3-4-2014-KRADIARIO-Nº891
LOS TERREMOTOS Y TSUNAMIS SON NUESTROS "HURACANES Y TIFONES" QUE NOS OBLIGAN A CAMBIAR LA CONDUCTA PARA SALVARNOS DE LA IRREVERSIBLE TRAGEDIA GLOBAL DEL PLANETA
Por Walter Krohne
El mal principal de Chile, entre muchos males, son los
terremotos que ahora nos acompañan seguidos
de tsunamis cuando la magnitud de los movimientos
supera los 7 u 8 grados Richter. Así hemos vivido con las
consecuencias que estos “desórdenes” de la naturaleza nos causan, que antes
eran más distanciados unos de otros y que hoy su frecuencia es mucho mayor.
Todo esto tiene que ver con los abusos que el hombre ha hecho y hace del
planeta que está cansado y vencido y explota
ahora por cualquier parte para botar excesivas energías acumuladas: en Estados
Unidos son los tornados que se han incrementado
en número y destrucción, en la zona del Caribe, los huracanes cada vez mayores en número e
intensidad, en el Asia son los tifones y
en Sudamérica, los terremotos y las erupciones volcánicas.
Es decir, los desastres naturales son cada vez más frecuentes. El tsunami asiático
(2004), como la tragedia de Nueva Orleans con el huracán Katrina (2005), volverán
a repetirse. Pero la pregunta es si ¿estamos preparados a sobrevivir en
condiciones de extrema adversidad como las que se avecinan o a tiempo para
evitar el colapso?
El escenario de muerte, saqueos, violaciones y
desesperación, es un anticipo del futuro que nos espera al más corto plazo. Las
discrepancias sobre el tema están a la orden del día. Los científicos “leales”
a Washington y “enemigos” del mundo son blandos frente a la línea que marca la
política exterior de EE UU argumentando que estos desastres no se deben al
calentamiento global, mientras los críticos partidarios de la ONU recuerdan que
no se firmó el Protocolo de Kyoto. Los pacifistas ven la causa de la tragedia en
los recursos destinados a financiar las guerras en las cuales se han gastado miles y miles de millones que deberían haberse
destinado a la protección y no a la destrucción del planeta.
Lo que está ocurriendo en el norte de Chile es sólo un
ejemplo de la tragedia global. La tierra se ha remecido ya dos veces esta
semana (dos terremotos), el martes y ayer miércoles, aunque la destrucción que produjo en la
infraestructura ha sido bastante menor a otros eventos similares.
Las imágenes del palacio presidencial de Haití desplomado después del
terremoto de 2012 o, más atrás, de Ciudad
de México hecha ruinas en 1985, llevan a preguntarse cómo es posible que en
Chile eso no ocurra cuando vive sismos más fuertes. O al menos no a esa escala.
La respuesta es clara para los expertos: hormigón armado, disipadores de energía y estudios de suelo exigidos por
una normativa muy estricta, que con muy pocas excepciones suele
cumplirse. Cuando se han desplomado edificios significa que los requisitos de
construcción han sido violados, ya sea en el estudio del suelo o en la
utilización de fierro y hormigón en forma adecuada para mantener en pie las pesadas estructuras. Esto quedó al descubierto en el terremoto del
27 de febrero de 2010 (8,9 Richter). Las infracciones son ocasionadas a
propósito por las propias empresas
constructoras que en forma irresponsable quieren abaratar los costos de los
proyectos para obtener mayores ganancias.
En el terremoto de magnitud 8,2 en la escala de
Richter que se produjo el martes en el norte de Chile murieron seis personas,
solo una por aplastamiento. Y en el fuerte sismo de 2010, en el que perdieron la
vida más de 500 personas, la mayoría de las muertes fueron causadas por el
tsunami que le siguió y que más que las olas la tragedia fue responsabilidad de
los funcionarios del Estado, entre ellos la Presidenta Michelle Bachelet, por
mala recepción o mala utilización de los datos disponibles.
En Alto
Hospicio, en Iquique, la comuna que a priori parece ser la más afectada
por el sismo del martes, se habla de "1.500 casas colapsadas".
Las normas de construcción son fundamentales. Se exigen
uso de materiales y estudios que encarecen mucho la construcción, y aun así,
como se demuestra sismo tras sismo, parecen respetarse.
El presidente del Colegio de Arquitectos de Chile,
Sebastián Garay, dijo en un reportaje que realizó sobre este tema la BBC que era
impensable construir, por lo menos en zonas urbanas, sin atender al cuerpo
normativo legal.
En este sentido Chile se escapa de escenarios en los
que se construyen sin responsabilidad como sobre terrenos ganados al mar, o
desviando cauces de ríos como en Nueva Orleans, o sobre fallas como la de San
Andrés. Todo esto supone una sentencia segura de destrucción. Si el temido gran
terremoto anunciado en California hunde en el océano una zona donde hay varias
centrales nucleares, no habrá forma de evitar el envenenamiento del mundo
entero.
No poner coto al crecimiento económico y a la explosión demográfica, hace
inevitable que se dispare el calentamiento del planeta, con todos sus efectos:
contaminación de suelos, aire y aguas; desertificación creciente y pérdida de
tierras fértiles; sequías cada vez más prolongadas alternándose con meteoros
cada vez más violentos.
La sobreexplotación y concentración de la población en las zonas costeras
destruye este punto sensible del planeta, que quedará bajo las aguas a medida
que ascienda el nivel del mar, anegando amplias áreas de cultivos y forzando
migraciones masivas.
No querer renunciar al hedonismo de la sociedad de consumo ( doctrina de la filosofía que considera al placer como la finalidad o el objetivo de la vida) implica un agotamiento de los recursos naturales no
renovables en plazos cada vez más cortos, falta de tiempo para desarrollar
alternativas renovables que los sustituyan y bloqueo de la capacidad depuradora
de la propia naturaleza para regenerar los ecosistemas contaminados.
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Chile, como ha sufrido terremotos tan devastadores, ha ido creando una conciencia colectiva de que hay que cumplir con todas las normas para escapar de las tragedias. Esta semana miles de personas fueron evacuadas en el norte chileno para evitar las consecuencias depredadoras de un tsunami para el caso que se produjera en gran escala. Este fue el aprendizaje de eventos sísmicos anteriores, como el del 2010 que dejó una tremenda lección, surgiendo en todas las ciudades y localidades costeras las vías de evacuación hacia las partes más altas para que la población pudiera salvarse. Esta vez las medidas de emergencia fijadas la última vez funcionaron en el marco y esquema de una ONEMI modernizada y mucho más eficiente que en el 27F. Hay que seguir por este camino.
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Chile, como ha sufrido terremotos tan devastadores, ha ido creando una conciencia colectiva de que hay que cumplir con todas las normas para escapar de las tragedias. Esta semana miles de personas fueron evacuadas en el norte chileno para evitar las consecuencias depredadoras de un tsunami para el caso que se produjera en gran escala. Este fue el aprendizaje de eventos sísmicos anteriores, como el del 2010 que dejó una tremenda lección, surgiendo en todas las ciudades y localidades costeras las vías de evacuación hacia las partes más altas para que la población pudiera salvarse. Esta vez las medidas de emergencia fijadas la última vez funcionaron en el marco y esquema de una ONEMI modernizada y mucho más eficiente que en el 27F. Hay que seguir por este camino.
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