Por Hugo Latorre Fuenzalida
El triunfo del progresista Hollande en Francia pareciera estar en la lógica de las grandes crisis: toda crisis se lleva por los cuernos a los dirigentes de turno. ¿Pero significa este triunfo que el nuevo mandatario pueda hacer frente y acabar con esta situación complicada?
En verdad no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el nuevo mandatario es hombre lúcido y estudioso de la situación mundial y europea, así es que debe estar al tanto del calibre de los desafíos que enfrenta. No debe ser de los que creen que con austeridad se logrará sacar adelante la situación. Eso lo puede creer Sarkozy, Rajoy o incluso pudo creerlo Zapatero, pero a estas alturas del partido, un francés socialista, que parece venir de vuelta de la aventura “liberalizante” no puede tragarse una pildorita tan venenosa.
Hollande debe saber que se trata de una crisis que por sus características se asemeja bastante a lo que podría llamarse un tiempo de decadencia o lo que se denomina también:“fin de un tiempo”, y que por tanto no sirven de nada las políticas referidas a procesos puntuales, coyunturales o de corto plazo. Evidentemente, cualquier persona medianamente inteligente ya sospecha que la salud de la economía occidental está en estado grave, por no decir terminal. Claro que no se trata de aseverar que se vaya a morir las sociedad….Las sociedades mueren raras veces en la historia, pero si se trata de un estado desde el que se debe preparar su desprendimiento o la superación, que encamina necesariamente a la sustitución de su sistema organizacional.
Las intenciones “reparativas” o “correctivas” de un sistema que ha dado muestras de ingobernabilidad en todo su espacio de dominio y en todos los pliegues de sistema, volverían a conducir a la comedia de lo insostenible. W.Benjamin señalaba en un ensayo acerca del espíritu destructivo que se debe desmontar todo, echar abajo todo, simplemente para despejar caminos por donde transite lo nuevo. Lo nuevo está indefinido, porque anida en el tránsito, en el hacer camino al andar; al espíritu destructivo toda instalación definitiva representa una barrera al flujo inquieto de las libertades. ¿Podría ser esta una metáfora de los tiempos que vendrán?
Este mundo Occidental nunca se vio tan huérfano de horizonte como en estos tiempos.
Merkel sigue creyendo que esta sociedad que ostenta la mayor profusión de crisis que economía alguna haya sufrido en tiempo tan acotado puede reponerse, como se sale de una enfermedad. Pero la Canciller debe hacerlo, pues los déficit de los países europeos los financia principalmente Alemania. Los germanos lucen una economía fuerte gracias a su temprano posicionamiento en diversas economías en desarrollo, lo que le ha permitido acoplarse virtuosamente a la fase de crecimiento por la que atraviesan esas naciones de desarrollo intermedio: desde Europa ex- comunista, India, Asia y América Latina.
El problema central de la Europa en crisis es que no tiene alternativas de escape de permanecer en el actual esquema organizativo. Si usted mira las posibilidades, como una nueva estrategia productiva dentro del orden mundial vigente, no se aprecia en el horizonte algo así como una alianza de mercados con regiones extranjeras, como son sus colonias, tampoco asoma como tarea en ciernes; un retorno al desarrollo de los mercados nacionales que el parecer ni se ha pensado. ¿Entonces qué?
Pareciera que en la reciente cumbre del G8, se habla de retomar estrategias de crecimiento ¿Pero sobre qué modelo y cuáles herramientas se hará?
Hollande, al triunfar ha dejado claro que las políticas de ajuste no son la gran solución; que se debe buscar el fomento de la inversión, de reactivación de las economías y la creación de puestos de trabajo. Todo eso parece razonable, pero Alemania ha puesto el grito en el cielo y reclama responsabilidad desde el lado francés, al igual que desde el Banco de Europa. La Canciller alemana ha flexibilizado su postura en la cumbre de los desarrollados, presentando una tesis de combinación o integración de ambas políticas: primero disciplinar y retomar rápidamente las estrategias de crecimiento.
Lo raro es que Europa adopta una postura ante la crisis que es la opuesta a la de EE UU en la crisis del 2008, donde simplemente se echó a andar la máquina de hacer dinero y punto. Europa ha girado dinero para asistir a Grecia, España y Portugal, pero tal vez. Alemania ve que esas economías deficitarias lo serán de manera crónica, por tanto es inviable tratar de financiarlas desde ya y por tiempo indefinido; la crisis financiera de EE UU, se toma como coyuntural, mientras que la europea se le adjudica el peso de ser estructural, por tanto las soluciones son diferentes. No se trataría de una situación transitoria, sino de plazos bastante largos.
La situación de Francia es mucho mejor que la de España, pero la nación gala ha acumulado una serie de problemas que la dejan bastante vulnerable ante la profundización de la crisis. Eso lo sabe Hollande y por eso apura un cambio de estrategia, pues políticamente es insostenible un tratamiento como el que se lleva adelante.
Es cierto que las áreas en crisis de Europa se empobrecerán progresivamente; por lo menos su población lo verá reflejado en los salarios, el costo de vida, la calidad y cantidad de los servicios y prestaciones sociales; los gobiernos lo resentirán en sus presupuestos y en la presión social. Deben echar a andar su imaginación para retomar vías de desarrollo distintas a los “atajos” que representan las políticas llamadas de “crecimiento”. Es un desafío para todo Occidente, pues lo de Estados Unidos no es coyuntural, es igualmente una crisis estructural de un modelo y un estilo agotado.
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