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viernes, 27 de septiembre de 2024

LA COMPLICADA CUESTIÓN ISRAELI - POR MARTÍN POBLETE


Por Martín Poblete

La historia siempre tiene su curso, los protagonistas cambian, también las circunstancias, por eso nunca se repite; pero los ciclos básicos de guerra y paz, triunfo y derrota, auge progreso y decadencia, vigencia y obsolescencia, permanecen.

En 1978, los israelíes fueron a elecciones generales para elegir gobierno, cinco años antes habían perdido la Guerra de Yom Kippur (1973) con Egipto, el Canal de Suez de nuevo en manos de los egipcios, quedaba pendiente resolver la soberanía sobre la Península de Sinaí. 

Por una clara mayoría absoluta, los ciudadanos israelíes optaron por un gobierno de derecha con elementos fundamentalistas en la lectura del Torah (Antiguo Testamento), había llegado la hora de gobernar para el electo Primer Ministro Menachem Begin, líder del Partido LIKUD. Begin tenía una idea del estado israelí distinta a la de los políticos socialdemócratas que lo antecedieron: Ben Gurion, la señora Golda Meier, Shimon Peres.

En el pensamiento de Begin, prevalecía la idea del Gran Israel, los territorios que la comunidad internacional entendía por Palestina para Begin eran definidos por sus nombres bíblicos: Judea y Samaria.

En el segundo gobierno de Begin tuvo lugar la primera invasión israelí del Líbano. El Ejército al mando del General Ariel Sharon, "Arik" para sus amigos; la idea era que en Beirut estaba el grupo más duro de Al Fatah incluído su líder Yassir Arafat, era la oportunidad para destruirlos.

La primera parte de la ecuación era correcta, no así la segunda; destruir Al Fatah y terminar con Arafat pasaba por una guerra en la ciudad de Beirut, calle por calle casa por casa, muchos muertos, Sharon no estuvo dispuesto a pagar ese precio. 

Mientras tanto, fuerzas de seguridad israelíes en complicidad con las milicias maronitas del Clan Gemayel, perpetraron las masacres en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shattilah, cuya consecuencia directa fue la decisión del Jeque Hassan Nasrallah de crear una fuerza militar capaz de enfrentarse a los israelíes, así nació Hezbollah, un ejército irregular en el sentido de no obedecer a ningún estado ni gobierno, de musulmanes chiítas con otra lectura del Islam, estrechamente unido a la teocracia gobernante en la República Islámica de Irán.

Un par de vueltas a la manivela de la moviola y estamos en el Siglo XXI. En unos días más se cumplirá un año del ataque de Hamas contra Israel del 7 de octubre; de una parte una operación terrorista exitosamente ejecutada, incluyendo la captura de un número considerable de ciudadanos israelíes en calidad de rehenes, esto no es menor; de otra, el fracaso del aparato de inteligencia israelí y el comienzo de una guerra de rasgos genocidas en el territorio de Gaza.  

Al día de hoy, el aparato militar israelí, con abrumadora superioridad en el terreno, control total del espacio aéreo y del mar, no ha podido cerrar el conflicto en Gaza.

En semanas recientes, ha empezado a tomar forma un enfrentamiento entre Israel y Hezbollah, de diversas fuentes unas más confiables que otras, se ha sabido que el Alto Mando del Ejército israelí, con la venia del Primer Ministro Bejamín Netanyahu, estaría considerando la invasión  del Líbano a fin de terminar con la presencia de Hezbollah en el sur de ese país, sacar su presencia militar de posiciones con alcance de asentamientos y ciudades en territorio de Israel.   De llegarse a tal situación, guerra total en el norte de Israel y sur del Líbano, las consecuencias son, de veras, impredecibles.

 

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