Diario La Nación de Argentina
La indiferencia de Obama
La omisión de la Argentina en la próxima gira por América latina refleja las prioridades de los EE UU en la región
En un denodado esfuerzo por disimular el desinterés de Barack Obama en recalar en la Argentina durante su próximo derrotero por América latina, el Gobierno procuró aclarar, por medio del canciller Héctor Timerman, que los Estados Unidos "más que amistades, tienen intereses" y dejó correr la versión sobre el presunto deseo del presidente norteamericano de no influir en el período preelectoral de nuestro país. De tener asidero esa amañada excusa, ningún mandatario podría visitar a otro siete meses antes de las presidenciales de su país. Es lo que media entre marzo, cuando sea la gira, y octubre, cuando sean las elecciones.
Está claro que un mandatario, sea norteamericano o de otra nacionalidad, no se siente cómodo en un país cuyos pergaminos en la relación bilateral han dejado mucho que desear en los últimos años.
Desde el desplante contra George W. Bush durante la Cumbre de las Américas, realizada en 2005 en Mar del Plata, hasta las "operaciones basura" que les atribuyó Cristina Kirchner a los Estados Unidos apenas fue descubierta la valija de Antonini Wilson repleta de dólares proveniente de Venezuela, pocos han sido los gestos de reciprocidad y comprensión, incluida la presunta broma o reflexión de la Presidenta sobre "el efecto jazz" para mofarse de la crisis global iniciada en 2008.
La falta de modales y respeto, así como la reacción poco convincente frente a la queja sobre el escaso respeto a la seguridad jurídica en la Argentina, como dejó entrever el secretario de Estado adjunto para Asuntos de América Latina, Arturo Valenzuela, tras reunirse con empresarios norteamericanos, no contribuye a la posibilidad de que, en plan de recorrer la región, Obama haga una escala, antes de rigor, en un país impredecible con autoridades que se jactan de su presunto progresismo con banderas de la década del setenta.
En su gira, que comenzará en El Salvador, Obama no será el primero que irá a Brasil y Chile sin pisar la Argentina. Es el mismo periplo que emprendió el presidente francés Jacques Chirac acaso para demostrarle a su entonces par Néstor Kirchner que no tenía la menor intención de verlo.
Ejemplos de la exclusión argentina en los últimos años sobran. El papa Benedicto XVI ofició misa en Brasil. Ese país, así como México y Chile, recibieron a la presidenta de la India, Pratibha Patil. En su primer viaje a la región, la canciller alemana, Angela Merkel, estuvo en Lima, con motivo de la V Cumbre de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, y completó su recorrido en Brasil, México y Colombia.
En su momento, el presidente Kirchner adujo "razones de agenda" para no recibir a sus pares Jorge Sampaio, de Portugal, y de Thabo Mbeki, de Sudáfrica; las "razones de agenda" eran las elecciones legislativas de 2005. La primera visita internacional que recibió su mujer como presidenta no fue la más cordial ni esperada: Teodoro Obiang, dictador de Guinea Ecuatorial, concluyó que había atravesado el Atlántico sólo para enterarse de "la honda preocupación" de su anfitriona "por la situación de los derechos humanos en su país". ¿Estaría dispuesto Obama o cualquier otro mandatario a dejarse sorprender de ese modo? Correría un riesgo innecesario.
El viaje de Obama coincidirá con el aniversario de la Alianza para el Progreso, iniciativa de John F. Kennedy para América latina. Hasta ahora sólo ha ido en 2009 a la ciudad de México y Trinidad y Tobago, donde se realizó la Cumbre de las Américas, y en agosto pasado a Guadalajara con motivo de una reunión tripartita con el presidente de México, Felipe Calderón, y el primer ministro de Canadá, Stephen Harper. Con dos de sus próximos anfitriones ha estado en Washington: los presidentes Mauricio Funes, de El Salvador, y Sebastián Piñera, de Chile. Dilma Rousseff, la sucesora de Lula, asumió el 1° de este mes y, para consuelo del Gobierno, hará su primer viaje al exterior a la Argentina (hoy), al igual que su antecesor inmediato y Fernando Henrique Cardoso.
En la relación bilateral con los Estados Unidos no se trata de estar a disposición ni en las antípodas, sino de hallar el justo equilibrio entre el respeto y la cordialidad. La falta de modales con Bush, celebrada por Hugo Chávez, tuvo su correlato en los vituperios proferidos por el presidente bolivariano en ocasión de una visita posterior a Tabaré Vázquez, en Uruguay, durante la cual Kirchner le cedió el estadio de Ferro Carril Oeste para despacharse a gusto contra el "imperio yanqui".
La Argentina no está aislada ni es aislacionista. La Presidenta todavía no ha podido mantener una reunión que no fuera casual con Obama, al cual se supone que admira como, en su momento, a los Clinton. En las antípodas está Lula: en sus ocho años de gobierno no ha sido devoto de la Casa Blanca y, sin embargo, se ganó el respeto de Bush y la simpatía de Obama.
En la política de seducción, sin regresar a los noventa, falla la Argentina no sólo con los Estados Unidos. Obama no es Bush, pero es tan norteamericano como él y, por respeto a las instituciones, algo que no ocurre en nuestro país, un presidente no puede abrevar alegremente donde su antecesor, aunque sea del partido opositor, ha sido vituperado.
Es de arrogantes pensar que los Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses, así como inferir que un presidente con dos guerras en curso, serios problemas domésticos y varios desafíos que trascienden sus fronteras puede dar crédito a la posibilidad de influir en unas elecciones tan remotas en el tiempo como lejanas en la geografía. La indiferencia es la retribución que recibe el Gobierno por haber omitido los más elementales modales y las más finas cortesías.
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