SALARIO MÍNIMO
Finalmente, la última semana se impuso en el debate sobre el
salario mínimo lo que, desde el mes de marzo, venían sosteniendo diversos
parlamentarios de oposición y gobierno: que era impresentable establecer cerca
de 203 mil pesos y que no se podía legislar por menos de 210 mil pesos
mensuales.
Como la autoridad de gobierno no escuchó sino que atacó y
descalificó las opiniones distintas a la suya se perdió un tiempo precioso,
cuatro meses, sin que centenares de miles de familias pudiesen recibir un
alivio en sus tensionantes condiciones de vida.
La tecnocracia oficialista esgrimió argumentos que luego
abandonó en una muestra de total oportunismo. La supuesta fijación de criterios
“técnicos” quedó en nada.
La presión partidista fue mucho más poderosa. Sin maquillaje,
desde lo técnico a lo electoral, fue el giro de la autoridad económica. Los
riesgos macroeconómicos se olvidaron. Sin arrugarse y sin inmutarse esa
“ponderada” voz pasó a presentar como bueno lo que descartaba como malo.
El vertical y rígido comportamiento “técnico” se convirtió
solo en una pantomima. La tecnocracia oficialista quedó sin banderas.
Ello viene a confirmar que en nuestro país tenemos un serio
problema. Hay un severo debilitamiento en la confianza de la cual la
administración Piñera es responsable. Los escándalos del INE y del SII han
acentuado el desencanto hacia el sistema político e institucional. Es demasiada
la ineptitud.
Ahora, en el caso del salario mínimo, cuando la autoridad
alardea que está entregando “el mayor” reajuste de la historia, no es creíble.
La razón es que de sobra se conoce que está presentando lo ajeno como propio,
pues debió ceder ante su propia orfandad y debilidad política.
Lo mejor sería el reconocimiento de los hechos tal como
ellos fueron.
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