El ambiente político-electoral dentro de la Concertación ha llevado las relaciones internas entre partidos a niveles muy bajos, aunque ciertamente nunca han sido tampoco mucho mejores desde la gran derrota del 2010. Para algunos, lo único que podría salvar a este conglomerado es la llegada desde Nueva York del esperado “ángel de la guarda”, como parece haberse convertido la figura de la ex presidenta Michelle Bachelet para muchos políticos de la centroizquierda, lo que hoy hasta ésto ya se está poniendo también en seria duda.
Si realmente la ex presidenta estuviese dispuesta a repostular, ya se habría recibido de ella alguna señal directa o indirecta, porque la verdad, si así fuera, debería retornar y comenzar a vivir en Chile a más tardar en el segundo semestre de este año para entrar de lleno en el debate cotidiano, en las elecciones comunales y compenetrarse en los principales problemas nacionales, nuevos y viejos, lo que no se puede dominar desde el extranjero, aunque se tenga muy buena información sobre lo que ocurre en Chile.
Pero tampoco la existencia de una figura exitosa y de gran carisma, como es Bachelet, garantiza un triunfo en las urnas, frente a una derecha que, a pesar de todos sus problemas y discrepancias, hay que reconocer que ha consolidado “una ruta a seguir”, buena o mala para la gente, pero ruta al fin, de lo cual carece completamente hoy la Concertación.
¿Qué planes o programas nuevos tiene hoy la Concertación en pleno siglo 21? ¿Qué cosas nuevas ofrece o seguirá con las viejas ofertas ya pasadas de moda que manejó con tanta habilidad electoral en los 20 años en que gobernó Chile?
Todo eso ya no sirve, porque tampoco la Concertación tiene ideas claras y efectivas para terminar con la desigualdad, el más grave problema que existe en Chile, que tampoco logró resolver en los veinte años de gobiernos concertacionistas. No estoy diciendo que la derecha tenga la fórmula mágica, al menos no lo ha demostrado, todo lo contrario, pero está profundamente metida en el tema y trabaja a fondo fórmulas y estrategias con lo que, al menos, agita las aguas y así lo ve la opinión pública que irá a las urnas, como lo expresan las encuestas.
Definitivamente la alianza de centroizquierda no tiene hoy figuras que sean contundentes para derrotar a algunos de la larga lista de candidatos que manejan los partidos de la derecha. Todos se muestran como caras nuevas y jóvenes, entusiasmados y llenos de risa como Carolina Schmidt o Laurence Golborne. No hay que olvidar que en los próximos comicios electorales tendremos unos 5.000.000 de nuevos votantes, la mayoría ex rebeldes que se oponían a inscribirse personalmente en los registros y ahora han quedado en las listas por el sistema automático recién aprobado. La mayoría son jóvenes que quieren entenderse en el futuro con líderes también jóvenes y con ideas nuevas al estilo de que puedan ser comprendidos en sus problemas e interpretados en lo personal.
No nos olvidemos tampoco que hemos entrado en la era de los “indignados” y que los cambios ya no se están gestionando a través de los partidos políticos, a cuyos dirigentes consideran unos “viejos retrógrados u obsoletos”, sino a través de movimientos sociales, como lo han mostrado los casos de los estudiantes y de Aysén en Chile. Estos jóvenes no están dispuestos a esperar ocho años para que se apruebe una ley, la quieren ya ahora.
Si revisamos a fondo el escenario político chileno, concluímos que estamos frente a una Concertación escindida y moribunda que ya se muestra en dos bloques: PRSD y PPD que buscan un acuardo electoral con los comunistas, a lo que se opone por el otro lado la DC; y el PS y el PDC, acostumbrados a ser mayoría y tener la conducción política, siguen soñando con Bachelet como candidata presidencial. Este es el primer paso para una Concertación a punto de ingresar a la UTI y... probablmenete sin salida.
Pero hay otras desviaciones: Al primer bloque podrían llegar también otras fuerzas políticas que andan revoloteando en solitario, especialmente en un momento en que ya se mira a la presidencial. Tampoco se sabe dónde se ubicará el Meo, lo que dependerá de su Partido Progresista, lo que recién podría saberse después de las elecciones comunales de octubre.
En todo caso, el panorama político chileno se ve mal porque por una parte tenemos una oposición debilitada frente a una centroderecha mucho más fuerte, aunque también con problemas internos y dentro de ésta hay quienes miran con mucha codicia hacia la Democracia Cristiana, especialmente tras el acuerdo de reformas políticas de enero pasado logrado entre los falangistas y RN. Total, si pasara algo así, todo quedaría en la gran familia del barrio oriente con hijos rebeldes que alguna vez se fueron de la casa y ahora retornan a sus filas.
Todo esto es peligroso porque si debiéramos caminar hacia un multipartidismo, como dicen los más estudiosos, con este proceso decadente sólo estamos debilitando el bipartidismo y si seguimos así vamos a terminar en el unipartidismo.
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