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jueves, 31 de mayo de 2012

VERDADES HISTÓRICAS


Por Wilson Tapia Villalobos

Las verdades históricas existen como entelequias, pero generalmente no coinciden con las aseveraciones que hacen acerca de ellas los seres humanos. Y cuando se trata de hechos relacionados con la política, la entelequia se transforma en un instrumento virtual o de contundencia casi material para lograr beneficios.

Por eso no debiera extrañar que un ex presidente sacara la voz para marcar distancias entre aliados. Y tampoco puede sorprender que la coalición oficialista afile sus herramientas electorales intentando destruir el carisma de otra ex presidenta de la República. El primer caso es una maniobra de posicionamiento ideológico. En el segundo, se trata del intento de eliminación de un potencial enemigo que amenaza la permanencia de la derecha en el poder.

El ex presidente Patricio Aylwin entró de lleno a ejercer su liderazgo al interior de su Partido Demócrata Cristiano (DC) y lo que pueda tener de éste en la Concertación de Partidos por la Democracia. Lo hizo de una manera ideológicamente impecable: marcando distancia con la izquierda más tradicional, el Partido Comunista. Para este fin eligió verter su visión del gobierno de Salvador Allende. Siguió el patrón que acostumbra. Con aguda crítica a la gestión de la Unidad Popular y al propio ex presidente Allende. De este último, dijo que no había sido un buen político, ya que no evitó el golpe militar.

Las palabras de Aylwin no pueden sorprender. Es lo que él piensa desde cuando la DC estableció, siendo él presidente del Partido, una alianza con la derecha de entonces para oponerse al gobierno de la Unidad Popular. Incluso, justificó el golpe afirmando que si le dieran a elegir entre "una dictadura marxista y una dictadura de nuestros militares, yo elegiría la segunda". Tales juicios los propaló a través de The Washington Post, el 26 de agosto de 1973.

Esta vez eligió el diario español El País, medio que a menudo ha utilizado para hacer declaraciones sobre política contingente chilena. Y abordó un tema que sabía haría recapacitar a los democratacristianos que estuvieran tentados de mirar con buenos ojos una apertura de la Concertación hacia el Partido Comunista. Posibilidad que han planteado los Partidos Radical (PR) y Por la Democracia (PPD). Seguramente sabía que sus palabras también causarían escozor en el Partido Socialista (PS), del cual era militante Allende. Pero quizás consideró que ese era un mal menor. Los socialistas, en realidad, tienen pocas alternativas. Sobre todo que dentro de la Concertación han elegido hacer pactos electorales con la DC antes de que con el PPD o el PR. Una forma bastante actual de entender la política que acerca a socialdemócratas y democratacristianos.

También es posible que Aylwin esté considerando que en el momento que vive la política institucionalizada en el mundo, bien vale mirar hacia otros horizontes si el fin es anclarse en el centro. Y en esos otros horizontes está la derecha menos extrema que pretende representar Renovación Nacional (RN). No lo ha dicho hasta ahora. El ex presidente es un buen discípulo de Nicolás Maquiavelo.

Tal vez su único yerro sea que el abanico político se está abriendo hacia horizontes muy distintos a lo que era esa política que él conoció y en la que la dictadura militar era preferible a la dictadura marxista. El marxismo ya no existe y los ciudadanos prefieren la libertad sin reconocer signos ideológico-políticos.

La otra operación es algo más tangible. La derecha quiere destruir a la ex presidenta Michelle Bachelet, porque sigue marchando a la vanguardia en las encuestas que miden la adhesión de los chilenos. Y también pretende escudarse en la verdad histórica. En este caso, otro acontecimiento doloroso, el terremoto del 27 de febrero de 2010. Se intenta transformarla en responsable de las muertes que provocó el maremoto provocado por el movimiento telúrico.

Ambos casos sirven para ilustrar que las “verdades históricas” siempre están teñidas por la mirada del observador. Como nos da cuenta ahora la ciencia, que la materia también está sujeta a esa condición. Pero en el acontecer humano la mirada del observador, cargada de ideología política, genera un daño grave. La manipulación de conciencias persigue como objetivo mantener el poder, alcanzarlo o compartirlo. El mecanismo que se utiliza es la desinformación. La negación de responsabilidad ante hechos que provocaron inmenso dolor. O crear responsables que, por desprestigio, sirven a sus fines.

De cualquier modo, las verdades históricas están en franco descrédito. Como la política. Especialmente en esta época de democracia virtual en que la realidad se crea en los estrechos márgenes de un televisor. Aunque su pantalla mida 72 pulgadas, el universo que muestre seguirá siendo tan pequeños como los intereses que represente su mensaje. Finalmente, se tiene que cotejar con el interés general

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