Por Lidia Baltra
Chile fue el primer país del mundo occidental – y tal vez del orbe – que nunca aceptó “dar vuelta la página”. Gracias al trabajo incansable de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos se impuso como imperativo moral que había que buscar la verdad y la justicia en torno a sus más de 3.000 detenidos desaparecidos bajo la dictadura de Pinochet.
Al contrario de lo ocurrido en Argentina y en Uruguay, donde el número se multiplica.
En el primero, una ley de “punto final”, campeó por mucho tiempo hasta que el Congreso primero (2003) y la Corte Suprema después (2005) la declararan nula, gracias a lo cual varios generales asesinos hoy cumplen penas en prisión.
En Uruguay, la Ley de Caducidad aprobada en 1986 al término de la dictadura, fue refrendada tres años después; y por segunda vez, los defensores de los derechos humanos fracasaron en el plebiscito de 2009, con lo cual sigue vigente. Es el karma de una de las mejores democracias del mundo.
En España, los detenidos-desaparecidos de la Guerra Civil (1936-1939) suman más de 100.000 y en la transición de la dictadura de Franco a la democracia en los años 70, a los familiares, a los españoles todos, ni siquiera se les consultó si podían hacer “borrón y cuenta nueva”.
Una ley de amnistía primero y otra de “memoria histórica” luego, se impusieron como parte de esa transición que fue modelo en muchos aspectos… y lunar negro en éste.
La historia continúa, pero los países así como los ciudadanos, aprendemos de nuestros errores y debemos saber cómo y por qué pasó y guardarlo en nuestra memoria para no volver a cometerlos. Cantidad de jóvenes estudiantes visitan diariamente el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, en avenida Matucana, para conocer nuestro calvario y apoyar la incansable búsqueda de los responsables.
Baltasar Garzón |
El primero en atreverse a realizar este doloroso pero necesario proceso en España fue el juez Baltazar Garzón. Y por su osadía de querer investigar la verdad excavando terrenos baldíos y fosas comunes, para así dar una satisfacción largamente esperada a cientos de miles de descendientes y familiares de esas víctimas, hoy está condenado al ostracismo. Su patria lo inhabilitó por once años de ejercer su profesión y lo que mejor sabe hacer: dar justicia.
El mundo entero con el corazón bien puesto ha condenado esta medida aplicada al juez por excelencia, un hombre que ha tratado de cumplir su misión a cabalidad abriendo esperanzas para tantos que veíamos el horizonte cerrado.
A nosotros, chilenos, fue Garzón quien nos quitó el temor al demostrarnos que Augusto Pinochet Ugarte, criminal de lesa humanidad, era una persona de carne y hueso que podía ser juzgada y acusada, y así traer la paz no sólo a los familiares de miles de detenidos-desaparecidos que dejó su sangrienta dictadura, sino a todo un pueblo.
Y por eso, en medio del recogimiento ambiente, fue una fiesta cuando el domingo 22 de abril, en el Parque de la Paz de Villa Grimaldi se realizó el esperado reconocimiento a Baltasar Garzón.
Se le entregó un galvano con los agradecimientos de los chilenos por habernos dado esperanzas y recuperar por un tiempo la fe en la justicia. Y como el homenajeado no pudo viajar a recibir esta distinción que le otorgó el Centro Verdad y Justicia de Villa Grimaldi, le encargó a su par chileno, el ex juez Juan Guzmán, recibirlo en su nombre.
Fue doble fiesta la que vivimos en el auditórium de Villa Grimaldi: honrar a un juez español ejemplar, y aplaudir también a quien lo recibiera en su nombre, al único juez chileno que se atrevió a procesar en Chile al dictador Pinochet.
A él también le hicieron pagar caro el querer cumplir el deseo de la gran mayoría de los chilenos: justicia por los crímenes del mayor criminal. Pinochet fue sobreseído por “motivos de salud” en 2002 y tres años después, el magistrado Guzmán se acogió a retiro.
La ceremonia tuvo lugar durante el 36º. Aniversario de la desaparición en Mendoza, atrapados por la Operación Cóndor de tres jóvenes dirigentes socialistas: Juan Hernández, Luis Muñoz y Manuel Tamayo.
Digno momento para distinguir y entregar nuestra admiración a dos jueces que honran la justicia: el español Baltazar Garzón y el chileno Juan Guzmán Tapia.
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