de la Bolsa. Esté o no uno de acuerdo con eso,
quedó en evidencia lo que se puede hacer cuando por las venas corre sangre en
lugar de Bilz y Pap (en especial la “renovada”).
Con todo, hay consenso en que los problemas de crecimiento
y estabilidad del gigante asiático repercuten notablemente en los países
emergentes.
China es fundamental. Cuando el nuevo Premier asumió en
2013, habían dos grandes desafíos: poner orden en lo financiero, y reorientar
el crecimiento “hacia adentro”.
–¿Y qué hizo China en ambas direcciones?
–En lo financiero se necesitaba un desendeudamiento
ordenado, precios que reflejaran mejor el riesgo, y agentes que pagasen los
costos de sus malas decisiones (una disciplina ya olvidada en casi todos los
mercados financieros). Así, por primera vez, entró en moratoria una empresa
estatal y una gran empresa constructora privada. El Banco Central también recapitalizó
bancos estatales, diseñó seguros de depósito para permitir quiebras bancarias
sin crear pánico, e hizo swaps de bonos municipales. Finalmente, frenó el
“margin lending” que impulsaba la subida meteórica de las bolsas de Shanghai y
Shenzhen.
–¿Y en cuanto a la desaceleración económica?
–China necesitaba pasar de una estrategia liderada por la
inversión y su fácil financiamiento, a una con un mayor equilibrio entre el
consumo e inversión. La actual era insostenible tanto por los niveles de deuda,
como porque la inversión ya llegaba al 47% del PIB (más del doble que en
Chile). Mientras tanto, el consumo de los hogares representaba apenas un tercio
del PIB (la mitad que en Chile —abultado por la exuberancia de pocos y las
deudas de muchos). Es obvio que tanto China como Chile tienen que re-balancear
sus crecimientos, pero en direcciones opuestas.
–¿Y qué fue lo que falló?
–Se priorizó estimular la economía a lo financiero, pues la
desaceleración tomaba velocidad —el año pasado el consumo de acero cayó por
primera vez en 3 décadas. Pero las medidas financieras eran un paquete
enérgico, y se implementó con decisión. Aquí yo creo que se subestimó el nivel
de fragilidad financiera existente —el índice de la bolsa había crecido 150% en
doce meses—y las noticias de afuera (como la saga Griega) no ayudaron. Algunos
especuladores clave decidieron tomar un respiro para ver cómo se venía la mano,
y el resto los siguió como manada.
–Finalmente esto repercutió fuertemente en la cotización del
cobre.
–El precio del cobre hoy refleja tanto su valor intrínseco,
como su rol de activo financiero. Son dos dinámicas diferentes. En la primera
China es fundamental; en la otra es la alta liquidez generada por la política
expansiva de los países avanzados, y la caída generalizada de la calidad de los
activos financieros. En lo primero, una mayor desaceleración China puede ser
muy negativa para Chile.
–¿Y desde el punto de vista de los mercados financieros?
–Entre resguardarse en cobre o en activos financieros que
mañana quizás no valgan ni el papel en el que están escritos, mejor cobre. Eso
genera demanda por cobre, pero inestable. Mientras más liquidez persiga una
oferta limitada de activos financieros sólidos (en el caso del cobre por su
valor intrínseco), hay más “atochamiento” de demanda y suben los precios
—bolsas en record históricos, cobre que hasta hace poco aún estaba cerca de
US$3 la libra, etc. Pero como estos precios no están relacionados con los
fundamentos de la economía real, son vulnerables a correcciones bruscas.
Mientras el casino financiero favorezca al cobre, nuestro pueril crecimiento es
sostenible. Si los dados ruedan en otra dirección, la narrativa cambia.
–¿Qué niveles de inversión debería alcanzar Chile para
crecer con más fuerza y depender menos del precio del metal rojo?
–La experiencia asiática indica que para crecer en forma
sostenida se necesita invertir al menos un 30% del PIB. Como en Chile sólo el
1% se apropia de eso, ese nivel debería ser perfectamente viable. Pero ello es
poco probable en una economía donde lo que más abunda son las fallas de mercado
y los privilegios, la poca competencia, y las instituciones tímidas. Este
contexto premia a nuestros queridos especuladores, rentistas y traders (desde
el maestro Piñera al aprendiz de Machalí), a los traficantes de influencias
políticas y de información privilegiada. A su vez, castiga a la inversión real,
a la diversificación productiva, a la absorción tecnológica, y a la
industrialización del sector exportador. En este contexto, pocos se van a
molestar en invertir más allá de lo necesario para depredar recursos naturales
en forma competitiva (lo que conlleva algunas actividades interesantes), y
desarrollar no transables de bajo desafío tecnológico. Mientras sigamos así,
vamos a seguir marcando el paso.
–¿Relaciona eso con que nuestra tasa de ahorro llegó a 20,2%
del PIB, en una tendencia decreciente, al igual que la inversión en 21,4%?
–Y la inversión en maquinaria y equipo fue incluso menos de
la mitad de eso, y la por trabajador (en dólares constantes) apenas superó en 3
veces la del 1980 —en China hoy representa 26 veces aquella. Algo intermedio
parece más razonable; pero ello es poco probable que pase endógenamente en
Chile, ya que su economía no es de mercados competitivos, sino de grupos de
mercado, y donde la desigualdad es el mejor sustituto a la diversificación
productiva. ¡Qué manera de farrearnos la increíble bonanza externa desde el
2002! Algo que ocurre, con suerte, una vez por generación. A diferencia de lo
que se predica, parte importante de nuestros problemas actuales es que se acabó
la fiesta y llegó la cuenta.
Por ejemplo, durante el Gobierno pasado la farra fue tal que
la tasa de ahorro cayó del 24% del PIB al 20%, mientras que el consumo saltó
del 71% a más del 75%. Mientras tanto, la inversión (como porcentaje del PIB)
no llegó ni siquiera a los niveles pre-crisis —pero sí salían más de US$70 mil
millones como utilidades del capital extranjero (en su mayoría mineros, y tan
sólo por molestarse en hacer cobre concentrado), monto equivalente al 7% del PIB
del periodo. Qué generosidad, y qué manera de desperdiciar el (mal llamado)
súper-ciclo. Populismo exuberante y cortoplacista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario