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viernes, 15 de marzo de 2013

Columna-Papa


LA POLÍTICA, EL PAPADO, LOS VALORES Y EL PODER

Por Wilson Tapia Villalobos

Obviamente, no se trata de algo nuevo. No es lo que asombra. Lo llamativo es que se esté dando a todo nivel. Y que hasta en la elección del Papa se hayan visto los mismos síntomas. Antes de que el cardenal argentino Jorge Bergoglio se transformara en Francisco I, el Vaticano era un escenario hollywoodense.

Más de un centenar de cardenales lucían sus mejores galas, en un set monumental como es la Capilla Sixtina.

Algo similar al cinematográfico abandono que hizo del Vaticano Benedicto XVI. Si alguien hubiera recordado los votos de pobreza, habría resultado completamente fuera de lugar.

La Iglesia Católica es, sin duda, un referente de valores en Occidente. Por más que ahora esté desacreditada por abusos sexuales, prostitución, manejos delictuales de dinero, corrupción y un miserable sentido de cuerpo institucional que cubre todo. Por su peso en el ámbito de los valores, debe exigírsele consecuencia, elevación. Pero no da el tono.

Y la designación del nuevo Papa parece demostrar que quienes han ejercido el poder en las últimas décadas están más preocupados de terminar sus días en paz, que en mejorar la imagen de la casa de Pedro.

El argentino Jorge Bergoglio asegura continuidad política en el Vaticano. Es de la misma línea que diseñó Juan Pablo II. Pertenece a las visiones más retardatarias del sacerdocio, Ello, pese a que hasta 1979 ejerció como cabeza de la Compañía de Jesús en Argentina.

Ese año fue alejado de tal cargo agobiado por las denuncias de haber colaborado con la dictadura militar de su país. Incluso, de haber entregado a sacerdotes y monjas a las fuerzas represivas.

En su contra hay un juicio por atropello a los DD.HH. Se le acusa de facilitar a los servicios policiales de la dictadura la captura de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics. Ambos estuvieron desaparecidos durante cinco meses.

Bergoglio se mantuvo en el ostracismo hasta 1992, cuando es nombrado Obispo Auxiliar de Buenos Aires. Su reaparición coincide con el afianzamiento de las posturas más retardatarias de la Iglesia Católica en América Latina. Él responde a esta confianza oponiéndose a cualquier atisbo de apertura. Y, obviamente, apoyando el crecimiento de grupos tales como Legionarios de Cristo o el Opus Dei.

En el terreno político, se opone al matrimonio homosexual, que en la nación argentina se encuentra en vigencia. Su frase más expresiva al respecto: “El matrimonio homosexual es contra Dios”. También se opone al aborto de cualquier tipo.

El sucesor de Benedicto XVI no deparará grandes sorpresas. No se conocerá el contenido real del informe que prepararon tres cardenales, a raíz de la aparición de los llamados Vatileaks. Por lo tanto, los escándalos de diversa índole protegidos por el Vaticano y la Iglesia de todo el mundo, seguirán en la oscuridad.

El sólo hecho de que el nuevo Papa haya sido elegido por cardenales acusados en sus países de abusos sexuales o, al menos, de protección para los abusadores, da ciertas pistas.

Entre los prelados cuestionados está el cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa. El prelado ha sido denunciado ante la justicia chilena de haber encubierto y protegido al sacerdote Fernando Karadima. Este último fue sancionado por el Vaticano y obligado a retirarse de la vida sacerdotal por abusos reiterados contra menores. Aunque estaba en conocimiento de los hechos, durante años Errázuriz se negó a llevar adelante una investigación.

Que Bergoglio haya llegado a ser Papa es una manifestación de cómo están las cosas en la Iglesia y, también, en las estructuras políticas que dominan el mundo. Conociendo su trayectoria, poco es lo que se puede esperar respecto a cambios de fondo. Cambios que permitan a la Iglesia Católica recuperar algo del prestigio perdido. Pero, por otra parte, asegurará el silencio comprometido que impera en las mafias. Una actitud que ayudará a enfrentar, como cuerpo, las críticas. Y la mantención de posturas conservadoras asegurará nuevos ingresos frescos.

Los centenares de juicio que la Iglesia Católica ha perdido en el mundo por el abuso de sus sacerdotes constituyen una sangría muy difícil de solventar.

Hoy, el poder está ahogando los valores. Lo que ocurre en la Iglesia Católica no es más que un signo de los tiempos. Tiempos en que las enseñanzas de maestros insignes, como Jesús, parecen condenadas al olvido.

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