Diario El Cronista Comercial de Argentina
Brasil-Argentina: La calidad de una relación bilateral relevante
Por Félix Peña
Fundación Standard Bank y UNTREF
La próxima reunión en Buenos Aires de Dilma Rousseff, la Presidenta del Brasil con la Presidenta Cristina Kirchner, es de por sí un hecho relevante. Es un gesto que destaca la importancia atribuida a la calidad de la relación bilateral y a la continuidad de una diplomacia presidencial que ha producido resultados positivos en los últimos veinticinco años. Ambas podrán conversar sobre como traducir en hechos el desarrollo de una relación futura que, tan pronto se la coloca en el horizonte de la nueva realidad global, adquiere un potencial superior al imaginado en los años en que se plasmara la idea de una alianza estratégica.
Para apreciar en toda su magnitud esta primera entrevista de las dos Presidentas, cabe recordar que las relaciones entre países se expresan en gestos, palabras y hechos. Unos y otros son necesarios. Pero lo fundamental, en última instancia son los hechos. Sin ellos, gestos y palabras pueden desgastarse. Sumados a los hechos, en cambio, pueden reflejar la intensidad y dirección de una relación bilateral. Son indicadores de la importancia que dos países atribuyen a la calidad de su vinculación recíproca. Otros países los observan con atención.
Todo ello es más relevante aún cuando se trata de la relación entre países vecinos que además, por razones históricas y por su dimensión relativa, están llamados a desempeñar un papel central en el espacio geográfico sudamericano. Tal es el caso de la relación entre la Argentina y el Brasil, concebida como un núcleo duro de la gobernabilidad regional.
Lo comprendieron en su momento los Presidentes Alfonsín y Sarney. Desde entonces la calidad de la relación bilateral ha estado en el centro de las preocupaciones de todos sus sucesores. Se ha reflejado en el papel que la diplomacia presidencial -con reuniones al más alto nivel de una frecuencia como mínimo semestral- ha tenido para la definición de estrategias conjuntas y sus respectivas hojas de ruta. No siempre lo planeado ha podido penetrar en la realidad. Ello suele ser frecuente en las relaciones internacionales. Pero el diálogo periódico, con lo que simboliza y por lo que luego se decide, ha permitido mantener un equilibrio entre lo racional y lo emocional. Ha sido así, cuando de tanto en tanto cuestiones vinculadas al comercio recíproco ganan notoriedad en la agenda bilateral. Pero también cuando ha sido necesario enviar señales claras sobre el lugar que ocupan, en la calidad y solidez de la relación bilateral, cuestiones estratégicas vinculadas al desarrollo nuclear y al Atlántico Sur, entre otras.
La confianza recíproca a nivel presidencial contribuye a nutrir una relación de calidad entre la Argentina y el Brasil, países vecinos con muchos intereses comunes, pero también con otros que pueden incluso ser contradictorios. De allí la importancia de encuentros presidenciales periódicos. Permiten que los gobernantes se conozcan. Si desarrollan una amistad personal, mejor aún. Si tales encuentros están bien preparados y se habla con franqueza, incluso permiten explicar y compatibilizar distintos puntos de vista, que pueden reflejar diferencias en los respectivos frentes internos, pero también pueden resultar de un insuficiente conocimiento personal entre los gobernantes.
El frecuente diálogo presidencial bilateral -incluso telefónico-ha sido un factor fundamental para nutrir la relación estratégica entre la Argentina y el Brasil. Es un bien público a preservar. Ha permitido mantener el rumbo más allá de naturales diferencias, sean ellas coyunturales o estructurales. Es complementado con mecanismos de trabajo en distintos niveles gubernamentales. También existen a nivel de la sociedad civil. Y es conveniente que se tornen más frecuentes aún, entre los múltiples sectores empresarios llamados a protagonizar una intensa y simétrica integración productiva que contribuya a fortalecer el Mercosur.
Diario Los Tiempos de Bolivia
La teoría y la realidad
La historia demuestra que por eso los que más sufren son los más desposeídos, porque esa construcción es sobre cimientos de barro.
Si algo ha comprobado el incremento –y su posterior anulación– del precio de los carburantes a fines del año pasado es que la gestión económica del MAS, desde 2006, no ha sido la adecuada y que el período de bonanza que el país ha vivido –y aún lo hace– se debe a las condiciones internacionales antes que a la capacidad de nuestras autoridades que, además, no han sabido preparase para el tiempo de las vacas flacas que parece que puede sobrevenir.
Ha primado el discurso político y, como el dinero fluía, la elaboración de planes en el aire fue la constante. Pero, todo indica que esa situación ha llegado a su fin, así sea que las autoridades sigan pensando que puede planificar fantasías al margen de la realidad concreta. Afirmaciones como, por ejemplo, que la gestión de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) es exitosa o que hay un avance y potenciamiento de pequeñas y medianas empresas estatales –y que recién a finales de 2010 se dieran cuenta de que el contrabando es un canal de fuga de recursos intolerable pero “que se va a solucionar”– son muestras de esa terquedad para no ver la realidad tal cual es.
A momentos, estas posturas hacen recuerdo a tiempos cuando un mandatario cuyo Gobierno estaba cercado por una serie de problemas y conflictos preguntaba muy suelto de cuerpo: “¿Dónde está la crisis que no la veo?”. Pero, eran tiempos en los que, con sus debilidades, funcionaba el sistema democrático y había la convicción de que cumplido su periodo este mandatario se retiraría del poder. En cambio, uno de los problemas que ahora enfrentamos es que no hay plazo para el cumplimiento de gestión.
En este contexto, crear castillos en el aire y seguir olvidándose de la gestión provoca consecuencias peligrosas, lo que afecta la precaria infraestructura productiva que el país ha logrado construir a través de los años. El tema de la seguridad alimentaria es un tópico permanente en el discurso gubernamental, pero por lo menos en los tres últimos años desde el Gobierno se ha atacado a los sectores productivos del país al punto de que hoy tenemos escasez de productos como arroz, maíz y azúcar, y están en peligro de correr similar suerte productos agroindustriales como el aceite y la leche (e incluso la Coca-Cola, que para alguna autoridad pareciera que se trata de un producto básico de la canasta familiar). Es decir, en todos los rubros en los que desde el Gobierno se ha intervenido cortando la cadena productiva, incluyendo la comercialización final, se ha producido escasez y crecimiento de la burocracia estatal, cuando no abierta corrupción.
En ese marco, aún no es posible concluir si este panorama es consecuencia de un proceso de aprendizaje o, más bien, responde a una dinámica premeditada para destruir al viejo Estado y creer que sobre sus ruinas se puede construir algo nuevo supeditado a la casta gobernante que se siente iluminada para decidir el destino de la ciudadanía.
La historia, lo hemos dicho ya, demuestra que por ese camino y en el balance general, los que más sufren son los más desposeídos porque esa construcción es sobre cimientos de barro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario