Por Martín Poblete
La historia siempre tiene su curso, los protagonistas cambian, también las circunstancias, por eso nunca se repite; pero los ciclos básicos de guerra y paz, triunfo y derrota, auge progreso y decadencia, vigencia y obsolescencia, permanecen.
En 1978, los israelíes fueron a elecciones generales para elegir
gobierno, cinco años antes habían perdido la Guerra de Yom Kippur (1973)
con Egipto, el Canal de Suez de nuevo en manos de los egipcios, quedaba
pendiente resolver la soberanía sobre la Península de Sinaí.
Por una clara mayoría absoluta, los ciudadanos israelíes optaron por un gobierno de derecha con elementos fundamentalistas en la lectura del Torah (Antiguo Testamento), había llegado la hora de gobernar para el electo Primer Ministro Menachem Begin, líder del Partido LIKUD. Begin tenía una idea del estado israelí distinta a la de los políticos socialdemócratas que lo antecedieron: Ben Gurion, la señora Golda Meier, Shimon Peres.
En el pensamiento de Begin, prevalecía la idea del Gran Israel, los territorios que la comunidad internacional entendía por Palestina para Begin eran definidos por sus nombres bíblicos: Judea y Samaria.
La primera parte de la ecuación era correcta, no así la segunda; destruir Al Fatah y terminar con Arafat pasaba por una guerra en la ciudad de Beirut, calle por calle casa por casa, muchos muertos, Sharon no estuvo dispuesto a pagar ese precio.
Mientras tanto, fuerzas de seguridad israelíes en complicidad con las milicias maronitas del Clan Gemayel, perpetraron las masacres en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shattilah, cuya consecuencia directa fue la decisión del Jeque Hassan Nasrallah de crear una fuerza militar capaz de enfrentarse a los israelíes, así nació Hezbollah, un ejército irregular en el sentido de no obedecer a ningún estado ni gobierno, de musulmanes chiítas con otra lectura del Islam, estrechamente unido a la teocracia gobernante en la República Islámica de Irán.
En semanas recientes, ha empezado a tomar forma un enfrentamiento entre
Israel y Hezbollah, de diversas fuentes unas más confiables que otras, se ha
sabido que el Alto Mando del Ejército israelí, con la venia del Primer Ministro
Bejamín Netanyahu, estaría considerando la invasión del Líbano a fin de
terminar con la presencia de Hezbollah en el sur de ese país, sacar su
presencia militar de posiciones con alcance de asentamientos y ciudades en
territorio de Israel. De llegarse a tal situación, guerra total en
el norte de Israel y sur del Líbano, las consecuencias son, de veras,
impredecibles.
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