LECCIONES DESDE ARGENTINA:¿NUEVA OLA DE RECUPERACIÓN DE SOBERANÍA?
COLUMNISTA
Por Hugo Latorre Fuenzalida
La nacionalización del 51% de Repsol por parte del gobierno argentino pone a nuestros países a reflexionar seriamente de lo que viene como corriente o tendencia en lo que respecta a la propiedad de los recursos naturales en las regiones en desarrollo.
Chile no ha quedado indiferente, es decir los gobernantes y políticos de por acá, como tampoco lo ha quedado el presidente de México o el de Venezuela.
Las posturas difieren enormemente y eso habla de que el debate ya se comienza a instalar y no podrá ser eludido.
La salida de América Latina de la “década perdida” (años ochenta) se produjo sobre dos elementos:
La primera etapa, la más crítica, se hizo en base al ajuste económico impuesta desde el FMI y aplicada por los gobiernos locales de manera despiadada (hambruna popular) y la privatización de los recursos del Estado (transferencias inconsultas de riqueza social hacia el beneficio de los acreedores internacionales, mediados por el “Plan Brady”).
El segundo elemento, fue la elaboración de un plan de entrega de las áreas estratégicas de la economía local a las inversiones extranjeras, electricidad, agua, telefonía, fondos de pensiones, activos mineros, derechos del mar, etc.
Con todo, la deuda externa de América Latina, lejos de disminuir por estas repactaciones, aumentó casi hasta llegar a triplicarse en el año 2002. Esta realidad paradójica se debió a que las ventas se efectuaron con endeudamiento y no con dinero efectivo, lo que transfería a las empresas de propiedad internacional instaladas en América latina el peso del nuevo endeudamiento, el que se debía servir con el ejercicio económico generado en el país.
Estos flujos derivaron directamente a las arcas de las casas matrices, generando un incremento ad infinito de las deudas país, gracias a las nuevas inversiones declaradas con nuevos compromisos de deuda.
Estas inversiones fueron más grandes en cifras que en la realidad, y ha sido una de las formas de transferir ganancias a sus empresas matrices, eludiendo de paso el pago de tributos en América Latina.
Esta burla a la supuesta buena fe de los ¿ingenuos? negociadores locales, ha permitido a las transnacionales acumular ganancias enormes, las que han alimentado el boom de recuperación de los países desarrollados, entre ellos España, que es el país de Europa que más agresivamente adquirió activos en nuestra región. Esto lo pudo hacer España gracias a los créditos provenientes de la U.E., dentro de la cual España se declaró país en desarrollo y por tanto merecedor de una serie de beneficios financieros y de inversión, beneficios que siempre estuvo pronta a negar a los países de nuestra región, toda vez que entraba en tratativas.
Solo hay que ver el trato que dio Aznar a Chile (Lagos), cuando nuestro país negoció el ingreso a los acuerdos con la Unión Europea, presidida por entonces por España. De hecho, al margen de exigir acceso a las banderas de los barcos de pesca chilenos por parte de las empresas españolas, exigió que las empresas españolas instaladas en Chile no tributaran más en Chile sino en España.
Desde entonces esas empresas españolas no contribuyen en nada al país en términos de impuestos. Por el contrario, las empresas españolas que operan en Europa, tributan en España y no en el país donde están instaladas, gracias a que Aznar consiguió tratamiento de país en desarrollo para su nación (al igual que Grecia y Portugal). Este mismo derecho le cabía a Chile al ingresar al tratado con Europa, pero Aznar presionó a Lagos para que nos atuviéramos al estatus de país desarrollado frente a Europa y, específicamente, ante España.
Este abuso, esta falta de equidad mínima se ha estado dando en todas las relaciones de la España con sus antiguas colonias. Un espíritu neocolonial es el que ha predominado y el trato para con estos gobiernos de acá ha sido muchas veces casi vejatorio e indigno.
En el caso de Buenos Aires, los gobiernos peronistas de comienzo de los 90, pensaron resolver el tema de la crisis mediante una fórmula privatizadora llevada al delirio. La visión antinacional de Menem fue contrarrestada por los Kirchner luego de la debacle del 2002. En esa crisis formidable se pudo constatar que las soluciones puramente liberales llevaban a profundizar el desastre, entonces comenzó a priorizarse una postura pragmática y menos ideológica.
Es entonces que el presidente Kirchner repacta la deuda externa y se niega a pagar lo que consideró el plus especulativo de esa deuda, forjada en la forma que arriba relatamos. Luego comienza a alentar el desarrollo interno con esquemas de autonomía progresiva. Luego de su desaparición, la presidenta Cristina Fernández ha continuado la labor de fortalecer la reposición de Argentina en el manejo de las manijas soberanas del poder.
Tal como ha acontecido en las inversiones extranjeras en Chile, las inversiones que se prometieron no han sido ni lejos de la magnitud esperada. Pero con mínimo de inversiones estas empresas extranjeras han administrado la escasez de manera muy provechosa, pues cobran altos aranceles por sus servicios y no han mejorado ni la calidad ni la cobertura.
Lo que se ha avanzado en términos de telecomunicaciones, que es una de las pocas destacables, se debe más a los avances universales de las tecnologías que al esfuerzo explícito de las respectivas empresas extranjeras. Lo hemos vivido y sufrido en Chile con las escasas inversiones de Endesa en energías alternativas, de las sanitarias en modernización de sus servicios a precios competitivos y en la captación de nuevos recursos hídricos, de los cortes en comunicación telefónica cada vez que se da un remezón telúrico, incluso de mediana magnitud.
Esta decisión de Argentina de recuperar parte de su riqueza energética en momentos en que tienen déficit en el rubro, y en la circunstancia en que el precio asegura un futuro esplendoroso de esa materia, impone un nuevo criterio de sano pragmatismo en las relaciones con las transnacionales. Podrán operar en nuestros países ahí donde sean necesarias, pero lo que no podrán seguir haciendo es el apropiarse del futuro, por el simple expediente de haber comprado un derecho formal, en condiciones de necesidad extrema, casi sin libertad de negociación y sobre todo cuando las realidades han cambiado de manera radical.
El mismo reglamento del FMI reconoce el derecho de los países productores de materias primas a manejar sus recursos a discreción en términos de quién explota, cuánto explota, cuándo explota, cómo explota y a qué precio vende. Eso se llama soberanía sobre sus riquezas y eso es lo que vienen haciendo los países que entienden de estrategias a largo plazo.
Otros países operan con la lógica del día a día y sienten que sus referentes están en las potencias extranjeras y no en los pueblos a los que se obligaron un día, bajo juramento de servir de manera honesta y efectiva.
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