Por Leonardo Boff
El tema del cuidado es un tema recurrente en la reflexión cultural de los últimos tiempos. Primero fue vehiculado a través de la medicina y la enfermería, pues representa la ética natural de estas actividades. Después fue asumido por la educación y hecho paradigma por filósofas y teólogas feministas, principalmente norteamericanas, que ven en él un elemento esencial de la dimensión ánima, presente en el hombre y en la mujer. Produjo y sigue produciendo una continuada y tenaz discusión, especialmente en Estados Unidos, entre la ética de base patriarcal, centrada en el tema de la justicia, y la ética de base matriarcal, articulada por el cuidado esencial.
Adquirió especial fuerza en la discusión ecológica, siendo una pieza central de la Carta de la Tierra. Cuidar del medio ambiente, de los recursos escasos, de la naturaleza y de la Tierra se han vuelto imperativos del nuevo discurso. Por último, el cuidado se ha visto como esencial para la comprensión del ser humano tal como lo aborda Martin Heidegger en Ser y Tiempo, recogiendo una tradición que se remonta a los griegos, a los romanos y a los primeros pensadores cristianos como san Pablo y san Agustín.
Se constata además que la categoría cuidado gana fuerza siempre que se producen situaciones críticas. El cuidado es el que impide que las crisis se transformen en tragedias fatales.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918), desencadenada entre países cristianos, destruyó el ilusorio glamour de la era victoriana y produjo un profundo desamparo metafísico. Fue cuando Martin Heidegger (1889-1976) escribió su genial Ser y Tiempo (1929), cuyos párrafos centrales (§ 39-44) están dedicados al cuidado como ontología del ser humano.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) despuntó la figura del pediatra y psicólogo D. W. Winnicott (1896-1971), encargado por el gobierno inglés de atender a niños huérfanos, víctimas de los horrores de los bombardeos nazis sobre Londres. Desarrolló toda una reflexión y una práctica en torno a los conceptos de cuidado (care), de preocupación por el otro (concern), así como del conjunto de cuidados y apoyos que hay que proporcionar a los niños o a las personas vulnerables (holding), aplicables también a los procesos de crecimiento y educación.
En 1972 el Club de Roma dio la alarma ecológica sobre el estado enfermo de la Tierra. Identificó la causa principal: nuestro modelo de desarrollo, consumista, predatorio, perdulario y sin ningún cuidado ni hacia los recursos escasos ni con la forma como tratamos los residuos, muchos de ellos dañinos y no asimilables por la naturaleza. Después de varios encuentros organizados por la ONU en los años 80 del siglo pasado, se llegó a la propuesta de un desarrollo sostenible como expresión del cuidado humano hacia medio ambiente, pero enfocado principalmente al aspecto económico.
En 1991, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Fondo Mundial para la Naturaleza y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza elaboraron una estrategia minuciosa para el futuro del planeta bajo el lema Cuidando la Tierra (Caring for the Earth 1991). En ella se dice:
La ética del cuidado se aplica tanto a nivel internacional como a nivel nacional e individual; ninguna nación es autosuficiente, todos nos beneficiaremos con la sostenibilidad mundial y todos estaremos amenazados si no conseguimos alcanzarla.
Recogiendo esta línea de pensamiento, después de un trabajo de ocho años a nivel mundial, en marzo de 2000 termina en París la redacción de la Carta de la Tierra. La categoría cuidado y el modo sostenible de vivir constituyen los dos principales ejes articuladores del nuevo discurso ecológico, ético y espiritual propuesto por este documento. En 2003 la UNESCO asume oficialmente la Carta de la Tierra y la presenta como un instrumento pedagógico sustancial para la construcción de la responsabilidad colectiva de la humanidad por nuestro futuro común.
En 2003 los ministros y secretarios de medio ambiente de los países de América Latina y del Caribe elaboraron un notable documento Manifiesto por la vida, por una ética de la sostenibilidad donde se incluye la categoría cuidado en la idea de un desarrollo que sea efectivamente sostenible y radicalmente humano.
El cuidado está especialmente presente en los dos extremos de la vida: en el nacimiento y en la muerte. El niño sin cuidado no puede existir. El moribundo necesita cuidado para salir decentemente de esta vida.
Cuando en algún grupo despunta una crisis generando tensiones y divisiones, la sabiduría del cuidado es el camino más adecuado para oír a las partes, favorecer el diálogo y buscar convergencias. El cuidado se impone cuando aparece una crisis de salud que exige hospitalización. Entonces, se pone en acción el cuidado por parte de los médicos, los enfermeros y enfermeras, que deciden el tratamiento mejor.
El cuidado es absolutamente necesario en prácticamente todas las esferas de la existencia, desde el cuidado del cuerpo, de los alimentos, de la vida intelectual y espiritual, de la conducción general de la vida, hasta para atravesar una calle con mucho movimiento. Como ya observaba el poeta romano Horacio, el cuidado es «como una sombra que siempre nos acompaña y nunca nos abandona porque hemos sido hechos a partir del cuidado».
Hoy, dada la crisis generalizada, ya sea social o ambiental, el cuidado se hace imprescindible para preservar la integridad de la Madre Tierra y salvaguardar la continuidad de nuestra especie y de nuestra civilización.
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