2-4-2014-KRADIARIO-Nº891
REFORMA TRIBUTARIA: APENAS UN PRIMER AVANCE
REFORMA TRIBUTARIA: APENAS UN PRIMER AVANCE
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Esta reforma tributaria es apenas un primer avance de los cambios económicos que requerirá Chile para alcanzar su madurez económico-política. Tendrán que venir otra serie de reformas en términos de distribución y creación de riqueza, de lo contrario quedaremos como sociedad atrasada, bananera y frustrada.
Porque, al contrario de lo que piensa la derecha y sostenía a voz en cuello el ex presidente Piñera, Chile no se encamina aceleradamente al desarrollo, sino se encamina derechamente a ser, como decía el gran economista Aníbal Pinto: una experiencia de desarrollo frustrado.
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Y no es antojo decir estas cosas, es simple constatación de cuáles han sido las etapas del desarrollo de otras naciones, que van por delante de nosotros, y sus exigencias.
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La derecha chilena, en su doctrinarismo ingenuo, beato y fundamentalista, cree que basta con las fuerzas imperativas del mercado. Eso lo debieron sacar de Friedrich Hayek y Friedman, porque ni Smith ni Popper llegaron a extremos tan extremados, considerando al mercado como central pero no único en las determinantes de las decisiones sociales modernas.
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Albert Hirschman, creía en la concentración de la inversión para generar polos de desarrollo; en cambio el sueco Gurnnar Myrdal pensaba en la irradiación rápida e imitativa de las experiencias exitosas de crecimiento, para generar los encadenamientos virtuosos e integradores.
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Evidentemente la derecha chilena cree en la acumulación y el chorreo; por eso defienden esta concentración obscena del ingreso, como la exhibe Chile. Piensan que la riqueza se puede concentrar al infinito en las manos adecuadas para “trabajar” el dinero…y esas manos son las de ellos, que se autodefinen como los agentes exclusivos del progreso, la inversión y el desarrollo.
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Y no es antojo decir estas cosas, es simple constatación de cuáles han sido las etapas del desarrollo de otras naciones, que van por delante de nosotros, y sus exigencias.
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La derecha chilena, en su doctrinarismo ingenuo, beato y fundamentalista, cree que basta con las fuerzas imperativas del mercado. Eso lo debieron sacar de Friedrich Hayek y Friedman, porque ni Smith ni Popper llegaron a extremos tan extremados, considerando al mercado como central pero no único en las determinantes de las decisiones sociales modernas.
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Albert Hirschman, creía en la concentración de la inversión para generar polos de desarrollo; en cambio el sueco Gurnnar Myrdal pensaba en la irradiación rápida e imitativa de las experiencias exitosas de crecimiento, para generar los encadenamientos virtuosos e integradores.
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Evidentemente la derecha chilena cree en la acumulación y el chorreo; por eso defienden esta concentración obscena del ingreso, como la exhibe Chile. Piensan que la riqueza se puede concentrar al infinito en las manos adecuadas para “trabajar” el dinero…y esas manos son las de ellos, que se autodefinen como los agentes exclusivos del progreso, la inversión y el desarrollo.
Hasta ahora, y por cuarenta años, la derecha ha sido beneficiaria exclusiva de las decisiones de la política. Se ha creado una estructura “empresocéntrica”, lo que quiere decir que todos los beneficios se dirigen a la empresa y poca o ninguna obligación.
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Los militares y la derecha, en una entente iluminada, decidieron transferir todos los privilegios hacia el empresariado histórico y el recién arrimado al poder. Se les compensó de los avatares sufridos durante los gobierno de Frei y Allende; se les entregó todo lo invertido por el Estado en más de un siglo de actividad y esfuerzo nacional. Todo esto se hizo sin estado de derecho ni institucionalidad fiscalizadora alguna, es decir a dedo, pero un dedo que siempre escogió a los amigos del régimen.
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De esta manera se levantaron fortunas, de la nada; endeudaron a Chile en más de 25.000 millones de dólares de entonces, deuda que en gran parte debimos pagar todos; repactaron deudas con fondos prestados que configuraron nuevas deudas o se vendieron nuevos activos públicos para solventar el hoyo dejado por tan mala y atrabiliaria gestión.
