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miércoles, 25 de septiembre de 2024

NICARAGUA: FIELES ABANDONAN LOS TEMPLOS POR MIEDO, PERO SIGUEN ORANDO DESDE SUS CASAS


Pastores evangélicos, sacerdotes católicos y organizaciones de derechos humanos de Nicaragua han denunciado el hostigamiento, la vigilancia y la detención de líderes religiosos.

Cuando su iglesia dejó de sentirse segura, el diácono nicaragüense Francisco Alvicio (foto de portada) hizo un plan con su congregación. Discretamente, comenzaron a transformar sus hogares en templos.  “Si me persiguen en la iglesia, yo tengo mi Biblia”, dijo el religioso de 63 años.

Rezar a escondidas fue lo último que intentó hacer en Nicaragua antes de huir del país en octubre de 2023. Como él, otros pastores evangélicos, sacerdotes católicos y organizaciones de derechos humanos de Nicaragua han denunciado hostigamiento, vigilancia y detención de líderes religiosos.

“No es de buen corazón ir ahí con un arma”, dijo Alvicio desde Costa Rica, donde ahora vive con su esposa. “Si a una iglesia llegan con armas, uniformes, hablando fuerte, es para intimidar al pueblo”.


La relación entre el régimen y las comunidades religiosas nicaragüenses se complicó desde 2018, cuando el dictador nicaraguense Daniel Ortega (foto arriba) reprimió violentamente una serie de protestas sociales multitudinarias.

Ortega pidió que la Iglesia católica fungiera como mediadora cuando las tensiones comenzaron, pero el diálogo duró poco. Después de que algunos sacerdotes brindaran refugio a los manifestantes y expresaran preocupación por el uso excesivo de la fuerza, Ortega los señaló como “terroristas”.

Entre los evangélicos, sólo unos cuantos líderes han apoyado al dictador abiertamente. La mayoría de las congregaciones han evitado pronunciarse, pero esto no ha salvado a varios pastores de ser arrestados ni a cientos de organizaciones de ser canceladas por la dictadura

En el norte de Nicaragua, donde Alvicio nació, la mayor parte de la comunidad indígena misquita se identifica como evangélica.

La Iglesia morava —a la que el diácono pertenece— se estableció en 1849. Y hasta antes de su cierre por orden del régimen, en agosto pasado, reunía a unos 350.000 miembros.

Por décadas, dijo Alvicio, los misquitos podían profesar su fe con libertad. Los cultos se realizaban los miércoles, viernes y domingos. Ancianos y niños por igual se reunían en el templo, donde los reverendos leían la Biblia y las ceremonias concluían con el canto de un himno.

El panorama cambió cuando el régimen impuso nuevas reglas sobre su congregación. Primero, el pago de un impuesto nuevo. Luego, el reemplazo de un cordero que la iglesia empleaba como imagen.

“No aceptamos”, dijo Alvicio. “No podemos cambiar ni un artículo porque la dictadura quiera. El único camino que tenemos es el de Dios”.

Poco después, desconocidos vestidos de negro comenzaron a aparecer en su templo.

Aquellos temerosos de asistir a un culto público comenzaron a optar por quedarse en casa. Algunos leían la Biblia en silencio y soledad. Otros, con sillas de sobra como para transformar sus casas en iglesias improvisadas, empezaron a invitar a vecinos y líderes como Alvicio a rezar juntos.

Y así, mudándose de casa diariamente, hablando en voz baja y reuniéndose a las 4:00 a.m. para evitar ser detectados, mantuvieron su cercanía con Dios.

De acuerdo con CSW, una organización británica que aboga por la libertad religiosa en el mundo, las violaciones a este derecho en las comunidades cristianas nicaragüenses han sido menos visibles que aquellas en contra de la Iglesia católica.

Anna Lee Stangl, jefa de abogacía de CSW, señaló en una publicación reciente que esto obedece a varias causas, entre ellas, que la Iglesia católica es una sola organización religiosa cuya estructura se extiende geográficamente y tiene una jerarquía clara.

“La Iglesia protestante, en cambio, está compuesta por diferentes denominaciones e iglesias independientes, algunas de las cuales dominan en una parte del país y se ausentan en otras, y que no necesariamente trabajan en conjunto o se comunican”, escribió.

En ambas comunidades de fe, las violaciones a la libertad religiosa que sus miembros refieren son similares: restricciones a los servicios religiosos, prohibición de procesiones, irrupción de hombres armados a los templos, robo o destrucción de objetos sagrados e infiltración de informantes.


“Este año ha empeorado gravemente la situación”, dijo Martha Patricia Molina, una abogada nicaragüense que lleva un registro detallado de violaciones a la libertad religiosa en su país.

De acuerdo con su último reporte, al menos 870 agresiones se cometieron contra la Iglesia católica entre 2018 y 2024. Unas 100 más se registraron contra la Iglesia protestante en el mismo periodo.

Adicionalmente, la organización de derechos humanos Nicaragua Nunca establece que al menos 256 iglesias evangélicas han sido cerradas por el régimen en los últimos cuatro años. En comparación, 43 comunidades católicas se han visto afectadas por cierres desde 2022.

Más de 200 religiosos han huido del país. A unos 20 se les retiró la nacionalidad y 65 han sido acusados de conspiración y otros cargos.

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