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lunes, 18 de marzo de 2013

América Latina-Venezuela

MÁS INTERROGANTES QUE REALIDADES TRAS LA MUERTE DE CHÁVEZ

Por Alfredo Crespo Alcázar (*)
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El bloque del ALBA ha cerrado filas alrededor de Nicolás Maduro de cara a las elecciones del 14 de abril. Sin embargo, el liderazgo dentro del Socialismo del Siglo XXI puede no estar tan indiscutido como antes del 5 de marzo. La figura de Rafael Correa sigue emergiendo con fuerza.

El Presidente de Ecuador, Rafael Correa,  fue el primer líder que confirmó la asistencia a la investidura de Nicolás Maduro, al mismo tiempo que loaba la figura del fallecido. Bajo su particular prisma uno de los grandes logros de Hugo Chávez fue la integración regional.

Con esta afirmación obviaba que Chávez, consciente de que el ALBA se había estancado, insistió en que Venezuela se integrase en MERCOSUR. En cuanto a la CELAC, más allá de ser una organización que nació para tratar de marginar a Estados Unidos, pocos resultados tangibles ha ofrecido. Finalmente, en lo relativo a la UNASUR, sí que tuvo protagonismo el gobierno de Caracas, pero en ningún caso mayor, por ejemplo, al de Colombia. Conforme avanza el tiempo, Rafael Correa se está convirtiendo en el portavoz ideológico del Socialismo del Siglo XXI. Sus acciones trascienden el terreno meramente simbólico.

En efecto, si en 2012 se negó a acudir a la Cumbre de las Américas, actualmente se ha decantado por nuevas medidas. La principal que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la que previamente acusó de ser una herramienta al servicio de la política exterior de Estados Unidos, establezca su sede en Argentina. Sostiene que de esta manera se lograría la independencia de funcionamiento de la CIDH. Además, quiere anular el tratado de protección de inversiones suscrito con Estados Unidos ya que es una herramienta que "privilegia el capital trasnacional sobre el ser humano".

Si en otras ocasiones los dirigentes populistas instrumentalizaban la rivalidad con el gobierno norteamericano para ocultar problemas domésticos, el actual modus operandi de Rafael Correa es diferente, porque actúa alentado por la mayoría absoluta conseguida en las recientes elecciones presidenciales, donde no precisó de una segunda vuelta.

El bloque albista ante un año crucial

En primer lugar, Bolivia deberá afrontar elecciones en 2014. Evo Morales las encarará cada vez más asolado por las huelgas internas contra su gestión. De cara a su reelección, apela al Chavismo ya que éste "se extenderá por todo el mundo porque hay un profundo sentimiento en todos los habitantes del planeta contra políticas de dominación y sistemas que concentran el capital en pocas manos y traen mucha injusticia".

En segundo término nos encontramos con Nicaragua, cuyos presupuestos estatales dependen tanto de las subvenciones procedentes de la Unión Europea como de la generosidad mostrada por Chávez. A cambio, el gobierno de Daniel Ortega se convirtió en el único peón del Socialismo del Siglo XXI en Centroamérica, a pesar de lo cual, no ha podido evitar la precariedad en todos los terrenos: económico, social y de seguridad.

Honduras, bajo el gobierno de Manuel Zelaya, aspiró sin éxito a formar parte del Chavismo, consciente de la importancia estratégica que le otorgaba su ubicación geográfica. Celebrará elecciones en 2013 y habrá que estar atentos al programa de gobierno que presente Xiomara Castro, candidata del Partido Libertad y Refundación.

Los problemas de seguridad por los que atraviesa Honduras y la incapacidad mostrada hasta la fecha por Porfirio Lobo para atajarlos satisfactoriamente, es un factor que juega a favor de la ex primera dama, en su pugna frente a Juan Hernández.

En cuanto a Cuba, el inmovilismo caracterizará a la Isla, rasgo apreciable con o sin Hugo Chávez. Lo que permanecerá inalterable será la dependencia de los suministros de combustible procedentes de Venezuela.

La oportunidad para Henrique Capriles

El escenario doméstico venezolano presenta, igualmente, no menos enigmas. El principal, saber quién gobernará. La oposición está en condiciones de refrendar los progresos hechos el pasado 7 de octubre, accediendo al poder a través de las urnas. Para ello deberá hacer frente a riesgos internos y externos. Dentro de los primeros, sería peligroso que cayera en la auto-complacencia, esto es, en una creencia de que sin Chávez como adversario, la victoria es segura.

Sobre los segundos, el oficialismo no escatimará recursos materiales e intelectuales para perpetuarse en el poder. De hecho, Nicolás Maduro ya ha descalificado a Capriles, llamándolo "fascista nauseabundo". De cara a los inminentes comicios, la imagen del finado aparecerá para alentar el voto al PSUV.

A nivel de la estabilidad continental, las elecciones decidirán otro aspecto determinante: la mayor o menor presencia de Irán en la región. Gracias a la relación con Chávez, el gobierno de Teherán incrementó su protagonismo de manera cada vez menos velada en Iberoamérica, generando la consiguiente inquietud en la Casa Blanca. Una victoria el 14 de abril de Capriles Radonsky complicaría la futura influencia iraní, si bien no la eliminaría por completo ni de golpe, aunque las opciones de penetración se verían drásticamente limitadas.

A partir de ese hipotético escenario, el régimen de los Ayatolás podría decantarse por acentuar nexos con Bolivia, Ecuador o incluso Argentina. Al respecto, Cristina Fernández de Kirchner dio un giro de 180 grados el mes pasado, aceptando la creación de la Comisión de la Verdad encargada de investigar los asesinatos de la AMIA. Asimismo, la respuesta de los habitantes de Malvinas en el reciente referendo apostando mayoritariamente (99,8%) por el statu quo, puede estimular que la Casa Rosada radicalice su política exterior.

En conclusión

La principal herencia que ha dejado Chávez en Iberoamérica es una izquierda radical en sus planteamientos y obsoleta en sus postulados, que más allá de la fobia hacia Estados Unidos y la apuesta por la injerencia estatal, poco ha aportado. Esta manera de proceder la ha separado de la socialdemocracia que se ha ido consolidando en la región: desde Uruguay hasta El Salvador, sin olvidar la experiencia previa de la Concertación en Chile. En el corto plazo, no es previsible que abandone esta forma de actuar.

(*) Investigador del Instituto de Estudios Riojanos. Revista Ateneo de España

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