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Es decir, se ha mimado y forjado a un “niño malcriado”, acostumbrado a recibirlo todo y a no esforzarse en nada.
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Luego de su fracaso en los ochenta, se aliaron a los nuevos patrones trasnacionales y, desde esa plataforma de salvación, operan extrayendo riqueza desde las entrañas de la tierra y de las necesidades básicas de una población sometida, sin miramiento, a las fauces del interés privado.
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Cuando se deja desatada la opción de la concentración de la riqueza, sin controles ni destinos señalados, entonces sucede lo que ha acontecido en Chile: se acumula no para generar riqueza productiva, sino especulativa o de consumo; riqueza destinada al lujo, al lucro ilegítimo y a las inversiones de papel o de interés particular que, como fatalidad histórica, no coincide con lo necesario para sacar a los chilenos del atraso y la dependencia, o para adelantar con esfuerzo las inversiones que son requeridas para dar un salto cualitativo como sociedad productiva y competitiva.
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Esta defraudación del crecimiento concentrador queda evidenciado en la calidad y atraso de nuestra educación, en la rapiña impuesta a ese sector por los afanosos del lucro; en la salud y sus carencias inhumanas; en la cultura y su estrabismo distractivo y festivalero; en la inversión y sus nichos cortoplacistas y cortos de vista; en la ciencia y el conocimiento, que nos rezaga como analfabetos operativos en lo que a creatividad se refiere.
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Por eso es necesario cambiarlo casi todo, lo que no significa destruirlo todo. Pero es tan cualitativamente diferente lo que se debe hacer, respecto a lo que se ha hecho hasta hoy, que la apariencia estructural del futuro en nada se debe parecer al rostro deforme de nuestra realidad presente.
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Es natural que estos “niños mimados” de esta sociedad, que los ha acunado y alimentado hasta la saciedad, se resistan a las reformas que pretenden decirles que el Paraíso es una condición poco humana, que tarde o temprano la tentación luciferina les lleva a morder la manzana de la codicia y a desafiar a los dioses en prepotencia y poder.
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Los militares y la derecha, en una entente iluminada, decidieron transferir todos los privilegios hacia el empresariado histórico y el recién arrimado al poder. Se les compensó de los avatares sufridos durante los gobierno de Frei y Allende; se les entregó todo lo invertido por el Estado en más de un siglo de actividad y esfuerzo nacional. Todo esto se hizo sin estado de derecho ni institucionalidad fiscalizadora alguna, es decir a dedo, pero un dedo que siempre escogió a los amigos del régimen.
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De esta manera se levantaron fortunas, de la nada; endeudaron a Chile en más de 25.000 millones de dólares de entonces, deuda que en gran parte debimos pagar todos; repactaron deudas con fondos prestados que configuraron nuevas deudas o se vendieron nuevos activos públicos para solventar el hoyo dejado por tan mala y atrabiliaria gestión.
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Es decir, se ha mimado y forjado a un “niño malcriado”, acostumbrado a recibirlo todo y a no esforzarse en nada.
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Luego de su fracaso en los ochenta, se aliaron a los nuevos patrones trasnacionales y, desde esa plataforma de salvación, operan extrayendo riqueza desde las entrañas de la tierra y de las necesidades básicas de una población sometida, sin miramiento, a las fauces del interés privado.
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Cuando se deja desatada la opción de la concentración de la riqueza, sin controles ni destinos señalados, entonces sucede lo que ha acontecido en Chile: se acumula no para generar riqueza productiva, sino especulativa o de consumo; riqueza destinada al lujo, al lucro ilegítimo y a las inversiones de papel o de interés particular que, como fatalidad histórica, no coincide con lo necesario para sacar a los chilenos del atraso y la dependencia, o para adelantar con esfuerzo las inversiones que son requeridas para dar un salto cualitativo como sociedad productiva y competitiva.
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Esta defraudación del crecimiento concentrador queda evidenciado en la calidad y atraso de nuestra educación, en la rapiña impuesta a ese sector por los afanosos del lucro; en la salud y sus carencias inhumanas; en la cultura y su estrabismo distractivo y festivalero; en la inversión y sus nichos cortoplacistas y cortos de vista; en la ciencia y el conocimiento, que nos rezaga como analfabetos operativos en lo que a creatividad se refiere.
