Los nuevos 35 artículos añadidos a esta lista, -desde el velo integral para las mujeres y ahogar su voz, hasta imponer barba a los hombres y prohibir instrumentos musicales-, ya los aplicaron sus colegas en Arabia Saudita, en Israel, en Irán (desde 1978) e incluso en Occidente (aquí, con discreción y la complicidad de las autoridades). ¿Por qué, entonces, la prensa europea se lleva las manos a la cabeza si en su propio suelo no ha habido nunca una mujer con el velo que cante o baile?
Los talibanes han convertido a
Afganistán en la prisión más grande del mundo para las mujeres, en la que
además las encierran en celdas de aislamiento llamadas «casa» impidiendo que
salgan incluso al patio para tomar aire, comer, ver un médico o hablar con
otras reclusas sin estar vigiladas por un carcelero menor (hermano, padre,
marido): fue por ello que cerca del 90% de los 2.000 afganos que fallecieron en
los terremotos de Herat de octubre de 2023 fueron mujeres y niños encerrados en
casas-prisión.
Que una banda de lumpen y
delincuentes profesionales, con harenes llenos de niñas secuestradas como
esclavas sexuales, oro y narcodólares, lance una patrulla de Propagación de la
Virtud y Prevención del Vicio, es el justo reflejo del dicho «Dime de lo que
presumes y te diré de lo que careces».
En este gigantesco Guantánamo
centroasiático, 20 millones de mujeres y niñas llevan siendo agredidas y
torturadas desde hace 45 años, con la venia de Dios, por los mercenarios
patrocinados por Estados Unidos y los regímenes despóticos de la región. ¡Ni imaginan
cómo será una cárcel de mujeres en este lugar! Ahora, ni ellas se
acuerdan de que antes de 1978 -fecha en la que Estados Unidos patrocinó al
monstruo Yihadista en Afganistán para destruir el gobierno socialista del país
y luego hacer de «bombero pirómano» en el país más estratégico del mundo-
gozaban de más derechos que las españolas o las suizas desde la década de los
cincuenta.
Con el lema «los comunistas
pretenden colectivizar a las mujeres», el islamismo, que las considera meros
«medios de producción», prepararon su asalto a la conquista de las mujeres en
toda la región. «Los talibanes no son nuestros enemigos», dijo Joe Biden
en 2011, cuando era vicepresidente del gobierno de Barak Obama, como si
revelara un gran secreto.
Religión y ginofobia masculina
«Nuestra voz no es ourat», responden las mujeres afganas a los talibanes. La palabra árabe de ourat se refiere a las partes íntimas del cuerpo, y a pesar de que en el Génesis eran sinónimos de «los genitales», que deberían ser tapados aunque con la hoja de parra, con el tiempo los timadores de la fe, primero añadieron los senos de las mujeres al concepto, luego todo su cuerpo, y para más inri afirmaron que el cuerpo de la mujer es el habitáculo del «honor» del hombre para así poder imponer su voluntad absoluta sobre esa mitad de la comunidad, despojada de los más elementales derechos humanos. Por consiguiente, si un hombre ajeno toca la mano de una mujer-genital o simplemente la mira, sus familiares varones la pueden matar (¡a ella, no al camarada del gremio!). Que los fundamentalistas religiosos, obsesionados por el sexo perverso, ahora pidan a las «musulmanas» -la propiedad exclusiva del hombre «musulmán»-cubrirse también delante de las mujeres «incrédulas» por temor a ser seducidas, no se lo han inventado: está en los textos sagrados.
«¡Mujeres del Profeta! No seáis
como cualquier otra mujer; no habléis con la voz suave que provoque deseos en
el corazón débil» (Corán. Sura Al-Ahzab 35)
El islam, que fue una reforma
del judaísmo, en su Sharía recoge gran parte de las tradiciones y edictos de la
religión de Moisés. Para el judío ortodoxo, escuchar a la mujer, aunque esté
recitando la Tora, es como ver una mujer desnuda, una invitación al sexo.
Aun aceptando que «la voz de la mujer provoca a los hombres», para esos misóginos la solución no pasa por cambiar la mente de ellos, sino silenciarlas a ellas. Así, Jomeini, tras aterrizar en Teherán -y no en un camello cruzando la Tierra de Mahoma-, sino en un Air France de la OTAN y desde París, a la vez que impuso el velo y bajó la edad nupcial para las mujeres de 18 a 8 años, complaciendo a los hombres que así podían disponer de esclavas sexuales de 8 años en su casa y cuantas quisieran, despidió a decenas de miles de secretarias y telefonistas por su voz, y con ellas todas las cantantes desparecieron del mapa.
La última perla de los talibanes
ha sido presumir de haber destruido unos 21.000 instrumentos musicales. El más
antiguo artefacto descubierto para producir sonidos que deleitan al alma data
de hace 36.000 años, o sea en el Paleolítico Superior, cuando unos Homo Sapiens
fabricaron una flauta hecha de hueso. Si estos credos hubieran nacidos antes de
esta fecha, el ser humano, que sin la música no lo es, ni habría existido.
Nueva prueba en el
laboratorio del control social
Los gestores de la religión
están para salvar las almas contaminadas por la modernidad, no para preocuparse
por vacunar a los niños contra la polio. Cientos de familias afganas han tenido
que vender a sus hijas pequeñas, y encima a precios irrisorios, por el exceso
de oferta en el mercado, solo para alimentar un par de meses a los hijos
varones.
Cuando Mahuad Ahmadinejad, el
presidente de la teocracia chiita, se enteró de que los jaredíes israelíes
habían propuesto separar las aceras entre hombres y mujeres, dijo «!Qué buena
idea!¡Me lo copio!». Si no fuera por el escándalo que levantó, hoy estaríamos
en otra dimensión surrealista de la pesadilla que viven las iraníes.
Discrepancia política
sobre la dosis de la represión
Tres años después de retomar el
poder, los talibanes siguen perdidos, por : a) no saber qué hacer con el poder,
y b) temor a volver a ser derrocados por Estados Unidos como en 2001, cuando
sepultaron a cientos de miles de afganos bajo sus bombas para salvar al mundo
de Bin Laden y a las mujeres de los mercenarios de la CIA.
Los talibanes siguen siendo un
grupo de bandidos: carecen de programa, de estrategia política consensuada y,
sobre todo, de la capacidad de gestionar las llamadas «fuentes de poder» -desde
proporcionar servicios (de luz, agua, seguridad, etc,) a los ciudadanos, hasta
paliar la hambruna, generar empleo y crear un equilibrio de poder entre los
señores de la guerra de Kabul, Qandehar y otras regiones y étnicas.
El islam político, gobernando en
Irán y Afganistán, ha agotado sus recursos teóricos; solo falta devolverles a
donde han venido: la papelera de la historia. La extrema derecha
occidental es aporófoba, que no islamófoba, repudia a los migrantes por ser
desheredados, no a los millonarios qataríes -emiratíes musulmanes
(¡patrocinadores del Estado Islámico y Al Qaeda!)-. En Estados Unidos, los
cristianos ricos son mexicanófobos, siendo estos también hijos de Cristo, pero
tan pobres que sus únicos recursos son sus piernas para cruzar la frontera.
Y los musulmanes progresistas,
en vez de acusar de islamófoba a cualquier crítica constructiva y justificar lo
imposible con argumentos dirigidos a los indoctos y parvularios, deben defender
la separación de la religión del poder, abogando por un estado laico.
(*) Nazanín Armanian, Miembro del «Grupo de Pensamiento Laico», es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario español online Público.
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