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jueves, 21 de marzo de 2013

Política-Chile-Columna

LA FELICIDAD MENTIROSA DE LOS SANTIAGUINOS

Por Walter Krohne

Nos dicen que los chilenos somos felices y que Santiago es una de las capitales más bellas y cómodas para vivir y trabajar …¡Ay Dios! cuántas cosas nos cuentan que en la práctica son puras mentiras.

Escuchaba esta mañana una radioemisora local donde su conductor recibía llamadas telefónicas de los automovilistas que informaban sobre el estado del flujo vehicular. Las autopistas colapsadas, tacos en las principales arterias de Santiago como Américo Vespucio, Francisco Bilbao, Providencia, Alameda Bernardo O´Higgins, San Pablo, Cerrillos, Gran Avenida y las carreteras hacia el norte y sur de la capital; multiples accidentes de tránsito y atropellos;  y mucha criminalidad.


Pero los informes iban más allá aún: “Aquí informa un automovilista que está detenido hace media hora en un taco en Américo Vespucio a la altura de El Salto. Estamos desesperados porque delincuentes que se acercan a los automóviles nos están asaltando. Rompen los vidrios de las ventanas laterales de los vehículos y roban todo lo que encuentran, como carteras, portadocumentos, paquetes y otros. Lo peor de todo es que no hay ningún carabinero visible”.

Quizá la felicidad para algunos encuestadores se base justamente en esta aventura diaria que deben vivir los trabajadores que se movilizan en sus vehículos particulares porque de otro modo no podrían llegar a sus trabajos. Santiago es una ciudad que carece de un servicio de transporte público que cubra las necesidades reales de la gente, eso ya lo sabemos desde que Bachelet dio el “si” al Transantiago. El metro colapsado, los buses lentos y repletos , las bicicletas, que se veían como una solución, se han convertido en un peligro público porque ante el enorme caos ya nadie las respeta, no hay suficientes ciclovías o no se utilizan, y algunos atrevidos ciclistas tratan de superar el caos conduciendo entremedio de los automóviles arriesgando sus vidas y la de los demás.

La solución a la que mucha gente ha llegado es la adquisición de un automóvil, aprovechando los precios que son de baratura en comparación al nivel internacional y recurriendo a los créditos usureros de los bancos de la plaza. Esto, sin embargo, está produciendo el caos total en el tránsito vehicular de Santiago, porque esta capital está encajonada y no hay posibilidades de construir nuevas arterias, lo que significa que los tacos van a ser cada año peores, como pronostican los técnicos.

Tacos en las carreteras, un metro colapsado y los buses que dejan mucho que desear está teniendo consecuencias graves y directas en la salud de la gente, situación que incrementará las crisis nerviosas, la depresión, el mal genio, el cansancio y mucho más. Lo único que nos va quedando disponible es el espacio aéreo, pero no nos sirve de mucho cuando vemos que el aeropuerto de Santiago también está completamente colapsado. Llegará el día en que para embarcarse en un avión habrá que estar en el aeropuerto unas ocho horas antes.

El tema es que a las autoridades competentes, preocupadas permanentemente del crecimiento del PIB, no les da para pensar en un plan futuro sobre como superar esta situación que, sin lugar a dudas, afecta fuertemente en la productividad del Gran Santiago. Los trabajadores llegan cansados al trabajo, sin ganas de producir con buenas ideas y eficiencia, y también retornan cansados a sus casas donde generalmente se encuentran con un cúmulo de otros problemas domésticos y familiares. Se producen graves deterioros en la relación de pareja y los hijos se sientes solos y abandonados y, muchas veces, caen en las drogas y el alcohol al entrar en contacto con las llamadas “malas juntas”.

Lindo cuadro de felicidad para Santiago de Chile, pero es mejor para la política y los políticos decir que estamos viviendo en el paraíso antes de contar la cruda realidad en la que nos encontramos los santiaguinos, una realidad que los políticos no han sido y no son capaces de resolver. Mucho más fácil para ellos es prohibirlo todo: el alcohol, el cigarrillo o ciertas manifestaciones callejeras. Y eso que todavía no ha comenzado la “temporada de esmog”.

Aparte del caos vehicular urbano, que ya afecta también los fines de semana en las rutas que nos llevan a los centros familiares cercanos de recreación y que limitan el interés por desplazarse a esos lugares, las radioemisoras de la mañana nos cuentas los hechos criminales que ocurren todas las noches en la mayoría de las comunas del Gran Santiago, a pesar que los políticos muestran estadísticas con bajas en la criminalidad. Me gustaría saber ¿cuántas personas, víctimas de asaltos, robos y violencia, no hacen o no se atreven a hacer las denuncias correspondientes? ¿Cómo el Estado puede llegar conocer esta información si es prácticamente invisible?

El otro día me contaban que en Providencia se ha incrementado enormemente la delincuencia y el robo a casas en barrios tranquilos como son Brown Norte, El Bosque, Plazas Uruguay y Colombia. En Brown Norte entre El Bosque y Echenique han robado en al menos unas veinte casas en las últimas semanas, sin que se haya aparecido por el sector ni siquiera una patrulla de Carabineros. Los robos ocurren generalmente a plena luz del día. Nos han dado explicaciones que la nueva alcaldesa ha quitado atribuciones al servicio de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad, por lo que los patrullajes son mucho menos frecuentes. La mayoría de estos robos no fueron denunciados.

Pero Chile es así y parece que para algunos ser felices significa tener una ciudad “despelotada” y llena de problemas ciudadanos.

Para que decir el problema del agua y el energético, para los cuales aún no hay ni planes de acción a largo plazo ni tampoco soluciones de corto plazo para poder mantener los suministros actuales en forma más o menos normales. Pero estos temas los dejaremos para otro comentario.

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