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miércoles, 30 de mayo de 2012

EL JUICIO HISTÓRICO: NO ES LA VERDAD HISTÓRICA.


Por Hugo Latorre Fuenzalida

Las declaraciones del ex presidente Patricio Aylwin han ocasionado un resurgir de la polémica entre los que pertenecieron a la Unidad Popular y los que se le opusieron. Eso es natural. Recordemos que las polémicas entre carreristas y ohigginistas duraron más de un siglo. Chile es un país donde las heridas cierran lentamente.

El ex mandatario retoma las visiones que tuvo en ese tiempo, cuando fue opositor decidido a Salvador Allende y las plantea cuatro décadas después en los mismos términos, lo que habla de una coherencia básica en su personalidad.

Ahora ¿qué produce tanto resquemor y escándalo?

1.- Que Aylwin señale que Allende fue un mal presidente

Quienes juzgan a Allende como un mal presidente lo hacen en función de su visión sobre lo que es un buen gobierno, y se ubican dentro de un paradigma distinto del poder de quienes lo juzgan como un buen gobernante.

Por lo demás, Aylwin nunca se desdijo de su opinión sobre el gobierno de la Unidad Popular; lo que señaló las veces que se le entrevistó acerca del proceso político de ese período, es el reconocimiento de que los políticos-todos- no estuvieron a la altura del desafío.

Lo que expresa la mayor crítica de Aylwin a Allende como gobernante, es, tal vez, su escaso liderazgo para poner orden al interior de las filas de la coalición de gobierno y frenar los exabruptos extremistas que legitimaban la irracionalidad golpista de la contraparte en la derecha más extrema.

Lo que pueden y de hecho señalan los partidarios de la Unidad Popular, es que la Democracia Cristiana, dirigida por Aylwin, alentó el golpe al final del proceso, cuando fracasaron los encuentros para las reformas constitucionales. Una cosa es entender que el golpe parecía inminente luego del fracaso de las instancias de diálogo, y otra muy distinta es disponerse a animar a los golpistas a que den el golpe.

2.- Los paradigmas de cada actor

Para los partidarios del paradigma de la “revolución”, el gobierno de Allende tuvo grandes logros: aumentar la votación popular del 31% al 44% en dos años; aumentar el poder en manos del Estado del 51% a más del 64% del PIB en menos de 3 años; incrementar la educación gratuita de la población escolar; extender y profundizar la reforma agraria; intervenir muchas empresas privadas y ponerlas bajo la administración de los trabajadores; y de manera destacada el logro que fue para Chile la nacionalización del cobre.

Para los opositores a Allende, que disciernen bajo el paradigma desarrollista y capitalista, el gobierno de la UP fue definitivamente malo, por varias razones: por desequilibrar las variables macroeconómicas internas y externas hasta niveles peligrosos; por promover el odio de clases; por intentar una estatización e ideologización de la educación a través de la Escuela Nacional Unificada (ENU); porque persiguió a los productores y empresarios, arrebatándole la propiedad de sus empresas y coartando su libertad de emprendimiento; por hacer descender la producción hasta generar una escasez enorme de abastecimiento nacional; por permitir un uso de la institucionalidad abusiva para promover leyes que arrebataban derechos constitucionales, por realizar una política premeditada de populismo irresponsable, con elevación del gasto público y disminución de la inversión, hasta llegar a inflación superior al 350%.

Pero junto a estas consideraciones, lo que el ex presidente Aylwin plantea en la entrevista, es que lo que le faltó a Allende- pero más a los líderes de la izquierda- es la capacidad de hacer un análisis más realista de las fuerzas con que contaba y las que se le oponían; es decir, sufrió de lo que la izquierda pareció padecer por esos años en toda América Latina: un voluntarismo a todo trance. Ir adelante, obviando incluso las posibilidades objetivas.

3.- La relatividad de los juicios y las culpas compartidas

Pareciera que la verdad se reparte de manera generosa para ambas visiones, pues de hecho hubo reducción de la producción nacional a partir de mediados de 1972 y también se dio el boicot explícito desde el lado empresarial, como era de esperar en un proceso de lucha política frontal y de paradigmas agonales.

Que hubo partidarios del golpe en la oposición, incluso dentro de la militancia DC, también es cierto. Que hubo partidarios de la confrontación armada al interior del la Unidad Popular, es tan cierto que quedó autorizado por el Partido Socialista en un documento programático y fue alentado y reclamado como opción efectiva por los grupos encabezados por Altamirano, el Mir, Mapu y otros grupos menores.

Que hubo militares “constitucionalistas” es tan verdad como que desde un principio existieron militares golpistas; pero lo que hizo perder hegemonía y poder a los “constitucionalista” fue la incapacidad de los políticos de resolver el problema desde el ejercicio democrático.

Es por eso que Aylwin juzga que fue la propia debilidad interna del régimen chileno la que causó la caída, más que la intervención de los poderes extranjeros. Esto cae nuevamente en la simple especulación opinativa, lo que confirma mi tesis que en historia y en política no se alcanzan verdades, sino simplemente juicios, donde el elemento subjetivo pesa tanto o más que el objetivo.

La moderna teoría de la historia enseña que la posición que adopta el actor, el historiador, es determinante de tanto sesgo vital y existencial que impide establecer un juicio único y autorizado universalmente.

Por tanto, esta visión expuesta ahora, no representa más que una aproximación y ninguna verdad….sólo un conjunto de argumentos más o menos coherentes y abiertos a su demolición por otros argumentos igualmente coherentes. Finalmente cada uno sacará su conclusión, de acuerdo con su particular carga emocional, intelectual y existencial.

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