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jueves, 17 de junio de 2010

MARX DE PASEO

Por Diego Bautista Urbaneja
Líder opositor
dburbaneja@gmail.com
El Carabobeño de Venezuela

Es muy difícil discernir el papel que juegan, en la gestión de gobierno de Hugo Chávez, las ideas políticas elementales que pueda tener, y más todavía el de las teorías políticas más formales a las que dice adherir, en este caso el marxismo.

La verdad es que Chávez sabe muy poco de marxismo, y que lo que sabe lo sabe muy mal. Ahora es que lo está leyendo. Los instructores que al efecto seguramente tiene, o saben muy poco, ellos mismos o no han logrado, que este difícil discípulo se aprenda bien las lecciones o reflexione sobre sus implicaciones.

El problema está en que Chávez está usando, o diciendo que usa, el marxismo como base teórica de lo que le estamos viendo hacer. Horror. Un señor que dice gobernar siguiendo los textos de Marx, sin conocer o sin comprender lo que esos textos contienen.

Eso, dejando de lado el pequeño detalle de que la teoría económica de Marx, así como la filosofía de la historia que sobre ella se sustenta y que Chávez dice aplicar a nuestro terruño, no han quedado muy bien paradas que digamos, a la vista de la suerte que han corrido las sociedades donde se las ha intentado practicar.

Así que podemos estar ante este esperpento: un gobierno que dice usar una teoría equivocada, a la que de paso conoce muy mal.

Por ejemplo, el otro día, Chávez, leyendo en televisión un artículo suyo donde citaba a Marx, sustentaba su idea de que Venezuela debe pasar a lo que él llama socialismo, en una afirmación clásica del autor alemán. En ella dice Marx que cuando las fuerzas productivas han llegado a un determinado grado de desarrollo, entran en contradicción con las relaciones de producción bajo las cuales han crecido, y estas relaciones deben entonces ser modificadas de modo congruente con el grado de desarrollo económico alcanzado.

Es decir, que las fuerzas productivas han aumentado tanto que están, por decirlo así, “reventando” las viejas relaciones de producción, que empiezan a ser como un corset que constriñe su adecuada utilización ulterior.

Esto es lo que, al nivel de la historia planetaria, sustentaba Marx respecto al capitalismo y el paso al socialismo y luego al comunismo: llega un momento en que bajo el capitalismo se han desarrollado tanto las fuerzas productivas, que estas revientan las relaciones de producción capitalistas - propiedad privada, trabajo asalariado, etc...- y exigen la instauración del socialismo y luego del comunismo.

Cuando Chávez quiere sustentar en esas ideas la necesidad de su socialismo, se encuentra con un problema. Eso sería reconocer que el siglo XX y lo que él llama Cuarta República habrían sido un éxito descomunal, una etapa de desarrollo tal de la capacidad productiva del país, que le dejó servida a él la tarea de pasar a su socialismo, a partir de esa tremenda base económica que el maldito siglo XX, el siglo de los vendidos al imperialismo, de los parásitos, de los ladrones, fue sin embargo capaz de construir.

En efecto, en términos marxistas, si el siglo XX venezolano, y en especial sus últimos cuarenta años, fueron el fiasco que Chávez siempre ha dicho que fueron, no hay socialismo posible, porque no existirían las capacidades productivas a partir de las cuales ese socialismo tendría que construirse.

Una de las tragedias de Marx es que - pequeño pelón - la revolución de sus sueños nunca ocurrió en los países que él tenía en mente, sino en otros donde las fuerzas productivas estaban muy lejos de haber alcanzado el desarrollo a partir del cual, según su propio pensamiento, el socialismo es una opción viable, necesaria.

Por eso tales experimentos fracasaron: Rusia, China, Cuba. Seguramente, ante una sociedad como la venezolana, el veredicto del patriarca teutón hubiera sido que todavía le quedaban unos bastantes años de capitalismo y - si es que el señor hubiera seguido siendo marxista - que la cosa debía ocurrir en otros países.

Paremos aquí. Muchos pensarán que me estoy tomando demasiado en serio las afirmaciones “teóricas” de Hugo Chávez, el hombre de la ignorancia infinita, según palabras de Arturo Uslar. Añadirán que la ambición de poder es la que marca el paso y que esas citas de Marx son puro adorno. Hay mucho de eso. ¿Qué tiene que ver El Capital con la tragedia y la vergüenza de los contenedores o de las cárceles? Nada. Pero de repente estas carencias intelectuales que he señalado en estas líneas ayudan a explicar la enorme capacidad de destrucción económica de la que está haciendo gala “el comandante”.

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