La columna del periodista Fernández
QUÉ DIFÍCIL ES CREER…
Por Enrique Fernández
Los padres de Emilia: Benjamín Silva y Carolina Figueroa |
- No es posible –dijo
Carolina Figueroa, mostrando todo su dolor, cuando supo que el causante de la
muerte de su pequeña hija, Emilia, quedó libre y no irá a prisión. No lo podía
creer.
Emilia tenía 9 meses cuando Nelson
Fariña, conduciendo ebrio, estrelló su auto contra el vehículo en el que la
niña viajaba junto a sus padres, el domingo 20 de enero. Ella murió al día siguiente y él intentó huir
del lugar, en el barrio Vitacura. Pero varios testigos del accidente lo
retuvieron, hasta que llegó la policía y se lo llevó. Siete meses después, el
tribunal oral lo condenó a dos años de cárcel que podrá cumplir… sin ir a la
cárcel, firmando un cuaderno de control una vez al mes.
- No es posible que al dolor de la pérdida de
nuestros seres queridos se sume el dolor de la impunidad –insistió Carolina, en
un clamor que pareció representar las voces de otras madres, esposas, hijas y
hermanas que durante 40 años han invocado la acción de la Justicia. Cuando
emprendieron la búsqueda de sus esposos, padres, hermanos y otros seres
queridos, el régimen del general Augusto Pinochet, instalado a sangre y fuego
el 11 de septiembre de 1973, negó saber
dónde estaban los detenidos desaparecidos.
“Es muy factible que la gran
mayoría de los presuntos desaparecidos haya pasado a la clandestinidad”,
declaraba el ministro del Interior de la época, Sergio Fernández, hablando por
cadena nacional de radio y televisión, el 15 de junio de 1978.
Pero fue difícil creerle.
Como fue difícil creer la
existencia de un “Plan Z”, que la izquierda preparaba para asesinar en Chile,
en septiembre de 1973, a los jefes de las Fuerzas Armadas e instalar una
“dictadura marxista”. El mismo argumento
habían utilizado los militares brasileños nueve años antes, para derrocar al
presidente izquierdista Joao Goulart, el 31 de marzo de 1964.
Difícil fue creer, en los
años siguientes al golpe de 1973, las versiones oficiales sobre “confusos
incidentes” o “enfrentamientos”. Así ocurrió cuando el Gobierno militar se condolió
por el asesinato en Buenos Aires del general Carlos Prats y su esposa Sofía
Cuthbert. el 30 de septiembre de 1974. El tiempo se encargó de aclarar que los
asesinos fueron tres agentes de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional): Michael
Townley, Mariana Callejas y Enrique Arancibia Clavel, condenado a prisión
perpetua por la justicia argentina.
La fe pública volvió a
enfrentar una dura prueba el 21 de septiembre de 1976, después que una bomba
estalló bajo el automóvil del ex canciller Orlando Letelier que murió junto a
su secretaria Ronnie Moffit, en pleno centro de Washigton. Pinochet atribuyó el
atentado a la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de Estados Unidos, pero dos
años después entregó a ese país al verdadero asesino, el agente de la DINA
Michael Townley.
Fue difícil creer la versión
del Ejército, el 2 de julio de 1986, cuando negó que una patrulla militar
hubiera quemado vivos al fotógrafo Rodrigo Rojas Denegri y a la estudiante Carmen
Quintana. Él murió y ella sobrevivió con horribles heridas en su cara y su
cuerpo. Dos semanas después, los tribunales iniciaron un proceso contra los
miembros de la patrulla militar que prendieron fuego a los dos jóvenes, al
mando del teniente del Ejército Pedro Fernández Dittus.
Después se conoció el Informe
Rettig, en marzo de 1991, y el presidente Patricio Aylwin pidió perdón al país
por los más de 3.000 muertos y desaparecidos que dejó el régimen militar. Pero
a 40 años del golpe la sociedad chilena sigue dividida, aunque cada vez son
menos los que aceptan la legitimidad de la dictadura.
Incluso el general Juan
Emilio Cheyre, ex comandante en jefe del Ejército, dice que fue engañado cuando
era un joven teniente y le informaron que los padres del bebé que tenía en sus
brazos se habían suicidado. Con ese antecedente Cheyre entregó ese niño de dos
años a un convento de monjas. Pero Ernesto Lejderman todavía duda de que el
general Cheyre no supiera que sus padres fueron asesinados por una patrulla del
regimiento Arica, de La Serena, cuando intentaban pasar hacia Argentina, el 8
de diciembre de 1973.
La distinguida columnista
Teresa Marinovic, de posiciones ultra conservadoras, admite en “Las Últimas
Noticias” del sábado 24 de agosto que, a 40 años del golpe contra el presidente
Salvador Allende, “aún no hay verdad”. Acusa a la izquierda por su “falta de
honestidad” y por no haber asumido su responsabilidad en el quiebre de la
democracia, pese a los numerosos “mea culpa” y autocríticas que los líderes
izquierdistas han efectuado desde el comienzo de la transición.
“Y no se trata de justificar
lo injustificable –agrega-, sino simplemente de entender que ciertas
atrocidades ocurrieron dentro de un contexto”. Es decir, es necesario entender
“el contexto” para comprender por qué los militares mataron a tanta gente, incluyendo
niños y mujeres embarazadas.
¿Entenderá la mamá de Emilia
cuál es el “contexto” del accidente en el que murió su bebé y por qué el ebrio
que la mató quedó en libertad?
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