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Por eso es necesario cambiarlo casi todo, lo que no significa destruirlo todo. Pero es tan cualitativamente diferente lo que se debe hacer, respecto a lo que se ha hecho hasta hoy, que la apariencia estructural del futuro en nada se debe parecer al rostro deforme de nuestra realidad presente.
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Es natural que estos “niños mimados” de esta sociedad, que los ha acunado y alimentado hasta la saciedad, se resistan a las reformas que pretenden decirles que el Paraíso es una condición poco humana, que tarde o temprano la tentación luciferina les lleva a morder la manzana de la codicia y a desafiar a los dioses en prepotencia y poder.
Entonces, viene el camino de la realidad, donde Caín mata a Abel y los dioses piden cuentas: “Caín ¿Dónde está tu hermano?”……..
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-¿Acaso soy yo custodio de mi hermano?
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Dios no responde, sino que comprende el delito y guarda silencio, pero ya intuye el camino que espera a los que incursionan por la senda del egoísmo y el mal: es decir, el camino de la violencia y la autodestrucción.
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-¿Acaso soy yo custodio de mi hermano?
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Dios no responde, sino que comprende el delito y guarda silencio, pero ya intuye el camino que espera a los que incursionan por la senda del egoísmo y el mal: es decir, el camino de la violencia y la autodestrucción.
Chile necesitará mucho más recursos que los que compromete la reforma de Bachelet. Dar el salto cualitativo hacia una sociedad moderna y competitiva requiere cambiar el patrón de inversión, de producción; el perfil laboral, de ingresos y de habilidades. Tenemos que industrializarnos; tendremos que recuperar nuestros recursos naturales, pues sin esa posesión serán infructuosas estas reformas menores; tendremos que transformarnos en una sociedad del conocimiento, pero para eso tenemos que subir la calidad de nuestros maestros, profesores e investigadores. Y no sólo la calidad, sino que debemos también multiplicar su cantidad.
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Debemos recuperar nuestras bases de subsistencia ecológico-ambiental, si no queremos dejar a las generaciones futuras un país degradado hasta la postración. No olvidemos que a Alemania le costó invertir cerca del 11% de su producto, por décadas, para recuperar el daño ambiental dejado por su desarrollo y por sus conflictos.
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La derecha disfraza de tecnicismos sus dudosas solvencias teóricas acerca de la bondad de la distribución. Tienen razón, sin embargo, en un punto dentro de su global sin razón: deben crearse empleos y producir si se desea mejorar la distribución a largo plazo. Pero es justamente eso lo que se busca ahora con estas reformas, puesto que el modelo actual nos ha introducido en un callejón sin salida: el sistema no es capaz de generar buenos y suficientes empleos y no es capaz de incursionar en áreas modernas del desarrollo productivo. Estamos atrapados en el consumismo suntuoso e importado, financiado por un sistema financiero sesgado y voraz, pero basado en el endeudamiento de las familias y en la ilusión de progreso que otorga una publicidad alienante y pérfida.
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Debemos recuperar nuestras bases de subsistencia ecológico-ambiental, si no queremos dejar a las generaciones futuras un país degradado hasta la postración. No olvidemos que a Alemania le costó invertir cerca del 11% de su producto, por décadas, para recuperar el daño ambiental dejado por su desarrollo y por sus conflictos.
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La derecha disfraza de tecnicismos sus dudosas solvencias teóricas acerca de la bondad de la distribución. Tienen razón, sin embargo, en un punto dentro de su global sin razón: deben crearse empleos y producir si se desea mejorar la distribución a largo plazo. Pero es justamente eso lo que se busca ahora con estas reformas, puesto que el modelo actual nos ha introducido en un callejón sin salida: el sistema no es capaz de generar buenos y suficientes empleos y no es capaz de incursionar en áreas modernas del desarrollo productivo. Estamos atrapados en el consumismo suntuoso e importado, financiado por un sistema financiero sesgado y voraz, pero basado en el endeudamiento de las familias y en la ilusión de progreso que otorga una publicidad alienante y pérfida.
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