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LOS QUE PUEDEN NO QUIEREN Y LOS QUE QUIEREN NO
PUEDEN
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Por Hugo Latorre Fuenzalida
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Por Hugo Latorre Fuenzalida
Chile se encuentra atrapado en esta disyuntiva
histórica, que por lo demás no es exclusiva de Chile. Si usted pregunta a la
gente, se encontrará con la sorpresa de que la gran mayoría desea cambios
estructurales, pero no todos los que votan se atreven a hacerlo por quienes proponen los cambios. Si
usted hace una encuesta informada respecto a las AFP, ISAPRES, propiedad del
cobre, tributación, educación, etc. seguramente el resultado será el que ya
señalamos: cambios.
¿Por qué se da esta paradoja?
Se puede intentar varias curiosas
explicaciones:
1.- Que el padrón electoral anterior es de
personas, de edad promedio, bastante mayor y, como se sabe, los mayores tienen
varias condicionantes de conducta: son conformistas con lo que hay, pues sus
vidas están “educadas” dentro de la autoridad como norma. Es decir son gente
“normalizada”.
Ellos, los mayores, no piensan mucho en el futuro, sino que su
vida se constituye en retrospectiva, es decir viven vueltos hacia atrás- como
la porfiada mujer de Lot-.
La
prospectiva, en cambio, requiere una
imaginación creativa y gran espíritu crítico, cualidades propias de la
juventud. Entonces tenemos una población votante conformista, conservadora,
arrimada al sistema por más de una complicidad existencial.
2.- Una de esas complicidades existenciales,
la conforma un pasado traumático. La ruptura de la ilusión transformadora,
vivida entre los 60 y los 70, que llevó a la condena, por muchos años, a una
especie de penitencia por las culpas
libertarias; algo así como el castigo eterno de los dioses sobre Prometeo o
sobre Sísifo, que define anímicamente un sentido de tragedia sobre las cabezas
de quienes abren cajas de Pandora.
Así como Edipo, la culpa les lleva a
arrancarse los ojos para no ver y dejar que otros les guíen. El horror que
dejan esos traumas, anulan las capacidades vitales y los hombres se resignan al
furor del destino, entendiendo por tal una especie de fatalismo demoniaco,
negador y sádico.
Ese hombre que deambula sin proyecto y
prisionero de culpas que no logra racionalizar, y las acepta como males que penetran su
inconsciente hasta domesticar su voluntad y castrar sus potencias, ya no es un
ciudadano, sino un feligrés, un penitente, un desterrado, un minusválido
social, del que nada se puede esperar, hasta que las Moiras se los lleven para
aliviarles el peso de un existir rastrero y opaco.
3.- Los jóvenes, quienes son los que cargan la
insolencia de los rebeldes, capaces de
enfrentar a los dioses del sistema, se encuentran separados entre los que son
ciudadanos y los que no pueden serlo. Son ciudadanos, ese tercio de jóvenes que
se integran a la educación o a un
relativo o inestable bienestar.
Son parte separada en un verdadero “apartheit”
ese 70% de jóvenes que proliferan en las áreas marginales del país sin acogida
familiar, laboral ni de educación. Siempre fueron separados por la violencia y
las barreras sociales. Nunca pudieron sentirse pertenecientes a una sociedad
que les guardaba una identidad de respeto o consideración; nunca pudieron
percibir una especie de “hogar público”, sino a un Leviatán poderoso e
insensible que simplemente los marginó y negó toda oportunidad.
Ellos tampoco son ciudadanos, pues viven el
ostracismo existencial desde siempre. Ni siquiera tienen referencias de poseer
un derecho; sus mentes han sido anuladas de espíritu crítico y su rebelión, si
es que florece, llega hasta el arrebato delincuencial contra todo ese mundo que
le es insensiblemente ajeno y distante. La otra forma de salir de su opresión
está en la autoaniquilación mediante las drogas, el alcoholismo o el suicidio
(que de paso ha aumentado en un 60% en la última década).
Ellos ya viven condenados en un infierno sin
luz, sin imaginar siquiera una acción salvífica de mesías sociales, ni Marías
que aplasten la cabeza de esa serpiente cuartelaría que los retiene en su
fatal e infernal destino.
Esa gran mayoría de jóvenes marginales “no
están ni ahí” con la sociedad, el Estado o la política. Esas instancias no existen para ellos; nunca asomaron en su
radio visual, por tanto no son cotizables electoralmente. Es sabiendo esto que
los políticos maliciosos les otorgaron el derecho a estar inscritos en los
registros, pues saben que es como si no existieran.
Pero es verdad que la vida da sorpresas, y de
pronto, pudiera suceder que lo improbable se torne posible….y esa gente rompa
las cadenas o retorne de su exilio humano y social. Entonces sí que se vería
Chile remecido de pies a cabeza. Ahí sí temblarían los poderes instalados; ahí
se podría dar lo que dijo ese profeta social: que “Todo lo sólido será arrasado
y todo lo sagrado será profanado”.
Las élites están viviendo el sueño de un
momento estelar. Ellos, ingenuamente, creen que se puede paralizar la inteligencia
de los que están sometidos. Todos los poderes han actuado igual en la historia
y todos han terminado derrumbándose. Las excepciones han sido pocas, como
Licurgo, Solón, Pericles o Pisístrato, que fueron insignes reformadores y
lograron la grandeza de sus pueblos, justamente por adelantarse a las caídas de
sus sistemas corrompidos o abusivos.
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