Por Walter Krohne
No parece muy adecuado en estos momentos que Chile comience a buscarse enemigos en la región latinoamericana como si el mundo estuviera viviendo un clima de alta normalidad. Me refiero al supuesto acuerdo que habrían cerrado la DC y la Alianza en contra del presidente venezolano Hugo Chávez, como publica hoy el diario “La Tercera”.
No creo que sea éste un acuerdo formal, más bien se trataría de una gestión conjunta que impulsarían los senadores Patricio Walker (DC) y Andrés Allamand (RN) en el Senado. El tema se refiere a las próximas elecciones parlamentarias que se efectuarán en Venezuela el 26 de septiembre que, según dijeron los parlamentarios, esta vez, a diferencia de las elecciones de 2005 y 2007, Chávez no permitirá observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Walker y Allamand participaron el último fin de semana en un evento denominado “Parlamentarios del Mundo por las elecciones del 26s” que se celebró en un hotel de Caracas, donde hubo representantes de diversos países de Iberoamérica, lo que incluye también a sectores de derecha y centroderecha de España y Portugal. El acuerdo central adoptado en esta reunión, tras analizar la situación política interna de Venezuela, es el de hacer gestiones ante los Congresos de cada país para el envío de veedores que den garantías al proceso. Al mismo tiempo se demandará de la OEA una actitud “más vigilante”.
Todo esto está correcto como una posición de dos parlamentarios que, sobre la base de sus propias ideologías o pensamientos políticos concuerden con el grupo de parlamentarios del evento caraqueño. Ambos presentarán un proyecto de Acuerdo para que el Senado chileno nomine una delegación de observadores del Congreso a dichas elecciones venezolanas en septiembre.
Sabemos también que el gobierno de Hugo Chávez está lejos de encabezar un proceso democrático, como nosotros conocemos, y que más bien se orienta por una vía cubana que a la larga irá restringiendo cada vez más los derechos de los ciudadanos para terminar aparentemente en un Estado totalitario.
Así y todo, opino que Chile, aparte de la posición que tengan los aliancistas o algunos democristiano, no debería involucrarse en cuestiones internas de otros países, especialmente de Venezuela que tiene una situación ambigua entre democracia y dictadura, pero que áun aparece y se le considera en general como un estado democrático.
Chávez ha logrado ganarse cierto espacio político en América Latina con tendencias que lo apoyan en Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina. Una posición dura de Chile contra el presidente venezolano, sería para éste ni más ni menos que una declaración de guerra. Chile debe tener su posición propia, naturalmente, pero marginarse de estos conflictos. Y así al margen puede demandar las mismas garantías democráticas a través de los organismos competentes para ello, como la propia OEA o Unasur.
No creo que el presidente Piñera o el canciller Alfredo Moreno estén dispuestos a entrar en esta “campaña” sin antes fijar con mucha claridad los actuales objetivos de la política exterior de Chile, donde parece existir un déficit. Para esta tarea necesitaremos muchos países amigos.
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