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viernes, 28 de abril de 2017

El viejo mundo bajo el fantasma del Brexit

LA UNIÓN EUROPEA SE PONE LAS PILAS, DICE LA VANGUARDIA DE BARCELONA

 Francia, Holanda y Finlandia aportan noticias  electorales positivas


Francia, Holanda, Finlandia y Austria han aportado, en citas electorales recientes, noticias alentadoras para la Unión Europea. Aun así, la oleada populista que recorre el Viejo Continente, partidaria de desmantelar la UE, sigue siendo una grave amenaza. Por ello resultados como el triunfo de Macron en la primera vuelta de las presidenciales francesas o, previamente, la derrota de Wilders en Holanda, constituyen un espaldarazo para el proyecto comunitario. Un espaldarazo que es doblemente bienvenido, porque pone coto, de momento, a la amenaza populista y serena en parte los ánimos.

Estos progresos, siendo muy satisfactorios, no son suficientes. La Unión Europea está obligada, como ente supranacional, a impulsar políticas que allanen el camino hacia sus objetivos. Estas políticas pueden ser pragmáticas y de inmediata aplicación. O pueden ser políticas con un sustrato más ideológico, relacionado con los irrenunciables principios fundacionales de la Unión Europea. Sin ellos, aun suponiendo que se avanzase por la senda de la unión, Europa sería un envoltorio sin contenido, algo inútil.

Bruselas protagonizó ayer dos movimientos significativos, uno en el ámbito pragmático y otro en el ideológico. Por una parte, la Comisión Europea presentó una batería de propuestas marcadas por su acento social, integradas en un plan que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, definió como un nuevo “pilar social europeo”. Se trata de un documento con veinte apartados, cuya finalidad es atenuar los efectos indeseados de la globalización, a menudo lesiva para los menos favorecidos, cuya parcela en la sociedad, ya exigua, se ve progresivamente reducida. En dicho documento se detallan medidas para reducir los efectos de la creciente desigualdad económica (entre estados y entre ciudadanos); pero también otras relativas a la conciliación familiar y a los permisos de paternidad; o a cómo recortar los efectos del desempleo o la precariedad laboral, especialmente entre los jóvenes. No hace falta decir que este paquete tiene la finalidad, además de atender mejor a los europeos de a pie, de contrarrestar la demagogia que a menudo sustenta los discursos populistas, como por ejemplo el de la ultraderechista Marine Le Pen en la escena francesa.

Además de emitir dicho documento, y en un movimiento cuya pertinencia sólo queda empañada por la tardanza con que llega, Bruselas decidió pararle los pies al primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Desde su acceso al poder, en el 2010, Orbán ha fomentado una deriva autoritaria que le ha valido a su régimen el mote de democradura. Una de las últimas expresiones de esta deriva ha sido su tentativa de cerrar la Universidad de Europa Central, con sede en Hungría, considerada la mejor del país, y apoyada por el financiero George Soros. Bruselas anunció ayer una acción legal para evitarlo, en la convicción de que en un Estado miembro no puede atacarse impunemente la libertad académica.

Europa se construye con palabras, pero sobre todo con hechos. La Unión Europea es una buena idea, pero más lo es ir implementando programas, por ejemplo sociales, que la conviertan en un mejor espacio de convivencia, apreciado por sus habitantes y envidiado por los que no lo son. Y, por supuesto, la Unión Europea es una construcción fundada en las libertades y los valores democráticos, que deben ser fomentados por todos y cada uno de sus miembros, sin excepción posible.

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