El presidente Sebastián Piñera nos tiene acostumbrados a las frases para el bronce. Esas dichas desde el discurso pero no fundamentadas; esa de oralidad tan propia de nuestra América Latina; frases que encierran una vocación cristiana de forma pero carente de raíz profunda, en consecuencia destinada a que el primer ventarrón se las lleve al igual que acontece con toda nuestra formalidad jurídica.
De hecho, las leyes en Chile son para mantener a los pobres en disciplina, pero los ricos la pueden evadir tal cual evaden los impuestos, que sólo lo pagan los asalariados y los pobres en el IVA, es decir lo que no tienen recursos para evadir y los que no tienen dinero para pagar buenos abogados tributarios y penalistas.
Entonces, Presidente ¿Quiénes son los destinados a salir de la pobreza?
No me diga que aún cree en la teoría del chorreo o la llamada lógica del “perico”, que es esa que habla de dejar comer al perico sobre la mesa, pues éste siempre salpica algo de lo que picotea, y los que están abajo, en el piso, pueden aprovechar esta regalía. Entonces entre más come el perico, más caerá bajo la mesa.
Por eso el Presidente habla en la cumbre de Colombia de que debemos superar la pobreza, pues lo hace sobre esta teoría, la de la concentración ofensiva e inviable de la riqueza y, por ende, la masificación de la desesperanza social.
El capital en Chile (y parecido a lo que acontece en el resto de nuestra desigual región latinoamericana y caribeña) se está apropiando de un volumen cercano al 70% del PIB.; el Gobierno participa del 18% del PIB y el restante corresponde a economías poco formalizadas.
Esta asimetría del poder económico es reforzada con una apropiación del poder político, que incluye la policía (ejército de represión funcional), los militares (ejército de reserva para casos de crisis extrema), la prensa, la televisión, la radio, la educación y la cultura o discultura.
Par superar la pobreza se requiere cambiar radicalmente el modelo de distribución (que es más bien un modelo de “concentración”). Sin esa premisa el Presidente puede pontificar sobre las bondades morales del ejercicio teórico en torno a la pobreza, pero nada logrará en concreto, excepto dar de narices con una radicalización de la inequidad.
Pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
Si en Chile se anuncia una “reforme tributaria” a la que se niegan todos los más crédulos del modelo neoliberal y acceden algunos que son menos piadosos a esa fe, pero más pragmáticos, pues saben que con la legislación vigente aunque suban 10 puntos los tributos, el efecto distributivo final seguirá siendo igual a cero. Ellos saben (y quieren hacer creer otra cosa) que mientras no se resuelva el tema de las normas que permiten la evasión y elusión (fondos de inversión, estímulos al ahorro de capital financiero (acciones), deducciones del IVA, créditos tributarios por pérdidas, depreciación acelerada, exenciones, etc.), nada se sacará en limpio. Ni un peso más saldrá del bolsillo de los ricos. Saldrá de los excedentes de Codelco, pero nos harán creer que vienen del alza de los impuestos a las empresas, tal como ha acontecido con el royalty o el alza temporal de los impuestos de las empresas al 20%.
En un ambiente económico como el que tenemos, es imposible soñar con salir de la pobreza. Lo que sucede es que el Presidente sostiene un concepto de pobreza que es de un siglo atrás y que ya nadie cotiza, por ser sesgado, inconducente e irreal.
Cuando una familia no puede educar a sus hijos de manera competitiva con los restantes miembros de la sociedad, ya es un pobre comparativo; cuando no puede acceder a una salud igual al resto de los ciudadanos del país, simplemente por diferencial económico, es otro pobre comparativo; cuando no podrá disponer de recursos suficientes ni mínimos para una vejez digna, también le hará formar parte de esa mayoría pobre.
Pero el Estado chileno ni puede dar respuesta a esas demandas básicas de las grandes mayorías, por “falta de recursos” y porque no cree más que en los buenos negocios que se emprenden a costa de los servicios sociales básicos. Entonces las ganancias de los buenos negocios serán siempre inversamente proporcionales al bienestar y “riqueza” a que puedan acceder los pobres mayoritarios del país.
¿Entonces cómo resolver esta contradicción esencial?
Señor Presidente: en un modelo “empresocentrado” como el chileno, es imposible arribar a una realidad “pueblocentrada” como es la necesaria para salir de la pobreza. Lo demás no es más que flatulencia ideológica, pura labia huera y vacía.
En todo caso, creo yo, que no puede el hombre corvo y torcido (como son los de la derecha chilena, incluido el Presidente) juzgar cuál es el camino que es recto.
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