El 63
por ciento de los niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe
sufre algún tipo de pobreza, definida en relación con las privaciones que
afectan el ejercicio de sus derechos, además del nivel de ingresos de sus
familias, reveló un estudio de la
Cepal y la Unicef en Santiago de Chile.
El estudio, realizado por los especialistas
Ernesto Espíndola y María Nieves Rico y que será dado a conocer próximamente,
tomó en cuenta factores como la nutrición, acceso a agua potable, conexión a
servicios de saneamiento, material de vivienda y número de personas por
habitación, asistencia a la escuela y años de escolaridad y tenencia de radio,
televisión o teléfono y acceso a electricidad, cuya privación contribuye a un
cuadro de pobreza y exclusión social. Además, consideró el nivel de ingresos de
sus hogares y la capacidad potencial de que estos recursos puedan satisfacer
sus necesidades básicas.
"La pobreza infantil total es una expresión
de la exclusión social y el mecanismo por medio del cual esta se reproduce. Si
bien los niños que están en situación de pobreza moderada no sufren un
deterioro serio en sus condiciones de vida, ven mermadas sus oportunidades
futuras. La mala nutrición, el rezago y el abandono escolar, la falta de
expectativas y la discriminación que sufren por ser pobres, no sólo afectan sus
derechos en el presente, sino que los dejarán en los estratos más bajos de la
escala social, haciendo que en la adultez reproduzcan la precariedad en su
bienestar y, por tanto, afecten a las generaciones siguientes", afirman
Espíndola y Rico.
Así como la pobreza tiene muchas dimensiones, la
respuesta del Estado para aminorarla también debe ser multisectorial. Las
privaciones severas y moderadas de la población infantil pueden ser subsanadas
con una intervención estatal directa para, entre otras cosas, garantizar la
provisión de servicios de salud y nutrición, acceso a agua potable y
saneamiento, y a través de medidas indirectas mediante el aumento de los
ingresos del hogar.
Los autores sugieren acciones afirmativas
adicionales dirigidas a los niños y adolescentes pobres que pertenecen a grupos
sociales particularmente susceptibles a sufrir privaciones, como aquellos de
origen indígena o de zonas rurales.
Chile, Costa Rica y Uruguay están en mejor
nivel
En los países latinoamericanos, la gran
mayoría de los niños y niñas en situación de pobreza relativa
enfrentan además grados muy extremos de privación absoluta, lo que
acentúa la urgencia del desafío planteado por la pobreza
infantil. En efecto, salvo en
tres países: Chile, Costa Rica y Uruguay,
más de la mitad de los niños y niñas que están por debajo de la
línea de pobreza relativa no disponen de ingresos suficientes para
una alimentación adecuada.
En 12 de los 17 países analizados, más del
20% de los menores de 18 años, además de encontrarse
bajo la línea de pobreza relativa, se hallan en esa
situación de privación absoluta.
En otras palabras, los niños y niñas
pobres de la región, además de verse imposibilitados de acceder a los
estándares generales de bienestar establecidos en sus sociedades,
se hallan en gran medida impedidos de satisfacer sus
necesidades básicas, lo que destruye sus capacidades presentes para
aprovechar oportunidades futuras; por ejemplo, a causa de la
desnutrición y la mortalidad. La desigualdad característica de
nuestros países no solo los afecta hoy, sino que les hipoteca la vida.
Además, desde comienzos de los años
noventa a los inicios
de la década actual se registró un aumento
de la pobreza infantil
en 13 de los 17 países latinoamericanos
analizados.
Entre aquellos que mostraron un
incremento del porcentaje de niños pobres, cabe destacar a Argentina, Brasil,
El Salvador, Panamá, Costa Rica, Uruguay y República
Bolivariana de Venezuela, donde la pobreza afectó a un 3% o más de
niños que a comienzos de los años noventa. En tan solo cuatro
países: Nicaragua, Perú, Paraguay y Chile, los niveles de
pobreza relativa infantil evolucionaron favorablemente. Debido a que la transición demográfica en
América Latina ha sido bastante más tardía que en los países
con mayores niveles de desarrollo, en casi todas las naciones
de la región la población infantil aún sigue creciendo, situación
también válida para los cuatro países antes mencionados.
En términos prácticos, aun cuando los
países lograron reducir -moderadamente- el porcentaje de niños y niñas
pobres, su número total siguió creciendo.
Así, en Nicaragua, que registró la mayor
caída de pobreza infantil relativa (-3,4 puntos porcentuales entre
1993 y 2001), el número de niños y niñas pobres aumentó de
poco más de 550 mil a alrededor de 700 mil niños. En
Chile, esta cifra afecta a unos 100 mil niños y niñas más que a inicios de
los años noventa, debido a la persistencia de una mala
distribución del ingreso.
A mayor concentración del ingreso más pobreza
Entre 1990 y 2002, el producto interno bruto (PIB) per cápita creció en casi todos los países de América Latina, aunque de manera inestable y en contextos de alta volatilidad.
Las excepciones fueron Ecuador, Honduras, Paraguay y República Bolivariana de Venezuela. Por tanto, el aumento de la pobreza infantil en la mayoría de los países se relacionó fundamentalmente con la mayor concentración del ingreso en un
contexto de crecimiento inestable.
En ese contexto, los sectores de más altos ingresos tuvieron
mayor capacidad para apropiarse de los beneficios del
crecimiento, mientras que los de menores ingresos vieron acrecentada su
vulnerabilidad laboral, expresada en disminución del ingreso en el mercado
de trabajo e incremento del desempleo.
Esta situación no ocurrió en los países industrializados,
donde subieron los ingresos laborales de los padres del cuartil peor
remunerado en 9 de 12 países considerados. En cambio en la región, entre
los 17 países examinados, solo Costa Rica, El Salvador y Chile registraron claros mejoramientos en los ingresos laborales de los más pobres, mientras que el resto mostró deterioros en distintos grados.
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